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Viernes, 14 de febrero de 2014

Autodefensa contra San Valentín

 Por Paula Torricella*

Wanda Taddei era Susanita. Esta es la primera declaración pública de quien fue su abogada, que dijo textualmente a un periodista, cuando todavía agonizaba en un hospital: “Wanda es una chica muy dulce y dócil, una Susanita. Siempre fue una piba muy sola, sin amigos, vivía adentro de la casa” (diario Clarín, 2/12/2010). Hoy me sigue impresionando la ambigüedad de esa imagen, tan perturbadora. Wanda Taddei era Susanita, ¿qué quiere decir? ¿Es un lamento, una protesta? ¿Nos quiere explicar la razón de una tragedia? ¿Está echando las culpas en la propia víctima o, por el contrario, dando testimonio de su inocencia?

Este femicidio emblemático, tan brutal, tan trágico para el colectivo de mujeres, sigue repitiéndose todas las semanas. Cuanto más frecuentes son los ataques, más se naturalizan. Sugieren acaso la misma pregunta: ¿las Wanda Taddei mueren quemadas porque llevan muy lejos el deseo (el mandato) de ser Susanita?

Es cierto que en una cultura patriarcal cualquier mujer puede ser víctima de un femicidio, basta mirar el diario. Existen, sin embargo, factores de riesgo. Ser una piba dulce y dócil, no tener amigxs, consagrarse al amor en un altar doméstico no te lleva directamente al cadalso, pero se parece bastante a un cóctel explosivo. Te invita a quedarte cuando tenés que correr, cuando la única que queda es que saques el cuerpo.

Tenemos que hablar de estos factores de riesgo que son la sedimentación personalísima de relaciones de poder. La ideología del amor romántico no juega acá un papel menor, con todos sus mandatos y coreografías. De los amores de Mafalda no sabemos nada (¿será lesbiana?), pero San Valentín es el coach de las Susanitas. Con él empieza la carrera, aunque no todas terminen como Wanda Taddei. En este escenario, el feminismo debería fomentar con más ímpetu las prácticas de la autodefensa, marginadas en todos los debates, en todos los lamentos. Porque no se trata sólo de ofrecer una interpretación teórica de estos hechos de violencia. Tampoco de sumarnos a los registros secos del Código Penal. Puede sonar brutal dicho de esta manera, pero tenemos que sobrevivir todos los días al Patriarcado y a la Heterosexualidad Obligatoria, entre otros flagelos. No es chiste.

Aprovechemos que desde hace un tiempo los discursos por la seguridad están entre los más taquilleros de nuestro país. Tenemos un trabajo inmenso que hacer en ese debate que se da en registros modulados por la derecha. No para pedir leyes, policías, refugios o brigadas de rescate, aunque también sean necesarios, algunos más que otros. Sino para aportar una agenda que ponga en primer plano nuestras habilidades para sobrevivir y todo lo que atenta contra ellas. No es cualquier seguridad la que necesitamos. Es una política integral, articulada con la educación sexual, antidiscriminatoria, en la que el cuidado y la defensa personal tienen que ser protagonistas. Una política integral que dispare contra las relaciones de poder y las ideologías que las legitiman, contra las desigualdades y los privilegios de todo tipo. También los que predica este chanta de San Valentín.

* Investigadora del Iiege/UBA y militante de la agrupación Macacha Güemes.

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