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Viernes, 13 de junio de 2003

MEDIOS

Chicas catódicas

Como cada año, éste también trajo consigo nuevos intentos televisivos de hacer programas dedicados a las mujeres en el horario de la tarde, que se sumaron a los que ya probaron su eficacia como Grandiosas o el ciclo de Georgina Barbarrosa. Chicas de la calle y Chicas Express son las ofertas recientes que, a pesar de sus títulos, no se parecen en nada. Ni entre sí, ni a las mujeres de carne y hueso.

por Marta Dillon

Hay un lugar común, muy en boga en los últimos años, que se enuncia a modo de chanza o de queja encubierta y que clama por una vuelta al statu quo anterior a la revolución de las mujeres. Que por qué ahora los varones no nos corren la silla para que nos sentemos, por qué no nos regalan flores y por qué han dejado de mantenernos. La razón principal del chascarrillo encubre una situación harto conocida por las mujeres: haber conquistado libertades y derechos no nos ha eximido, en la intimidad, de seguir cumpliendo funciones antes consideradas específicas. Hasta en Francia, país pionero en la lucha por la paridad entre los géneros, las mujeres admiten que las tareas domésticas, aliviadas por la tecnología, siguen siendo patrimonio femenino, salvo por el detalle de sacar la basura o pasear al perro. Sin embargo, “una chica express” no se queja de estas cosas ni en broma. Una chica express, dicen las placas que anuncian el programa homónimo que este mes estrenó Canal 9, le hace el desayuno al novio en cinco minutos, lleva los chicos al colegio, deja la comida preparada y va a trabajar. Divina, eso sí. Porque una chica express, insiste la cortina del ciclo diario, “hace todo rápido y bien, bien de mujer, con amor”. Y así, con esa presentación, vuelve a la pantalla abierta un programa dedicado a “la mujer” –así, en singular– sin nostalgia por los tiempos pasados porque lo único que ha cambiado para estas chicas es la velocidad con que cumplen sus tareas y cierto aire decontracté propio de los tiempos que corren. Al mejor estilo Utilísima —empresa que en definitiva produce el ciclo– en “Chicas Express” se aprenden recetas de cocina, trucos de maquillaje, tips para convertir cualquier prenda en “canchera y a la vez elegante” y hasta hechizos de amor que, de ninguna manera, se ocupan muy bien en aclararlo, tienen que ver con la brujería sino con esa abstracción tan new age que se da en llamar “energía positiva”.
No es ninguna casualidad que semejante engendro ocupe la pantalla de Canal 9. Durante la mayor parte de la programación de esta señal, las mujeres aparecen como estereotipos de sí mismas –las malas son tan malas como Viviana Canosa–, siempre acompañadas por señores –salvo en el caso de Panam, a la mañana, cuando los señores seguramente acompañan a los niños del otro lado de la pantalla– y hasta con música de fondo cada vez que hablan –como en el inefable “Después de hora” con Antonio Laje–; porque, ya se sabe, la mujer que al romanticismo no se asoma no merece llamarse mujer. El 9 es el canal en el que un conductor dijo sin vergüenza que “hay que aprovechar porque las zurditas son rápidas”, planeando ir de levante a alguna sede de la Universidad de Buenos Aires. Por esa pantalla se puede ver a Patricia Miccio soportando estoica y con aires de mamá buena que pone orden los chistes verdes de González Oro y ahora a Verónica Varano –prima donna del nuevo ciclo– con cara de vaca mirando un tren mientras el cocinero de turno se jacta del tamaño de su pimentero y hace un guiño para decir que “hay que levantar el ñoqui”. Eso sí, subrayándolo con un “no vayan a pensar mal” que anula cualquier malentendido. “Chicas Express”, en este contexto, es el manual de instrucciones para aquellasque desean seguir siendo merecedoras de este tipo de cumplidos masculinos que abundan en el canal de mister Daniel Hadad.
Las chicas
Si las casualidades existen, hay una que merece ser apuntada: poco antes del estreno de “Chicas Express” comenzó por Canal 13 “Chicas de la calle”, otro programa conducido por mujeres, a la tarde, cuando se supone que ellas son mayoría del otro lado de la pantalla. Y aunque ni uno ni otro hagan ninguna referencia al llamado oficio más antiguo, sus títulos podrían dar lugar a confusiones. “Chicas de la calle” –conducido por Verónica Lozano y Anita Martínez– comienza cuando termina “Grandiosas”. Y aunque no hace hincapié en esto que se ha dado en llamar la particular mirada de las mujeres –como sí lo hace el ciclo de Fanny Mandelbaum, Karina Mazzocco y Laura Oliva–, “Chicas de la calle” parece transcurrir en el mismo sitio en que las Grandiosas hacen su presentación: bailando en la calle. Así aparecen Lozano y Martínez, casi parodiando a sus antecesoras y construyendo ficciones en las que las mujeres aparecen en sus diversos estereotipos: como modelos sólo preocupadas por su figura, compitiendo entre sí, chusmeando, espiando. Eso sí, se dan el lujo de usar telescopios para avizorar colas masculinas desnuditas y perfectas frente a las que las chicas se babean sin pudor. Si “Grandiosas” podría anotarse en la saga del pionero “20 Mujeres” –que conducía Mónica Gutiérrez con Fernando Bravo– con la participación de una tribuna que ahora opina en lugar de preguntar, “Chicas de la calle” parece querer retomar el espíritu de “Infómanas” –Elizabeth Vernaci y Claudia Fontán–, al menos en ese tipo de audacias. “Chicas Express” es apenas una versión fashion de “Buenas Tardes Mucho Gusto”, más de treinta años después. Si un observador extranjero tuviera que trazar un perfil de las mujeres argentinas viendo la televisión de la tarde podría decir, sin duda, que están muy preocupadas por aparecer desenfadadas, espontáneas, felices. Esa parece ser una condición indispensable para animar la hora de la siesta, esa en que las viejas de provincia decían que sólo salen las víboras. Ni siquiera las Grandiosas parecen escapar del estereotipo, si bien el trío ha intentado correrse de los lugares que originalmente les adjudicaron, la comprometida sigue siendo “la madura” Fany Mandelbaum, la ocurrente es “la fea”, Laura Oliva, y la conductora “la bella” Mazzocco. Las mujeres reales, esas que efectivamente cumplen dos y hasta tres jornadas laborales, las que aprendieron a resistir las crisis propias y de sus compañeros, esas mujeres que están todos los días en la calle, siguen apareciendo esporádicamente en los ciclos documentales o, de vez en cuando, en algún noticiero.

