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Viernes, 15 de mayo de 2009

TEATRO

La argentinidad al palo

Para filtrar el dogma machista, el humor se vuelve un arma afilada en la lengua de Coco Sily que, en el reestreno de su espectáculo La cátedra del macho argentino, dispara un monólogo retrógrado que lucha contra la modernidad y el buen gusto.

 Por Guadalupe Treibel

Vaya a saber una por qué, pero desde hace años que el actor y humorista Coco Sily se autoproclamó exponente del macho argentino (sí, parece que el título sigue existiendo) y, desde entonces, no para de pregonar sus máximas a sol y sombra. En todo formato mediático disponible (radio, tevé, libros), el hombre de rulos refrita las sentencias: que la mujer de un amigo es sagrada y no se toca, que si un amigo se agarra a trompadas, saltás y después preguntás por qué estás peleando, que el macho no estudia para chef, que escuchar Babasónicos es de puto, que hay que ir a “telos” conocidos, que su comida patria es el pastel de papas (“y no me lo aputasen con pasas de uva, eh”), que el sushi es un invento que quieren instalar las “multinacionales de la putez” y así...

En dos –largas– horas y monedas de tablas, La cátedra del macho argentino (ganadora del Estrella de Mar 2009 como Mejor Espectáculo de humor Unipersonal y con su versión homónima en libro, gracias a editorial Planeta y el coautor Sergio Salasa) no hace sino devolver al argentino promedio una versión demodé y retrógrada sobre la masculinidad, donde cualquier atisbo de sensibilidad o sutileza es ambigüedad y eso, en el planeta Macho, es de “puto”. Así lo dice –no una vez– sino en cada oportunidad posible. Porque la categorización del performer es bipartidista y nada más: el que no es macho, es puto.

“No tiene nada que ver con la elección sexual”, se defiende al instante de definirse como un “testeador del nivel de putez interno de la gente”. Pero nunca explicará a qué se refiere... Y, como cada palabra tiene historia, cada persona es lo que dice, cómo elige decir. Hay una ideología detrás de los términos y la de Sily es de una tradición que debería caducar antes de contagiar intolerancia (sin querer o queriendo).

Jugar con un lugar común que se vale de la puteada de gorila para hablar, que hace del hombre un asador con escarbadientes (¡y lo pone sobre un estandarte!), que se anima a dividir a las mujeres entre sexuales y familiares (¡como si viviésemos en cajitas con etiquetas!) habla de la misoginia del bisabuelo machista. “Mi lucha es contra la modernidad”, explica en pleno monólogo el defensor a ultranza de la tradición de barrio, del macho protector de su minita. Como si eso fuera lo que la mujer necesita...

Más allá del texto, que vimos cómo se nutría a lo largo de los años en Tarde Negra, con la Negra Vernaci, y en la gira de Coco Sily por otros medios (él mismo se encarga de repasar su CV en los primeros minutos del show y menciona su participación en el programa de Dolina, en RSM, con Mariana Fabiani, y el nuevo de trasnoche con Alejandro Fantino), hay otros elementos no menos molestos que acompañan el show de café concert. Al volumen –por momentos– demasiado alto de la música de remate, se le suman los despistes sobre las tablas (Sily olvidándose en qué parte del monólogo va y pidiendo ayuda al público) y un lastimoso bastardeo a Shakespeare que no hace sino reducir al argentino al estereotipo de antiintelectual (¿los libros también son de “putos”, Coco?).

“¿Qué nos pasó?”, se pregunta el exponente macho/machista sobre los hombres todos y, a aplauso pelado, el público responde (bien) a las máximas reduccionistas. El show que, según el propio Sily, habla de los códigos que los hombres tienen que tener y de otra manera de ver la vida (“una mejor”, asegura el humorista), hace un trofeo del tradicionalismo “argento” que necesita ser superado. Para peor, el cliché del macho argentino es participativo. El actor hace un test donde pide que el público defina qué es de puto y qué es de macho. Jugar al voley, al parecer, no es muy masculino para el ex compañero de Daniel Aráoz, Roly Serrano, y Jean Pierre Noher en Aryentains.

Obvio, también hay espacio para las suegras, las fiestas de 15, el sexo, fútbol y otras temáticas que el hombre necesita conocer ¿Para qué? Habría que preguntarle a Sily, que no parece darse cuenta de que el tiempo pasó y la forma apolillada de razonar del “macho” ya se está haciendo vieja. Al menos, es el deseo de muchas y muchos que quieren sacar el candadito a algunos cerebritos y sacudir el polvo de las ideas catedráticas del deber ser nacional.

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