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Domingo, 7 de enero de 2007

DE COLECCIóN

Viejos tangos y nuevos poetas

Nuevas traducciones, cuidado arte de tapa, poesía, narrativa y ensayo. La variedad y el trabajo puntilloso son los rasgos destacables de los libros de Selecciones de Amadeo Mandarino.

 Por Rodolfo Edwards

Homenajeando a un cantante de tangos de la vieja guardia y al logo de la legendaria revistita Selecciones de Reader’s Digest (que hiciera estragos en los hogares argentinos de los ‘60), la editorial Selecciones de Amadeo Mandarino lleva veinticinco títulos publicados, alternando poesía, narrativa y ensayo en similares dosis. El proyecto se inició en el año 1998 bajo la batuta de Darío Rojo, que trabaja junto a un eficaz grupo de traductores. Los libros de este sello tienen un cuidado arte de tapa y una prolija encuadernación, y así zafan elegantemente de la pantanosa zona de la subedición, donde a veces proliferan la anarquía estética y el mal gusto. La selección (valga la redundancia) del material publicado manifiesta una estricta preocupación por la publicación de exquisitos libros de autores nacionales y extranjeros que han tenido escasa o nula difusión en el mundo editorial argentino.

En poesía se destacan varios títulos de algunos poetas de la tan mentada “generación del ‘90”. En la colección encontramos, por ejemplo, Segovia de Daniel Durand, un libro que se difundió en ámbitos especializados casi secretamente, a través de algunas lecturas públicas, revistas de escasa circulación y mediante copias que pasaban de mano en mano (viejo truco que era muy habitual antes de la entronización de Internet) y así se fue constituyendo en uno los textos más influyentes de la época dejando, quizás involuntariamente, una confusa descendencia que malinterpretó cierto tono realista que campea en los poemas con un naturalismo tribunero. “Yo escribí una cosa llamada poema/ para Elida, porque me enamoré de ella/ y lo escondí arriba del ropero;/ después me fui en la bicicleta y lo tiré / por el ferrocarril, para que nadie se entere que me gusta/ la poesía/ y Elida”, dice Durand en el poema “Caballitos de Troya”. Es un campo, de José Villa, propone una praxis poética alejada del todo de cualquier enlace que la ligue a la verbosidad extenuante de la contemporaneidad, denotando así la diversidad de estéticas que animó a la susodicha generación. Villa se decide por el detalle, por el acercamiento microscópico a símbolos que expresen el desconcierto ante todo lo existente: “alma sobre alma hormigas, troncos, aparecidos, huesos, pájaros y perros/ camafeos, cantos, insectos,/ plazas repletas de sandías”, enumera en el poema que da título al libro.

En el área ensayística resaltan trabajos como La nuez de oro y otros ensayos, de la escritora italiana Cristina Campo, que recopila todos los artículos que publicó en la Revista Sur, en la década del ‘60 (“Pues si la atención es espera, aceptación ferviente, valerosa de lo real, la imaginación es impaciencia, fuga de lo arbitrario: eterno laberinto sin hilo de Ariadna. Por ello el arte antiguo es sintético; el arte moderno, analítico: un arte que opera por pura descomposición, como conviene a un tiempo nutrido de terror”).

Enaltecen la colección dos libros del célebre autor de la novela Adolfo, el suizo Benjamin Constant, con traducción y estudios previos a cargo de Jorge Salvetti: El cuaderno rojo y Diario íntimo (en primera versión castellana), este último pletórico de personajes como Goethe, Schiller o Napoleón. Además, en las Selecciones de Amadeo Mandarino nos podemos topar con joyitas de Cavalcanti, Wallace Stevens y Pier Paolo Pasolini.

(Los libros se consiguen en www.librerianinon.com)

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