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Viernes, 21 de septiembre de 2007

CLASIFICADOS

Ordenadas, decentes y mal remuneradas

 Por Roxana Sandá

En las páginas de los clasificados, las sobrerrepresentaciones apestan. Niños y niñas son pieza útil para publicidades de TV y castings variopintos; adolescentes y jóvenes ven su destino en el volanteo, el cadetaje y ahora a la última creación del trabajo esclavo: el telemarketing. Las mujeres pobres, en cambio, quedan encasilladas en opciones más brutales, que en algunos casos las someten según la edad y las condiciones que éstas representan en el imaginario del trabajo. La ecuación mujer-pobre-joven suele dar como resultado prostitución, en tanto que su símil versión adulta apunta al servicio doméstico y en el mejor de los casos al trabajo en el hogar como armadora de cajas, de bijouterie o en tareas de costura, si se tiene la suerte de contar con máquina de coser propia. Un brulote en papel de diario determina, finalmente, quiénes y en qué momento de sus vidas pueden acceder al mal llamado trabajo decente. La piel fresca reditúa más dividendos en privados y en locales de copas; la madurez entendida a partir de la treintena se convierte en mano de obra barata a la que se “premia” en estos tiempos precarizados que corren con labores “ordenadas y honestas”. Y no hay que ser un analista de fuste para observar que la problemática empeora. En julio último, los ministros que integran el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas se convencieron de “la urgente necesidad” de crear entornos que propicien el trabajo decente. “Es fundamental que hombres y mujeres tengan oportunidad de conseguir un empleo productivo en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana para lograr la erradicación del hambre y la pobreza, el mejoramiento del bienestar económico y social de todos (...), así como una globalización plenamente incluyente y equitativa.” Por cierto, no es lo mismo buscar empleo con fines de realización personal y profesional, que hacerlo para sobrevivir. Que la feminización de la pobreza va en aumento lo advierte la OIT en su último informe sobre las tendencias mundiales del empleo de las mujeres. Según el documento, 47,9 por ciento de las que trabajan están en situación de empleo remunerado y asalariado, una mejoría frente al 42,9 por ciento de diez años atrás. Pero la variación no es aliciente: mientras más pobre es la región, mayores son las posibilidades de que las mujeres sean trabajadoras familiares auxiliares sin remuneración o trabajadoras por cuenta propia con bajos ingresos. Habría que poner en blanco sobre negro, entonces, que en la Argentina el crecimiento registrado de la participación femenina en la Población Económicamente Activa (PEA) de ninguna manera es indicador de progreso social.

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