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Domingo, 1 de febrero de 2004

Ética de la memoria

El pasado, la memoria,
el olvido
Paolo Rossi

Trad. Guillermo Piro
Nueva Visión
Buenos Aires, 2003
238 págs.

 Por Rubén H. Ríos

Los nueve ensayos que componen este celebrado libro de Paolo Rossi (Premio Viareggio de ensayo en 1992) tienen por objeto ese difícil entramado, esa inextricable maraña donde se mezclan la memoria del olvido, el olvido de la memoria, el olvido del olvido, el olvido del olvido del olvido.
Por ejemplo, se ha olvidado el ars memorandi anexo a la retórica desarrollado entre los siglos XV y el XVII, pero que ya conocían Cicerón y Quintiliano, Alberto Magno y Santo Tomás, y practicaron Vico, Bacon, Giordano Bruno, Lullio, Leibniz, Hume. La primacía de lo imaginario en aquellos ejercicios para memorizar e impedir la distracción del olvido se extendería en los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola o en la imaginación visual de las teorías de Einstein, hasta llegar –significativo periplo– a las técnicas publicitarias de nuestras época, que provocan por medio de la imagen (los antiguos ya usaban también el sexo como artilugio) la memorización de la mercancía. En cambio, los memoriosos de hoy, las mnemotecnias, no son más que fenómenos de circo, hipertrofias de la memoria o patologías psiquiátricas.
El siglo XX habría sido la cumbre de la destrucción del pasado: incendio de libros y bibliotecas, adulteración de archivos y de documentos, reescritura de obras completas de historia, supresiones y censuras de textos literarios y políticos, ocultamiento de testimonios históricos, invención de un pasado adecuado a los intereses del presente, al fin desaparición de las personas ligadas a ciertos acontecimientos y eliminación del recuerdo de esa desaparición. De una u otra forma, en algún momento la experiencia de las humanidades históricas ha sido sometida por aparatos de restauración, neutralización, reconstrucción, falsificación, interpretación, sin que nadie (o pocos) advirtieran el asesinato de la memoria. Vivimos, diría Rimbaud, el tiempo de los asesinos.
El punto crucial es que, según nos recuerda Rossi, ningunos de los padres de la modernidad (de Francis Bacon a Newton) se dejó hechizar por el tiempo lineal del progreso ilimitado a costa del olvido de las “etapas” previas; tampoco cayeron bajo su influjo Maquiavelo, Vico, Bruno, los libertinos, Nietzsche, Spengler, Arnold Toynbee, por nombrar algunos. Al parecer, y desde hace mucho, se libraría una guerra entre los ejércitos del olvido y la memoria.
Si hay una respuesta a este dilema se encuentra (y apenas esbozado) en el inquietante y magnífico ensayo que Rossi le dedica a la memoria, al cerebro y a la inmunología. En pocas palabras: tanto como el aprendizaje cultural produce mutaciones en las conexiones neuronales, en los genes y posiblemente en la anatomía (de acuerdo al Premio Nobel en Medicina en 2000, Eric Kandel), así también todo proceso inmunológico supone la generación de una memoria similar contra cualquier agente patógeno. Desde este punto de vista, las enfermedades inmunológicas se deberían o a una pérdida de memoria biológica o una carencia de ella ante la agresión de agentes patógenos desconocidos en el ecosistema del organismo. Sin embargo, ciertos estudios realizados sobre algunas muestras de ADN de una cebra africana extinguida, una momia egipcia, un grano de maíz peruano dedos milenios de antigüedad han localizado una “memoria fósil” que abonaría la primera hipótesis, la de una inmunidad innata desactivada a lo largo de la organización de la vida.
Como sea, habría algo así como una “ética” de la memoria, sino fuera que a veces no es más (ni menos) que un clamor por la sobrevivencia de las comunidades, las culturas, los individuos. En toda política del olvido (y hablar de la memoria sería impedir justamente ese olvido del olvido), se resume para Rossi la opresión de una percepción paranoica del mundo que pretende someter a su imagen y semejanza la historia entera de los hombres, y aún la prehistoria que persevera en el cuerpo, los sueños, el arte. Evitar que el vasto continente del pasado se esfume, evitar el olvido de la memoria: no habría quizá una tarea más urgente en la época que ha hecho de la historia un interminable montón de ruinas.

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