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Viernes, 15 de julio de 2011

JUSTICIA

PORTACION DE CARA

El juicio a Lucila Frend, acusada de matar a su amiga Solange Grabenheimer de una o varias puñaladas en el cuello, evidencia la supervivencia y vitalidad de los estereotipos que priman sobre las mujeres. Aun absuelta, no se pudo desarmar esa figura de mujer fría y calculadora, “sospechada” de lesbiana. La construcción mediática de un disco rayado que siempre revictimiza y genera nuevos culpables allí donde solo hay signos de pregunta.

 Por Flor Monfort

“Tiene una re cara de torta obsesiva mal... típico de la lesbiana obsesiva que llega a matar... es re mentirosa y se pone re nerviosa cuando tiene que hablar... mienteeeeeeee!!! pero mucho no va a durar libre... x tortaaaaaaaa!!!” Este mensaje se puede leer en el muro del grupo “Lucila Frend asesina”, un perfil creado en Facebook horas después de la absolución de Frend. Al poner su nombre en la red social se puede optar por este o por “Absolvieron a Lucila Frend, una vergüenza”, donde “lesbiana”, “obsesiva”, “mentirosa” y “asesina” son los predicados elegidos para armar el crucigrama de esta muerte sin culpables penales pero con una señalada.

Lucila tiene 25 años y fue juzgada por el crimen de su amiga Solange Grabenheimer. El martes 12, el Tribunal Oral N° 2 de San Isidro la declaró inocente por falta de pruebas en un proceso que duró cuatro semanas y que reveló una construcción pública del personaje de la lesbiana mala y cruel capaz de matar a sangre fría con la coartada de que nadie quiere matar a su mejor amiga, a menos que esté enamorada de ella y que la víctima se niegue a ceder antes los encantos de la “torta obsesiva”, parafraseando a los y las cibernautas indignados.

El caso empezó el 10 de enero de 2007, cuando el cuerpo de Soledad fue encontrado en el PH que compartían en Vicente López. Estaba boca abajo, al lado de su propia cama, con sangre solidificada en la espalda, lo que daba cuenta de que había sido asesinada de frente y con un elemento cortante que le hirió el cuello. También tenía marcas de estrangulamiento, pero sobre esto y muchos otros puntos más, los peritos que desfilaron por el juzgado no estuvieron de acuerdo. Algunos dijeron que fue ahorcada con un alambre o similar, otros que las marcas son del mismo elemento con el que fue herida hasta desangrarse, una suerte de señal de ensañamiento, muchas veces asociada al crimen “pasional” (el calificativo preferido, y erróneo, que la prensa utiliza para señalar los crímenes de género). Una perita de parte, la licenciada Sandra Musumeci, hizo una autopsia psicológica de Solange y estableció que el victimario sería alguien del círculo íntimo y que según su investigación sería una mujer, quien no fue capaz de soportar un límite impuesto por Grabenheimer. “El de Lucila forma parte de ese tipo de personajes que toma estado público en determinado momento y en donde cobran forma y fuerza imaginarios latentes en la sociedad. En este caso se trata de dos chicas de clase media alta, sin un historial conflictivo que pueda vincularlas con otros hechos delictivos y que se ponen frente a frente destapando la olla de los prejuicios más arraigados: se echa mano del lesbianismo pero sobre todo lo que molesta es que la chica no se ponga a llorar y a patalear su inocencia. ¿Eso les daría un respiro a las acusaciones? Probablemente no, pero que no lo haga refuerza el rótulo de asesina calculadora”, dice la socióloga Susana Checa, quien asegura que no siguió el caso pero que le empezó a llamar la atención sobre todo desde su aparición en Otro tema, el programa de Santo Biasati en TN, donde también se expusieron las visiones de gente elegida al azar en la calle. Los transeúntes opinaban sobre Frend que sus ojos denotan culpa, su mirada refleja falta de sentimientos y sus maneras, una orientación sexual dudosa. Sobre estas opiniones, el periodista Mauro Szeta o el mismo Biasati en su afán de objetividad e independencia, de la que tanto se ufana el canal, no agregan nada, intentando respetar a las dos partes pero ignorando un hecho mucho más grave: la falta de reparación sobre una mujer joven aun siendo absuelta, el derrotero que atravesó una causa donde se puso en evidencia que no había pruebas ni siquiera para llegar a un juicio y que jamás se frenó y, sobre todo, la falta de pertinencia de apelar a la homosexualidad para cargarle una muerte a alguien. Comentarios de sentido común, no mucho más.

No todos los casos llegan a juicio oral y no todos los juicios orales llegan a los medios. Para recordar algunos procesos donde las mujeres son carne de cañón, la investigación sobre el crimen de Nora Dalmasso, su supuesta preferencia por las prácticas sexuales de riesgo y su afán de coquetería la ponían en la mira de las que se mueren porque se lo buscan, reforzado por el sobrenombre de “Norita”, del que se hacían eco hasta los diarios y noticieros. Silvia Luna le pegó con un martillo para hacer milanesas a su amiga Silvia Bruzzoni en abril del año pasado porque sospechaba que difundiría un video donde ella estaba con un hombre que no era su futuro esposo. Bruzzoni terminó muerta y Luna presa, pero un titular hiper multiplicado fue “se quedó con el vestido de novia en el placard”, primicia que ridiculizaba una muerte, ponía en duda la amistad entre mujeres y remarcaba que el lamento de Luna estaba puesto en la imposibilidad de casarse y no en haber matado y terminar presa (lo que es lo mismo que decir que las mujeres somos estúpidas).

“La sociedad argentina es muy estigmatizante y aun con un veredicto a su favor, la familia declaró que Lucila Frend seguirá viviendo fuera del país, como hizo hasta el juicio oral. Hay una queja generalizada por falta de justicia y muchas veces se cree que se puede revertir esa situación penalizando socialmente a los blancos fáciles como ella. Lo cierto es que si las mujeres no van a la cárcel porque la Justicia las condena tres veces más que a sus pares hombres (con penas más duras por delitos menores), la opinión pública se encarga de poner el rótulo con saña”, dice Checa.

Claro que mujeres estúpidas hay, crueles, frías, calculadoras y asesinas, e incluso pueden ser lesbianas al mismo tiempo que todo lo demás, pero la línea recta que se traza entre la orientación sexual, la emocionalidad femenina y el grado de culpabilidad no es un camino apenas punteado sino horadado hasta el surco.

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Imagen: Telam
 
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