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Domingo, 17 de julio de 2011

El hombre que está solo y se piensa

En una nueva entrega de su obra, Andrés Rivera recrea una noche de su alter ego Arturo Reedson entre el whisky, el insomnio y la historia. El recuerdo, contra el olvido, en un balance acerca del sentido de la experiencia.

 Por Sebastian Basualdo

El Kadish es una plegaria que los judíos creyentes recitan desde la época talmúdica en honor a las personas que amaron. Y Kadish es también el título que Andrés Rivera eligió para retomar a su alter ego literario, Arturo Reedson, en un nuevo capítulo de una obra que en los últimos años fue avanzando en entregas breves, concisas y punzantes, que han generado una expectativa en sus lectores y una extraña forma de adicción. El “último Rivera”, debatido, fascinante y esencialmente fragmentario, está de regreso.

La conciencia es dialógica y la obra de un escritor, también. Sobre todo cuando ha quedado algo por decir y las palabras corren el riesgo de convertirse en un paréntesis entre dos nadas. Y volver al silencio. Por eso antes habrá una noche más, una noche que se configura alrededor del insomnio y la memoria. “Arturo Reedson se pone de pie y, lentamente, levanta su vaso de whisky. Y, lentamente también, casi pudorosamente, dice lejaim.” Necesidad de instalarse en el pasado y resignificar el presente. Eso es lo que va a hacer de un momento a otro Arturo Reedson desde su departamento de Belgrano: entregarse a la arbitrariedad del recuerdo y habitar un instante como quien está a punto de descubrir algo, puede ser un diálogo breve con Onetti o con un teniente primero cuando, bajo la presidencia de Perón, cumplió la conscripción en la Primera Compañía de Abastecimiento, o acaso evocar una mujer como Pirí Lugones, la belleza de otra mujer como Cecilia Dolchinsky y no tardar demasiado en meterlas a las dos de lleno en lo más descarnado de la historia argentina: “Cecilia Dolchinsky es –o era– una experta en explosivos: dinamitó a un almirante una noche de 1978, invierno de 1978, mientras el almirante dormía”.

Kadish. Andrés Rivera Seix Barral 67 páginas

Y entonces, a partir de ahí, Kadish se abre como un abanico a través de la capacidad narrativa de Andrés Rivera. No se trata ya del ritmo, ni de la cadencia tan característica en su prosa sino del modo en que presenta a un hombre pensándose, un hombre con experiencia. Y solo. Porque experiencia significa recuerdo acumulado. Antes de que todo termine Arturo Reedson surge en medio de la noche como la síntesis misma de su cultura y su tiempo. “¿Cuántos años tenés vos, Arturo Reedson? Orillás los 82, Reedson. ¿Y qué carajo hiciste a lo largo de ese famélico peregrinaje?”.

La respuesta a esta pregunta se encuentra en la enorme obra narrativa que Andrés Rivera ha erigido a partir de El precio (1957) hasta hoy con Kadish, novela que el lector deberá ubicar en el medio de dos obras anteriores que, naturalmente, responden a la lógica de su saga autobiográfica; nos referimos a Esto por ahora (Seix Barral, 2005) y Punto final (Seix Barral, 2006), donde Arturo Reedson finalmente muere.

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