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Viernes, 25 de marzo de 2011

VISTO Y LEíDO

La patria recobrada

 Por Marisa Avigliano

La patria fusilada
Francisco Urondo

Libros del Náufrago

La noche del 24 de mayo de 1973, un día antes de que Héctor Cámpora asumiera la presidencia, Francisco Urondo entrevistó en una celda de la cárcel de Villa Devoto a María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar, los tres únicos sobrevivientes de la Masacre de Trelew. La patria fusilada es aquella entrevista hecha libro –editado por primera vez por Crisis, en 1973– y reeditado ahora, cuando se cumplen 35 años del golpe, por Libros del Náufrago, dentro de la colección dirigida por Daniel Riera, Crónicas del continente.

Cuatro presos políticos a punto de ser liberados serán testimonio y palabra. Quien pregunta es un poeta militante, quienes responden son los tres muertos vivos que sobrevivieron para contar la masacre. Están ahí en los setenta y están ahora –dones de una conversación que no termina– hablando de razones históricas, de recuperar compañeros y sobre todo, cómo no hacerlo, explicando desde el encierro los argumentos de la fuga. Los que vieron los fusilamientos y no murieron recuerdan con los pormenores del espanto y la precisión cada uno de los detalles de la masacre del 22 de agosto de 1972, masacre que todavía hoy continúa impune. “A. M. Camps: A veces alguien se acerca y dice: ‘Me podés contar, si a vos no te molesta’. Para nosotros relatar lo de Trelew es una obligación. (...) R. Haidar: Quería decir que nosotros cuando hablamos estamos un poco contando la experiencia de todos, de los que murieron y de los que vivieron. Es una cosa totalmente impersonal. Si algo tenemos que hacer, si para algo sobrevivimos nosotros, es para transmitir todo eso que los otros, por haber muerto, no pueden hacer.”

La entrevista –crónica honorable durante una madrugada– se construye a medida que la conversación avanza, por eso están todas las pausas, todos los silencios y por eso las preguntas viran con la prisa que exige la naturalidad en afirmaciones. Rápido, antes de que se le escape al entrevistador un signo de interrogación, no hay tiempo que perder. Hay que dejar el testimonio y seguir: “R. Haidar: el objetivo era sacar esa cantidad de compañeros que estaba ahí, para seguir la lucha. F. Urondo: y golpear al enemigo. R. Haidar: Claro”.

En estos días volveremos a encontrarnos en las librerías con La patria fusilada, el relato minucioso y amargo que logró reunir en una misma acción a militantes de las FAR, Montoneros y el ERP. “Ninguno de nosotros podía hacer una distinción entre un compañero del ERP, de la M, de la R que hubiera caído ahí. Lo que no significa olvidar las diferencias políticas, pero sí reconocer el valor que tiene la convivencia y la confianza entre revolucionarios. Y esto también está muy vinculado a un tema que se dio mucho en Rawson: el de la unidad de las organizaciones armadas (...), veníamos realizando un trabajo de confluencia que no se daba afuera en ese momento.” La patria fusilada es un texto esencial y lo es fundamentalmente porque es el relato de un origen infame, el del genocidio.

En esta edición no veremos aquella tapa celeste y apenas roja –gotas de sangre sobre siluetas que escapan– porque esta vez las sombras de aquellas siluetas le cedieron los primeros planos de la tapa a la mirada pictórica de unos esqueletos que, uno al lado del otro, cargan con la voz y la memoria.

Los tres sobrevivientes desaparecieron durante la dictadura militar, Urondo –asesinado en Mendoza el 17 de junio de 1976– escribió: “Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud/ y en mi destino y en la buena suerte:/sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido/y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia”. Lo seguiremos leyendo.

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