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Viernes, 4 de enero de 2013

RESCATES II > RITA LEVI MONTALCINI

La inmortal

 Por Sonia Tessa

Rita Levi Montalcini no murió el 30 de diciembre, a los 103 años, aunque ese día hayan cesado sus funciones biológicas. “Naturalmente, la vida no está en este pequeño cuerpo. Lo importante es la forma en que hemos vivido y el mensaje que dejamos. Eso es lo que nos sobrevive. Eso es la inmortalidad”, dijo en octubre de 2008, cuando recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid. Esta mujer es, entonces, inmortal. Nacida en Turín en 1909, era muy joven cuando se plantó frente a su padre para informarle que no pensaba casarse y, en cambio, estaba decidida a estudiar. Lo consiguió: se graduó en 1936 como médica. Las burlas de sus compañeros varones no impidieron que cumpliera su objetivo.

En 1938, la persecución racial de Benito Mussolini la obligó a recluirse: convirtió su pequeño cuarto, apenas más grande que su cama, en el laboratorio en el que se dedicó a desentrañar el funcionamiento del cerebro. En 1947 viajó a Estados Unidos y luego a Río de Janeiro, donde continuó su trabajo científico. En los años ’60 volvió a Europa y se quedó en Roma, la ciudad que eligió para vivir el resto de su vida. En 1951 descubrió el factor de Crecimiento Nervioso (Nerve Growth Factor), que fue valorado por el mundo científico unos años más tarde. Tan lejos llegó su descubrimiento que en 1986 recibió el Premio Nobel de Medicina junto a su discípulo Stanley Cohen. Hace poco tiempo, ella lo recordó con ironía: “Ese asunto que me hizo feliz, pero famosa”.

De origen sefaradí, siempre se definió como laica. Desde joven, cuando le preguntaban por su religión, respondía: “librepensadora”. La libertad era su única atadura. “Afortunadamente soy de izquierda, no de derecha. Yo soy fuertemente de izquierda, lo que quiere decir creer en el progreso y en la paridad, mientras la derecha es lo opuesto”, dijo en una entrevista con la BBC de Londres, días antes de cumplir 100 años. Desde 2001 era senadora vitalicia en su país, designada por el entonces presidente Carlo Azeglio Ciampi. Hasta hace pocos meses, Rita honró el cargo con asistencia perfecta.

“Yo soy mi propio marido”, solía decir. “Era adolescente cuando decidí que nunca me casaría. Nunca habría obedecido a un hombre como mi madre obedecía a mi padre”, contó en otra entrevista, en el diario El País de Madrid.

Hasta el final mantuvo una actividad febril. A la mañana iba al Instituto Europeo de Investigaciones sobre el Cerebro, que ella fundó, y por la tarde a la Fundación Levi Montalcini, donde dirigía la tarea de favorecer con becas la educación de las mujeres de Africa.

Su apuesta a la igualdad de género era permanente. Y la aplicaba, además, a derribar mitos, como la escasez de mujeres en la ciencia. “Muchos hallazgos científicos atribuidos a hombres los hicieron en verdad sus hermanas, esposas e hijas”, aseveró.

Aunque se declaraba agnóstica, fue la única mujer que integró la Pontificia Academia de las Ciencias, con sede en el Vaticano. Eso tampoco horadó su libertad de pensamiento. “No lo comparto”, dijo sobre las afirmaciones del papa Benedicto XVI que condenaban el uso de preservativos.

Su principal obsesión era que la humanidad siguiera utilizando más el hemisferio derecho del cerebro. “El cerebro límbico, el hemisferio derecho, no ha tenido un desarrollo somático ni funcional. Y, desgraciadamente, todavía hoy predomina sobre el otro. Todo lo que pasa en las grandes tragedias se debe al hecho de que este cerebro arcaico domina al de la verdadera razón. Por eso debemos estar alerta. Hoy puede ser el fin de la humanidad. En todas las grandes tragedias se camufla la inteligencia y el razonamiento con ese instinto de bajo nivel. Los regímenes totalitarios de Mussolini, Hitler y Stalin convencieron a las poblaciones con ese raciocinio, que es puro instinto y surge en el origen de la vida de los vertebrados, pero que no tiene que ver con el razonamiento”, expresó.

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Imagen: EFE
 
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