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Viernes, 17 de diciembre de 2010

EXPERIENCIAS

Muchachos sensibles

Sábado de lluvia, tarde de reflexión para un grupo de hombres jóvenes –no era condición pero sobre una franja etaria sub 30 decantó la convocatoria– del Movimiento Libres del Sur de Rosario que tiene entre sus premisas básicas la equidad de género. El peso de los estereotipos de género sobre la masculinidad, la relación con las mujeres, la publicidad y la necesidad de saber de qué se habla cuando se habla de temas de género alentaron una reunión en la que lo más jugoso fueron las anécdotas más comunes.

 Por Sonia Tessa

¿Quién prueba el vino? ¿Quién compra la ropa interior? ¿Qué pasa cuando la chica paga, pero el vuelto se lo dan al muchacho? Preguntas en apariencia sencillas que aparecieron en el debate en el taller de Nuevas Masculinidades, organizado por el Movimiento Libres del Sur de Rosario. “Siempre pasa lo mismo. Mi novia, la Jime, llega manejando a la estación de servicio, es la que tiene la llave, pero el playero se acerca a mí y me pregunta: ‘¿Lleno el tanque, maestro?’. Y a ella le agarra una bronca bárbara”, contó uno de los militantes, el Laucha, que se atrevió a romper el hielo de los discursos para ponerlos en acto en la vida cotidiana. El movimiento político en el que se referencia el colectivo de mujeres Las Juanas tiene entre sus premisas básicas la equidad de género, y ese fue el disparador del taller. Ninguno de los asistentes superaba los 30 años. No fueron todos los que habían sido convocados, pero sí los suficientes para que la discusión se pusiera linda. Era sábado a la tardecita. Una decena de muchachos –y una chica– se reunieron, dispuestos a revisar los estereotipos de género. Primero, formaron dos grupos para analizar algunas publicidades gráficas. Después, en el plenario, la charla fluyó aún más, entre las anécdotas y las reflexiones. “Un día viajábamos con la Jime. Ella manejaba y se nos pinchó una goma. Ella se bajó a cambiarla y yo me enojé, empecé a decirle que no me daba espacio. Fue una discusión muy fuerte. Estuvo todo mal, nos volvimos sin hablarnos. Pero después tuve que revisar lo mío. Uno siente como una falta si no te bajás a cambiar la rueda”, volvió a la carga el mismo Laucha, el más expresivo de los convocados.

No todo fueron anécdotas, claro. Pero esas pinceladas les dieron materialidad a los discursos. El taller nació como iniciativa de Joaquín, a partir de un encuentro nacional del movimiento liderado por Humberto Tumini, donde se estipuló la participación de las mujeres en la estructura partidaria en el estatuto. “Quería que discutiéramos por qué algunos hombres se sienten agredidos cuando se debate el rol de las mujeres”, retomó el mismo Joaquín, ese sábado a la nochecita. Fue uno de los más callados. Alejo fue uno de los más activos en la discusión. “Para tomar estas cuestiones como grupo político hay que pensarlas, porque si no puede ocurrir que nosotros estemos diciendo que trabajamos temas de género y cuando nos pregunten qué tomamos, tengamos que decir: ‘No sé, preguntale a la piba que está en el tema’.” Para transversalizar algunos temas que forman parte del núcleo duro de propuestas, como la legalización del aborto, hicieron el taller un sábado a la tardecita.

Martín Brudny –uno de los impulsores– contó que les llevó dos semanas organizarlo. Y subrayó una y otra vez que hubo chistes y resistencias previas. “Si tenemos a Marx en la mano, nos parece súper serio. Pero con otros temas nos cagamos de risa, y nos atrevemos a decir: ‘Yo voy, pero que no parezca que somos putos’. Es muy serio hablar de la distribución del poder en la sociedad”, dijo en la argumentación de la actividad.

