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Domingo, 26 de septiembre de 2004

PEDIDO DE REEDICIóN > LA NOVELA PORNOGRáFICA DE DAVID VIñAS

Un Dios cotidiano

Cuenta Viñas en el prólogo de esta edición de 1996: “Debe ser una novela pornográfica”, me insinuó, sonriente y maligna, Silvina Ocampo cuando le conté el argumento de Un dios cotidiano. Estábamos apoyados en la balaustrada de un balcón y allá abajo Buenos Aires se hacía la muerta. Pero la verdad, me parece, que mirándola a la distancia (si cabe) esta novela no es pornográfica. Quizás obscena, eventualmente insolente o provocativa, sobre todo si se tiene en cuenta el año de su entrada en la calle. En 1957, Un dios fue publicada en la antigua editorial Kraft. Se había convocado a un concurso en cuyo jurado figuraban, entre otros, H. A. Murena y Luis Emilio Soto (...) Pues bien: Soto y Murena apoyaron la publicación de Un dios cotidiano. Pero los otros miembros del jurado y el representante de la editorial Kraft resolvieron agregar un aviso en la portadilla del libro advirtiendo que discrepaban categóricamente con algunas escenas de mi novela. Parecería cierto entonces: Silvina Ocampo tendría razón, Un dios era pornográfica. Quiero decir, para la mirada de los señores de la benemérita editorial Kraft. Sus ojos ni su presunta moral toleraban algunas escenas de violencia que ocurrían en el imaginario Colegio de la Cruz. Han pasado cuarenta años desde la primera edición de Un dios. Habrá que ver si los lectores de 1996 tienen la misma susceptibilidad de los censores “krafkianos”. O si más benévolos o experimentados, apenas se sonríen cuando un alumno llama al protagonista, el Padre Ferré, y bruscamente le muestra su sexo desnudo”.
¿Qué leerían los eventuales lectores de una nueva edición de 2004 o 2005? Por empezar, podrán darse cuenta que Un dios cotidiano es una novela de un interés absorbente y, además, bastante insólita por su ambientación y temática, en la literatura argentina. Este libro, además, fue objeto de una puntuda reseña de Oscar Masotta que luego fue recogida en su libro Conciencia o estructura en 1969. En fin, si bien ya el aspecto porno no le movería un pelo a nadie, la potencia y capacidad revulsiva de Un dios cotidiano siguen intactos. Gran novela, merecedora de relecturas y nuevos lectores.

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