libero

Lunes, 9 de junio de 2003

Soborno Sospecha Silencio

 Por Gustavo Veiga

“Le tengo bronca al silencio / por lo mucho que perdí... / Que no se quede callado / quien quiera vivir feliz”.
Atahualpa Yupanqui

El planeta fútbol comienza a recalentarse porque los campeonatos van llegando a su fin. Crecen las sospechas de incentivos y prácticas indecorosas, muchos dirigentes se ponen nerviosos y casi nadie se atreve a decir “Esta boca es mía”. En ese marco, no viene mal recordar que continúa abierta una causa por intento de soborno en la Justicia de Comodoro Rivadavia en la que, por ahora, no se han percibido demasiados progresos. Lo extraño es que el imputado, Jorge Alberto Farías, resultó sorprendido in fraganti cuando intentaba entregarle 4800 pesos al árbitro Luis Bongianino en la noche previa a un partido de la B Nacional entre la CAI y San Martín de Mendoza. Y que, un par de días después, el ex referí y dirigente gremial Guillermo Marconi denunció “una industria del soborno” en el fútbol argentino.
Esta situación que cuestiona la credibilidad ya deteriorada de los torneos que organiza la AFA avanza por dos caminos que se bifurcan. Uno, el deseable, conduce al esclarecimiento total del episodio con sus responsables juzgados y debidamente sancionados. El restante, más tortuoso y prolongado, dejaría otra vez instalada la sospecha de que algo huele a podrido en nuestras canchas.
A cinco semanas de la detención del ignoto Farías (trascendió que era ex dirigente de Defensores Unidos de Zárate y empleado de un estudio jurídico de la Boca), son escasos los datos que trascendieron de la investigación desarrollada por el juez José Rago desde el 3 de mayo. Alejandro Carrizo, un periodista del diario Crónica de Comodoro Rivadavia que cubre el caso, sostiene que en esa ciudad “el tema se menciona muy poco”. El magistrado estuvo abocado en los últimos días a la confección de un cuestionario que pretende hacerle llegar al presidente de Instituto de Córdoba, Diego Bobatto, quien sugirió que se investigue a los clubes Quilmes y Almagro por el episodio ocurrido en Chubut. Según este dirigente, una hipótesis sobre la tentativa de soborno sería que “se haya querido perjudicar al rival de la CAI, o sea San Martín de Mendoza, para beneficiar a otro que peleaba por el ascenso junto con los mendocinos. Por lo tanto, teniendo en cuenta esta hipótesis, habría tres clubes que se beneficiarían si perdía San Martín (por el contrario, se dio el resultado inverso), y que serían Instituto, Quilmes y Almagro”.
Las declaraciones formuladas por Bobatto hicieron que el caso recobrara vigencia y hasta motivaron una respuesta sarcástica de José Luis Meiszner, su colega de Quilmes: “¿Quién dijo eso? ¿Julio Verne? Es una fantasía...” Cuando registró la repercusión que habían tenido sus palabras, el presidente de Instituto quiso volver sobre sus pasos, pero ya era tarde. Ahora deberá responderle al juez Rago qué quiso decir y también al Tribunal de Disciplina de la AFA, que sustancia un expediente en donde ya declararon Bongianino, sus jueces de línea Carlos Celano y Marcelo Negrete y un empleado de la AFA apellidado Guzmán. Si el testimonio de Bobatto es considerado de interés para la causa, los dichos del ex árbitro y abogado Marconi no tendrían que soslayarse. Incluso, porque sugirió que tenía una lista con los nombres de tres sobornadores y hasta denunció a través de su sindicato, el Sadra, que “existen inescrupulosos y delincuentes que están haciendo de este quehacer una profesión”.
Líbero pudo constatar que uno de los desconocidos personajes que integran la lista de Marconi se llama Edgardo Díaz, sería oriundo de Rosario y viaja a menudo por el interior del país traficando influencias que no poseería. Incluso, a este individuo lo detectaron cuando intentaba ofrecer sus servicios en algún partido de la Copa Libertadores, con el discurso de que tiene influencia sobre ciertos árbitros permeables aescuchar propuestas indecentes. La conducta de sujetos como el tal Díaz habría derivado en que dirigentes incautos y no tanto, fueran desplumados para lograr por medio de sobornos lo que sus equipos no podrían conseguir durante noventa minutos de juego. “Son los buscas”, como ya los definió Marconi en este diario el 12 de mayo.
Sobre este tipo de traficantes de resultados, Raúl Gámez, el presidente de Vélez, sostiene que “existen, claro, y son vivos que quieren ganar plata y ensuciar a la gente. Cuando era nuevo como dirigente escuché hablar de ellos. Se decía que había algunos en Rosario y Santa Fe...” Por su parte, Javier Castrilli, el flamante director de Seguridad Deportiva, cree que “está todo podrido y es doloroso aceptarlo porque hay mucha gente que no tiene nada que ver con estas cosas”. El ex árbitro y ahora funcionario recuerda que mientras mantuvo su actividad en el fútbol “nadie, en veinte años, me vino a proponer algo así”.
A quien sí le habrían sugerido un acto reñido con el fair play es a un jugador de la quinta categoría de la AFA. Se trata de Darío Dubois, del equipo de Victoriano Arenas, quien el sábado 31 de mayo, entrevistado en la transmisión de “Ascenso 950” por Radio Belgrano, denunció: “El presidente de Juventud Unida nos ofreció plata para perder, para que ellos ganen y para que él entrara en una reelección de San Miguel. Rata inmunda, jugamos gratis e igual queremos ganar y nos ofrecen plata; igual, no la vamos a recibir... pero es un político, qué se puede esperar de él?” La denuncia de Dubois apuntaba a Juan José Castro, quien además es vicepresidente de la divisional y en un reportaje posterior que le realizaron los mismos periodistas –Andrea Muñoz, Adrián Finola y Daniel Barreto– negó la acusación y vaticinó que el denunciante “tendrá que rendir cuentas por lo que dijo, me lo va a tener que comprobar, porque esto no va a quedar así”.
Hay que subrayarlo. Este episodio involucra a clubes de fútbol amateur, que se rigen por los estatutos de la AFA. Y habría adquirido otra dimensión si los protagonistas hubieran pertenecido a las categorías superiores del fútbol argentino. Ante este tipo de sucesos, la peor opción es el silencio, como nos señalaba Yupanqui.

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