Un corto pero contundente diluvio amenazó con truncar el taller, pero al rato –un poco después de la hora pautada– los interesados estaban allí, en la habitación del frente del Centro Cultural El Mejunje. Se dispusieron a ver de qué se trataba. “Si ustedes son re mata putos, qué se hacen los nuevos masculinos”, les espetó una de las chicas de Las Juanas cuando se enteró de lo que querían hacer. Para romper el hielo, Martín habló del compromiso político con la equidad de género, y la necesidad de encarnarla en sus militantes. Estaban sentados en círculo. Uno de los asistentes estaba descalzo, alguno que otro, más bien tirado sobre la silla. El mate, grande, circuló sólo un rato. Más éxito tuvo la Coca Cola Zero, que se terminó antes del fin del taller. Lo mejor llegó cuando los asistentes se soltaron. La actividad organizada por Martín, junto a Iván Fernández, consistía en una primera discusión sobre algunas publicidades gráficas para analizar estereotipos de género. Para eso, hubo una división en dos grupos. Hablando sobre esas publicidades, comenzaron las confesiones.

Un aviso de autos usados consistía en el retrato de una bella mujer en ropa interior, con la inscripción: “Paula Hernández, 40 años, dos veces divorciada”. Y una sola inscripción: “Renault usados”. No hubo mucha discusión respecto de esta publicidad, se hizo referencia a las mujeres objeto, propiedad de los hombres. Un poco más ahondaron sobre otro aviso, de chocolate light, que habla de “revisarle el celular sin culpa” (al novio, se supone, ya que la imagen es de una chica). La mujer celosa y controladora fue una figura que despertó más discusión. Fue Martín, en uno de los grupos, el encargado de recordar que en la Argentina existen centenares de femicidios. “Me puse a pensar cuáles son los motivos que se esgrimen para esos crímenes, y en enorme proporción, hay muchísimos hombres que matan a mujeres por celos”, dijo Martín. Un rato después, en el plenario, Alejo remitió a lo mismo. “¡Ah, es light el chocolate!”, expresó el Laucha, que no había entendido el texto del aviso. Igual, se permitió un chiste cuando Alejo habló de la enorme mayoría de hombres que asesinan mujeres en crímenes sexistas. “Hay alguna excepción”, dijo, y varios se rieron a carcajadas.

Pero la publicidad que despertó opiniones más interesadas era de un círculo de ahorro para la construcción de propiedades, destinado a la clase media. El aviso muestra un hombre, que habla de “su proyecto”, con la foto en segundo plano de un departamento, y –fuera de foco– una mujer. “La mujer es parte del proyecto del tipo”, apuntó Alejo. Luciana también dijo: “Ella no es protagonista del proyecto”. Allí apareció el tema de la figura masculina. “Es un hombre caucásico, heterosexual, de unos 35 años, con poder adquisitivo, eso se repite en las publicidades”, dijo Alejo. El Laucha fue más llano: “Ni en pedo llego a eso. ¿Qué pasa con los hombres que no garantizamos el futuro económico de la pareja?”. Para él, el “otro” de la publicidad es la mujer, como objeto, parte de un proyecto ajeno, pero también los hombres que no cumplen con ese estereotipo. “No puedo dejar de pensar cómo pegan este tipo de avisos en los sectores populares”, dijo El Laucha. Alejo también preguntó: “¿Qué le pasa a uno como hombre, pensando que ni a palos podés cumplir ninguno de los requisitos que se ven acá?”.

Entre las opiniones y experiencias personales se colaron también algunas categorías. Martín habló de la violencia simbólica que los estereotipos –se refería especialmente al del proveedor, en ese momento– provocan en los hombres. Remitió a los años ‘90 y al 2001, cuando la desocupación dejó a muchos hombres impotentes, sin capacidad de reacción. “Los hombres terminaban en sus casas, víctimas de depresión y suicidio. Eran violentados por la sociedad. En 2001 reivindicamos el rol de las mujeres, pero no nos olvidemos que el estereotipo del hombre como proveedor los hizo mierda. Este lugar donde nos ponen nos termina cagando la vida, también”, intervino Martín.

Justamente, la circulación del poder y cómo establecer relaciones igualitarias puede mejorar la vida, fue una de las intervenciones de Iván que –encargado de buscar textos para que los participantes leyeran antes– se refirió a Félix Guattari. “Todos estamos participando en esos pequeños gestos que producen subjetividades machistas, de forma permanente. O podemos producir otras subjetividades. Nombrarlo, desnaturalizarlo, es el primer paso para transformar las relaciones y compartir el poder, en lugar de competir por él”, dijo el militante, joven, como todos los que se mojaron un poco para llegar hasta el taller.

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Imagen: Alberto Gentilcore
 
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