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Lunes, 26 de marzo de 2007

FúTBOL › POR QUE ESTE RIVER ES EL MISMO QUE VENCIO A QUILMES

Ayer le faltó el final agónico

 Por Daniel Guiñazú

No hubo ninguna diferencia, salvo lo obvio del resultado, entre aquel River que les ganó a Lanús, Arsenal y Quilmes en la última pelota del partido y éste que perdió con los jujeños de Gimnasia. Aquellas veces, el éxtasis final disimuló las carencias que mostró el equipo de Passarella en cuanto a generación de juego. Ayer no hubo nada que celebrar y toda la calidad que le viene faltando a River en el Clausura y la Copa quedó al desnudo sin maquillajes ni pretextos.

Podrá decirse que a River lo complicó el esquema de espera que armó Gimnasia de Jujuy en su propio campo. Y se estará diciendo sólo una parte de la verdad. Es cierto que Mario Gómez acomodó seis volantes para trabar el arranque riverplatense en la mitad de la cancha. Pero no estuvieron allí los problemas. River pasó rápido por los costados con las subidas de Ferrari y Villagra y los desenganches de Galván y Belluschi. La cuestión fue que, de allí en más, la creatividad y la inteligencia estuvieron ausentes para perforar un agrupamiento tan denso y aplicado. Y que se confundió atacar con el impulso de ir hacia adelante. River quiso ganar de prepo, a puro centro y pelotazo. Antes pudo conseguirlo. Ahora, no.

Lo peor de todo es que no se advierten variantes en el poblado banco de Passarella como para alterar este estado de cosas que ha generado tres derrotas en diez partidos, sumando el torneo local y la Libertadores. No es novedoso que Zapata, Sambueza y Augusto Fernández están para otras funciones. Y la importancia de Ortega, en este momento de su carrera, se condensa más a lo que transmite y representa para sus compañeros y para la gente que a lo que juega o puede llegar a jugar.

Además, el experimento Belluschi no ha resultado. Passarella derramó sobre sus espaldas la responsabilidad de ser el conductor sin serlo. Y los hechos demostraron que el rosarino, por demasiado acelerado y vertical, no era el jugador indicado para pilotear a River. El técnico se dio cuenta. Lo mandó a jugar por los costados (contra Arsenal y Quilmes por la derecha, ante los jujeños por la izquierda) y puso en su lugar a Ahumada para acompañarlo a Ponzio, con lo cual el problema esta ahí, latente, esperando una solución que está a la vista, pero que no parece a mano.

Por eso a River le pasa lo que le pasó. Se aburre de tener la pelota la mayor parte de los partidos, pero no fabrica situaciones en relación con esa tenencia que termina siendo improductiva. Y un equipo como Gimnasia de Jujuy, con orden y no mucho más, acaba ganándole en su única estocada del segundo tiempo. River gastó una fortuna para armar un equipo campeón de todo. Pero su actuación, hasta aquí, recuerda aquel viejo refrán futbolero, ese que dice que la plata no produce fútbol, pero que el fútbol sí produce plata.

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Rosales y Almada.
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