¿Para cuándo
los confites?
Aunque es mejor reservarse el beneficio de la duda, tal vez la conducción colegiada de los ciclos dedicados a las mujeres sea un homenaje a la diversidad que hace al género. Lo cierto es que los últimos intentos –”Las cortesanas”, “Acorraladas”, “Una para todas”, y los ya nombrados— televisivos de convocar a las chicas coincidieron en reunir a mujeres distintas, sea por edad, apariencia o trayectoria. Y sin embargo todos los caminos parecen conducir a Roma. Las Chicas Express son cuatro: Verónica Varano, que nunca se olvida de recalcar lo complicado de la maternidad moderna, Paula Pollono –encargada de la cocina, capaz de repetir hasta el infinito el nombre de lo que está preparando sin tener más que decir–, Julieta Fazzari –que sigue siendo una de las “chancle” de ‘Grande pa!’ a pesar de los años– y Teo Carabassa –dedicada a la sección “cuidado de la imagen”, a quien le cuesta encontrar más palabras que “canchera”–. Lo que las diferencia, más allá de la edad que apenas se nota, es el estado civil. Varano, la más experimentada, no se cansa de repetir que tanto Teo como Julieta están solteras y sin novio y eso es una condición que hay que corregir a riesgo de ponerlas en oferta de todas las maneras posibles. Locurioso es que sea una de estas chicas solitarias –Fazzari– quien tiene a cargo la curiosa sección “Hechizo de amor” en la que se enseñan gualichos y conjuros para atraparlos a ellos. No es para reírse, es muy serio. ¿O acaso alguien puede dudar de la eficacia de cortar al medio una rosa blanca y una roja, poner en el medio un mechón de pelo y envolverlo todo en un papel con el nombre del amado? Si usted no logra convencerse, no se preocupe, las Chicas Express cambiarán rápidamente de tema, como su título lo indica y le enseñarán a confeccionar una faja de jean o le quitarán sus prejuicios sobre el flujo vaginal, “porque acá hablamos de todo”, como dice Varano para evitar sonrojos.
Si antes de que Chicas Express se empezara a emitir la promesa era incluir el tema de “sexualidad y familia” como uno de los principales, hasta ahora todo quedó en eso. Tal vez por el horario, tal vez porque no es la propuesta, pero la sexualidad no está en la agenda más que para decir que todas tenemos una. La mayor audacia desde “Infómanas” en adelante es la de babearse frente a hombres que lo merecen –y otros que no tanto, según el gusto de cada cual–, pero jamás de los jamases se mencionará la palabra clítoris. Eso queda para los programas de la noche. Las Chicas Express, sin embargo, siguen prometiendo: “Hablaremos de la sexualidad antes y después del parto”, anunció Varano y no hay por qué no creerle. En definitiva la maternidad parece seguir siendo el norte al que todas deberíamos apuntar antes o después, al menos es lo que estas chicas rápidas sugieren. Cada vez que reciben un llamado en el piso se pregunta el nombre, la procedencia y la cantidad de hijos. Y si no los tiene el interrogante es cantado: “¿Y bebé? ¿para cuándo?”. No hay por qué pedir que en este tipo de ciclos aparezca algún atisbo de lo que les sucede a las mujeres todos los días, sobre todo a esas que tienen que hacer todo y la mayoría de las veces no pueden hacerlo rápido y bien, felices y sin despeinarse. No hace falta que sea todos los días, ¿pero qué tal de vez en cuando?

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