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Domingo, 22 de enero de 2012

El intruso

Mientras en los últimos años se reeditaron varios de sus libros fundamentales, Enrique Medina sorprende nuevamente con un heterodoxo volumen de relatos. En El último argentino importa, a pesar de tratarse de un autor como Medina, la carga de violencia física y sexual, la crudeza expresiva que luego da lugar a una reconstrucción de la propia figura literaria, entre Borges y Céline. Cómo leer a Medina, cómo se lee Medina a sí mismo, ambas posibilidades en un solo libro.

 Por Luciana De Mello

Con la reedición de Las Tumbas y Las muecas del miedo en 2008, parte de la obra de Enrique Medina encontró una relectura entre la crítica, luego de varios años de silencio ante las novelas que siguieron al impacto que fue Las Tumbas en la década del ’70. Silencio debido en gran parte a la prohibición que sufrió el autor antes y durante la última dictadura militar. Así es que marcando un camino de destierro, los libros de Medina fueron traducidos a otros idiomas, se publicaron en Europa y Estados Unidos, donde captaron la atención de la crítica de academias extranjeras, especializadas en esta vasta geografía narrativa a la cual se empeñan en llamar Literatura del Cono Sur. Luego de la vuelta a la democracia, quizás una de sus novelas más contundentes haya sido Gatica, una biografía ficcional del boxeador de Evita y Perón, que a diez años de su publicación fue reeditada el año pasado con algunas correcciones del autor. Al igual que El fiera, el pibe y los otros, este último libro de Medina es una recopilación de relatos construidos, en su mayor parte, sobre una narrativa de la hipérbole, una escritura desesperada de la exageración, aunque El último argentino se diferencia del libro anterior por la desmesura de su salvajismo. Repleto de historias violentas, con un alto grado de erotismo –y sadismo–, estas narraciones caóticas dialogan a los gritos con otros géneros, otros textos, otros autores, con fotografías reunidas que tratan de dar cuenta sobre el verosímil de los relatos que entre la crónica y la ficción hablan, sin sutilezas, de un país que se derrumba.

La primera parte del libro está cruzada por una violencia verbal explícita, donde se relatan historias de sexo, amor, droga y muerte en las que una niña cuenta de qué manera su hermano asesina a la madre de ambos, una bailarina de striptease sueña con ser madre aunque no pueda debido a la cantidad de abortos que se ha hecho en su vida, y mientras describe su paso de gloria por los escenarios de los cabarets, intercala escenas en las que su novio narco asesina prostitutas con una sierra eléctrica mientras les hunde la cabeza en montañas de cocaína. Hay una casa que se cae a pedazos sin explicación mientras un intruso destruye física y moralmente a toda la familia que la habita; hay boxeadores perdedores como mínimo, y amantes adictas al suicidio, de eso también. La segunda parte del libro se llama “Guiños”, y el narrador es el mismo Medina que cuenta anécdotas y reflexiones, todas unidas a un eje común: cuando no se narra el encuentro del autor con personalidades sobresalientes de diferentes estratos de la cultura, hay una reflexión de Medina narrador sobre su propia obra, o la de algún escritor del canon literario que puede ser Borges, Céline, Balzac o Víctor Hugo. Los guiños en este libro son algo que llama la atención ya que luego de la recopilación de historias que son, en su mayoría, un muestreo de sangre y atrocidades, la operación literaria que procura el narrador se aleja de la pura ficción para acercarse más a lo que sería el relato de la construcción de una figura de escritor.

El último argentino. Enrique Medina Galerna 254 páginas

Ya desde el prólogo, David Foster, el crítico norteamericano de Enrique Medina, que ha hablado de su obra dentro del contexto de los escritores censurados durante la dictadura, escribe en este comienzo sobre un autor no valorado, o hasta injustamente olvidado por sus contempóraneos argentinos. El final del libro, la tercera parte, es un cuento largo y de un estilo que recuerda a Kordon, sobre un linyera que trabajaba para los servicios como enterrador de los cadáveres asesinados por la dictadura y que ve estallar, cual torres gemelas, los edificios opulentos de la ciudad como el Congreso de la Nación, el Palacio Barolo, el Kavanagh, la alta cultura porteña hecha añicos. Medina las destruye en este relato y sin embargo, en su afán por reconocerse por un lado como autor de los márgenes, Medina ni siquiera nombra a Arlt, que es quien mejor podría acercársele como padre literario. Una y otra vez el autor levanta a Borges, a Céline, a Balzac. Pero ¿qué es lo que reconoce de cada uno? Cómo arma su árbol genealógico, es la cuestión. Con Borges, su narrador tiene una disputa, literaria al parecer. Interpela en uno de sus relatos, “Entre Borges y Rita Hayworth”, al escritor Borges que en una lectura radial de sus poemas ha decidido cambiar algunas palabras más canyengues por otras más estilizadas. En ese diálogo a contrapunto que sostiene con el escritor, la puñalada final es por una mujer. Los dos hombres la aman, como en “La intrusa”, y Borges le reprocha a Medina que él tuvo la gracia de tomar un whisky con ella. Pero lo amaba a usted, Borges, ella me lo dijo, remata Medina, recreando así un diálogo donde la disputa primero se concentra en el lenguaje para pasar luego al amor de una mujer. Igual que en un tango. De alguna manera, Medina rescata al Borges orillero, ahí donde pueden compartir el barro.

Y ahí nomás la evidencia, como en cada una de las crónicas en las que se encuentra con una gran estrella, la foto con Borges trajeado y Medina de campera jean, encarnando a dos compadritos de distintas épocas. Y en la otra foto está Medina con Rita, su trofeo, sonriéndole embobado.

El libro cierra con las notas que el linyera del cuento “El último argentino” llevaba junto con sus libros, como única pertenencia, dentro de un carrito de supermercado. Las anotaciones son entradas del diccionario de la RAE, del María Moliner, del Larousse sobre los diferentes significados de las palabras País, Nación, Estado, Pueblo, Política, Libertad, Justicia y Patria. Las fotos que le siguen al índice del libro son las tapas de todos los libros de Medina, en cada una de sus diferentes ediciones, en cada idioma en los que fueron traducidos, fotos de todos los libros en el que aparece su nombre: el último argentino, Enrique Medina, en su épica tarea de no ser olvidado.

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