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Viernes, 31 de enero de 2014

ESCENAS

Sólo se trata de vivir

Tabula moribus (mesa eterna) invita a reflexionar sobre el
devenir del ser humano, entre la vida y la muerte, de un modo crítico y multidisciplinario.

 Por Carolina Selicki Acevedo

En medio de la escena sobresale una mesa blanca, detrás un cuadro en clave expresionista y alrededor de la mesa una madeja de sujetos que, al compás de la música, la desarman y se desplazan, sin perder el contacto con el objeto, que estará presente en todas las escenas que vendrán, en todos los tiempos que las historias recreadas atraviesen y con la originalidad de cambiar de forma constantemente: la mesa se sube, se baja, se alarga, se achica, pese a ser de madera parece moldeada –transformada– por el paso de esos sujetos, tan humanos y tan bufonescos, tan cambiantes como ella.

La obra, atemporal, está compuesta de seis escenas en las que los actores y actrices, desplegando variedad de matices en cada personaje, pasan del drama a la comedia, de la danza más sutil al canto, pero donde la expresión en rostros, cuerpos y palabra se destacan y cobran más fuerza junto a la deconstructivista escenografía y vestuario. “Lo normal abraza el deseo... y la peste espera”, advierte el mensajero (Hernán Genovese), cartas en mano, y conecta a la vez que ofrece pistas. Historias de vida, momentos que marcaron a la humanidad para siempre, roles de los que casi nadie escapa: pasamos de contemplar la danza de dos enamorados que parecen volar en cada encuentro tímidamente amoroso (interpretados con gran versatilidad por Santiago Cobos Royo y Belén Soru), a disfrutar de la inteligente ironía con que se trata la mediatización actual de la intimidad llevada al extremo con el “reality” de un parto de primerizos, donde aparece el morbo cuando enfermera y partero se introducen en la vagina de la embarazada (a cargo de la actriz invitada Cecilia Piazza) y donde la denuncia a la burocratización de la salud queda expuesta con la infaltable secretaria de tono de voz imponente (Mariela Selicki) que interrumpe el parto para cumplir con el papeleo de rigor. Luego, la misma actriz interpreta a una madre “ejemplar” que alimenta a sus hijos mientras que repite –y sus movimientos también se vuelven mecánicos sobre la mesa– todo lo que hace por ellos en busca de que sean alguien. Después, un poema contundente es recitado por una de las actrices mientras mira de frente al público. La obra va in crescendo de cuadro a cuadro y en la escena final, a la que podríamos denominar “la última cena”, los peores resabios del feudalismo de la Edad Media salen a la luz en boca de un rey (Bruno Caminiti) que bien podría ser un político actual al que todos intentan idolatrar mientras éste dispone de ellos a su antojo. Para finalizar, juntos entonan la potente “Cantata individual” (“Ansiedad de protección, yo quiero lo mejor (...) para mí, sólo yo”) y remarca el mensajero: “La necesidad de ceder nuestras vidas para sobrevivir (...). La peste no hace diferenciación de razas”, mientras se aleja, entre el público y nos confirma que de la muerte nadie puede escapar.

Tabula moribus (mesa eterna) es una creación colectiva del grupo La Perinola, con casi ocho años de trayectoria en Mar del Plata, y es co-dirigida por Helue Errandonea (profesora de teatro y expresión corporal) y Rosita Pelaia (directora y profesora teatral de gran trayectoria en la ciudad). Madre e hija se animan al desafío de esta puesta, donde el intercambio grupal abre el juego de modo constante. Su compromiso social se ha destacado en el ciclo de Teatro x la Identidad y en presentaciones en distintos centros culturales de la costa atlántica. En su segunda temporada en cartel –en 2013 se presentó en el C. C. América Libre–, la puesta se renovó, debido a la ida de tres miembros del grupo, a lo que se sumó un cambio de espacio: este año se realiza en el C. C. El Séptimo Fuego. Allí, Pelaia también dirige el espectáculo infantil Teodoro y la Luna a cargo de su otro grupo, de 20 años de trayectoria, Vulcanché. “La mesa fue el objeto disparador en un trabajo de registro corporal; luego se crearon los textos, a los que quisimos darles un marco teórico, así recurrimos a un estudioso de la obra de Foucault y a las danzas de la muerte, género artístico tardomedieval cuya temática era la universalidad de la muerte. Este año, entre otros cambios, planteamos un perfil diferente para el personaje del mensajero, con mayor diálogo con el público”, explica Helue. La obra deja de manifiesto que en el arte todo lenguaje es válido: “No hay un lenguaje único sino una suma, y eso caracteriza al grupo. ¿Es expresión corporal lo que hacemos? ¿Es teatro? ¿Es danza-teatro? ¿Es realismo? Sí, es todo eso y a veces también expresionismo. Pero ya queda atrás eso de encasillarnos, no es la teoría la que te enmarca sino una necesidad de investigación”, completa Rosita. En esta línea, los actores y actrices celebran el haber encontrado una identidad. “Valoro de la obra plantar la bandera del teatro como un trabajo continuo, mostrar cómo nos forjamos en estos años, de modo independiente, y el hecho de que se trate de un grupo local y no de un elenco hace que la creación sea horizontal”, resalta el actor Cobos Royo. Asimismo, Mariela, una de las actrices, afirma: “La obra nos reúne, ya que cada uno tiene sus trabajos de temporada y la temática que recorre la obra, desde un plano existencialista, remueve cosas que como persona no me agradan demasiado pensarlas, pero como actriz es un desafío”. Finalmente, ambas directoras se enorgullecen de contar con miembros que no superan los 24 años. “El arte relacionado con el hacer es fundamental. Hacer lo que sos y lo que decís. Celebro el haber apostado a la creación de espacios para jóvenes. La primera vez que mencioné en una escuela la idea de armar un taller extraprogramático de teatro, la respuesta que obtuve fue: ‘¿Para quiénes? ¿Para gente que tiene una patineta en el cerebro?’. Por eso mi orgullosa venganza fue ver realizado ese sueño”, puntualiza Pelaia.

Tabula moribus (mesa eterna) se presenta todos los jueves de enero y febrero a las 22 en el C. C. El Séptimo Fuego, Bolívar 3675, Mar del Plata. Entradas: $60.

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