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Domingo, 26 de noviembre de 2006

POLEMICAS

El imitador de Pynchon

Muy lejos de provocar una ditirámbica celebración, la aparición del nuevo libro de Thomas Pynchon desató una catarata de críticas demoledoras, llegando a sostener que parece escrito por un imitador malo del autor. ¿Será una estrategia a ver si así da la cara?

Desde su primera novela V (1963), Thomas Pynchon ha sabido esculpirse una efigie única en la literatura norteamericana. Efigie monumental, pero sin rostro, sin presencia pública, sin entrevistas, sin fotografías ni domicilio fijo, que sólo habla oblicuamente, a través de novelas gigantescas que segrega desde madrigueras ocultas. En 1997 publicó Mason & Dixon, de casi ochocientas páginas. Debe el título a sus protagonistas: los dos peritos topógrafos británicos que en el siglo XVIII fijaron el límite entre los estados de Pennsylvania y Maryland —la frontera donde comenzaba la esclavitud—. Ahora, a los sesenta y nueve años Pynchon terminó Against the Day, son 1120 páginas, y desde el martes lo ofrecen las librerías norteamericanas. Con ella, Pynchon regresa a una escena contemporánea y abandona la tensión sexual no resuelta entre dos hombres que era el encanto que sostenía —como por arte de magia, sin realismo— a su novela anterior.

Habitualmente, en el mundo anglonorteamericano, las editoriales bien instaladas hacen llegar a los medios volúmenes de los libros antes del lanzamiento oficial, para que la publicación de reseñas y comentarios coincida con la distribución. Decir que la crítica no fue favorable con Against the Day es una figura de simulación irónica. “Parece una imitación de Pynchon escrita por un fan tenaz pero idiota y drogado”, estalla Michiko Kakutani, del New York Times. Que agrega que las mil cien páginas componen “un rompecabezas monstruoso, pretencioso sin ser provocativo, elíptico sin ser iluminador, complicado sin ser complejo”. También cáustico busca ser el New Yorker, que lo califica de “novela sin forma, metros y metros de papel llenos de adornos al estilo de Pynchon”.

“Ni siquiera Pynchon entiende lo que escribe”, se pronuncia el semanario Time. “Uno puede pasarse veinte horas leyéndolo encerrado en un bunker sin interesarse ni por una coma”, comenta el Seattle Time. Se trata de un regreso del autor al realismo mágico que ya florecía en su primera novela, donde eran conspicuos personajes los lagartos albinos de las cloacas de Nueva York. En Against the Day hay una inmersión casi fatal en un estanque de mayonesa, hay un perro que lee en francés, se visita un legendario reino de Shembala en el Tíbet, una misteriosa explosión estalla en Siberia en 1908. Pynchon se extiende entre la Revolución Industrial y la Revolución Mexicana y mueve a decenas de personajes que representan las ansiedades de nuestra era tan capitalista.

Durante décadas, Pynchon supo ser elogiado, porque encarnaba un canon estético de las academias y de los medios gráficos, que cortejaban su imagen de elusiva celebrity. En los ‘60 halagaba el simbolismo de los religiosos New Critics en decadencia, a la vez que anunciaba la aurora del realismo mágico, en los ‘70 fue el heraldo de la metaficción, en los ‘80 del posmodernismo, en los ‘90 encarnó la resurrección de la novela histórica. Las voces en su contra, como las de Gore Vidal o Dale Peck, quedaban asordinadas en la algarabía. Hoy los críticos, sin decirlo, parecen coincidir en que esta última novela le daría la razón a Vidal: cada escritor tiene que pensar, antes de agregar una sola palabra más a la página.

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