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Viernes, 20 de diciembre de 2013

María y Josefa

 Por Lorena Romanin *

En una ciudad de Galilea llamada Nazaret, vivían juntas dos mujeres, María y Josefa. Una noche, las mujeres conversaban sobre cosas de poca importancia cuando una luz apareció en el aire y se hizo cada vez más fuerte hasta que se corporizó el arcángel Gabriel. La miró a María, que estaba aterrada, con los ojos muy abiertos y casi sin respirar, cuando Josefa saltó desde atrás y con un utensilio de limpieza y quiso atacar al arcángel. Afortunadamente, antes de que llegara a golpearlo, María gritó, como para detenerla, y eso alertó a Gabriel.

–¿Me quisiste matar? –gritó Gabriel.

–Bueno, ¿cómo vas a entrar así,

querido?

–Vengo de parte de Dios, querida.

María intercedió:

–¿De Dios?

–Sí, les venía a dar una noticia pero –la verdad– se me fueron las ganas.

–Dale, ángel, perdón –balbuceó Josefa. El arcángel seguía cruzado de brazos–. Dale –suplicaron ambas.

–Bueno, está bien. María: en unos meses va a nacer de tu vientre un niño. Será el hijo de Dios.

–¿Qué? –preguntó Josefa–. Mirá, nosotras soñamos con tener un hijo, pero no con un donante, ¿se entiende? Así que agradécele pero...

–No es un donante querida, es Dios –dijo Gabriel indignado.

–Pará, Josefa, déjalo terminar.

–Es eso, ya terminé. ¡Ah! no, creo que una cosa que no te dije y es que ya estás embarazada. Así que medio que ya fue.

–¿Cómo medio que ya fue? Es el cuerpo de ella y puede decidir.

–¿Qué estas sugiriendo? –El arcángel volvió a subir el tono– ¿Que aborte al hijo de Dios? No está para nada aprobada la ley del aborto.

–Ay, cierto, no está la ley. ¡Pero por favor! La ley justamente es para legislar algo que ya sucede! ¿Por qué no le decís a Dios que en lugar de andar embarazando chicas a la fuerza saque las leyes que hay que sacar?

–¿De repente te pusiste a competir con Dios? ¡Cómo son las lesbianas, por Dios! ¡Ay perdón, usé el nombre de Dios en vano! ¡Perdón, perdón, perdón! Bueno, ¿qué les digo? ¿Quieren ser mamás?

–Sí, claro que queremos –se apuró María.

–¿Pero cómo sabemos que él no se lo va a querer llevar en un momento?

–No, esas cosas a mí no me cuenta. Escuché algo de cuando tenga 33 años pero no entendí bien...

Las chicas se agarraron de la mano y se miraron a los ojos profundamente. Cuando volvieron a mirar adonde estaba Gabriel, él se había esfumado.

El embarazo pasó apacible.

–¡Ay María, estás embarazada! –le decían cuando el bombo ya le estaba por explotar–. ¡Qué lindo!

–¡Gracias!

–Un beso a tu hermana.

–¡No es mi hermana!

Josefa, por su lado, andaba chocha por la vida. “Voy a ser mamá”, decía a todo el que se le cruzaba.

–¿Estás embarazada?

–No –decía sonriente. Y dejaba pensativo a más de uno.

Cuando llegó el día del nacimiento, María y Josefa –que habían viajado a Belén por un censo–, fueron directo a un granero. Esa misma noche, ellas solitas dieron a luz al hermoso bebé al que llamaron Jesús.

Esa noche, en el cielo, brilló muy fuerte una estrella. Se veía desde todos lados y más de uno se preguntó qué sería, qué querría decir. Se habló de paz, de amor, de libertad.

Otros trataron de seguir la estrella para llegar donde estaban las dos mujeres con su hijito.

Las primeras en llegar fueron tres chicas desde el Oriente a las que acababan de otorgarles su nuevo documento de mujer. Llegaron cargadas de regalos para el bebé.

Mantitas, bodies, remeritas con brillos...

* Dramaturga, actriz y directora. Este año puso en escena Esa sensación horrible de no haber intentado lo suficiente.

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