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Domingo, 10 de marzo de 2013

CEAUX: LA BIOGRAFíA COMO AMISTAD PóSTUMA

De Hergé a Derrida

 Por Pascal Ceaux

Benoît Peeters nunca terminará con Derrida. A pesar de haber pasado tres años íntimos, tres años sumergido entre documentos, escuchando los testimonios de vida del filósofo siempre caótico y a veces increíble, el autor de la primera biografía de Jacques Derrida (1930-2004) confiesa: “Voy a continuar viviendo con este libro”. Y quizás también con este hombre singular –pensador que creó un mundo propio surcado entre la filosofía y la literatura– al que Peeters se siente ligado, a partir de ahora, por una suerte de “amistad póstuma”.

El sentimiento es más fuerte en tanto que el encuentro no fue premeditado. Ahora, con cincuenta y cuatro años de vida, Peeters se hizo conocer por el gran público gracias a Tintín. La vida de Hergé es la vida que el quiso contar desde su juventud. Está, por lo tanto, íntimamente ligado a la trayectoria de su compatriota belga, a tal punto que produjo en 2002 una biografía de cabecera: Hergé, hijo de Tintín (Flammarion). Escribió también historietas, novelas, relatos y fragmentos de todo tipo.

Pero a pesar de eso, Jacques Derrida no le resultaba tan lejano. Licenciado en filosofía, alumno de Roland Barthes, estrella de la escena intelectual, Benoît Peeters nunca dejó de leer al inventor de la deconstrucción, ese “artista del concepto”, como él lo define. “En una oportunidad lo fui a ver porque había publicado, en 1985, con Marie–Françoise Plissart, un relato fotográfico y él aceptó escribir un comentario para acompañar nuestro trabajo.”

Sin embargo, cuando decidió escribir una biografía, no pensó espontáneamente en Derrida. Jean-Luc Godard y Barthes le daban vueltas. ¡Pero no! Ya se había hecho. Muy complicado. El filósofo ofrecía la ventaja de un terreno virgen. “El corpus de documentos accesibles era importante, explica Peeters, al igual que la cantidad de testigos vivos para entrevistar.” No había más que una condición que cumplir: conseguir la autorización de la viuda de Jacques Derrida. “Ella pudo haber abortado el proyecto. Fue muy considerada y nunca pidió releer el libro: ni ella ni yo deseábamos una biografía autorizada.”

Así pudo comenzar la investigación sobre el niño judío de Argelia, expulsado del colegio por las leyes antisemitas de Vichy, el estudiante desarraigado, afrontando las angustias del ingreso a l’Ecole Normale Supérieure, y después de la admisión, el pensador incongruente que se establece fuera de la Universidad, fuera incluso de Francia, porque es Estados Unidos el primer país en propulsarlo al rango de héroe del pensamiento. Benoît Peeters no esquiva ningún tramo de ese trayecto a través del cual Derrida se revela, rápidamente, como un maestro estratega. “Es el filósofo que más viajó en la historia. Y lo hacía para ofrecer su palabra. Yo lo comparo con San Pablo por su esfuerzo en conquistar los espíritus, evitar el cisma y los desvíos.”

Al final de esta larga investigación acerca del hombre, Benoît Peeters sintió sólo un fuerte arrepentimiento. No haber podido dar con Sylviane Agacinski, la filósofa y esposa de Lionel Jospin, quien antes de casarse vivió, durante diez años, un amor secreto con Jacques Derrida. “Quizás la publicación de la biografía la haga cambiar de opinión”, se ilusiona Peeters, dispuesto a retomar su trabajo “de acá a algunos años”, aunque sean muy pocos los trozos que encuentre de esa vida de la que ya sabe demasiado. Decididamente, no terminamos con Derrida.

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