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Sábado, 5 de mayo de 2007

DEMOLICIONES

Un bochorno tucumano

Una empresa comenzó a demoler el Mercado de Abasto construido por Alberto Prebisch en 1927, con permiso municipal y todo. Pero el enorme edificio es patrimonio cultural provincial y la municipalidad “se olvidó” de cumplir los pasos obligatorios. Escándalo y suspensión de obra.

 Por Sergio Kiernan

La municipalidad de Tucumán suspendió el permiso de una obra de supuesto reciclado del Mercado de Abasto de la ciudad, después de ensordecedoras protestas de la Junta Histórica local y de grupos preservacionistas. Sucede que, supuestamente, se estaba reciclando el gran Mercado para un shopping. Pero en concreto se lo estaba demoliendo casi completamente. Y el mercado es patrimonio cultural de la provincia, por ley. Y, para completar, es una obra temprana, de 1927, de uno de los grandes arquitectos argentinos, Alberto Prebisch.

La foto tomada casi a escondidas que ilustra esta nota muestra la devastación del mercado. Increíblemente, la municipalidad aprobó un proyecto que prevé conservar la fachada neocolonial y la recova, pero implica construir en altura y hacer subsuelos. Sucede que la ley provincial 7535 declara al mercado como pieza del patrimonio cultural de Tucumán e impone no sólo limitaciones a lo que se le puede hacer, sino que prohíbe autorizar proyectos sin aprobación de la Comisión de Patrimonio Cultural de la provincia. En apariencia, con el descaro habitual en este país, nada de eso ocurrió y la municipalidad dio vía libre de forma ilegal.

Prebisch es un representante de esa Tucumán que fue no sólo Jardín de la República sino polo cultural, con una facultad formidable. Nacido en 1899, Prebisch hizo esta gran obra con apenas 28 cumplidos, como que recién salido del taller de Karman y con sus primeras publicaciones teóricas y el iniciático viaje a París ya cumplido. El joven arquitecto ya había ganado notoriedad con su proyecto para la Ciudad Azucarera de Tucumán, junto a Vautier, presentado y premiado en 1924, el mismo año en que publica su monografía sobre el arte de Antoine Bourdelle. Son años en que Prebisch escribe mucho sobre arte, tiene discusiones antológicas con el Salón Nacional de Bellas Artes presidido nada menos que por Martín Noel –eran épocas en que los arquitectos todavía eran cultísimos y se veían como artistas, no como despachadores de hormigones– y plantea vanguardias diversas.

Curiosamente, el mercado casi demolido es un amplio edificio neocolonial, una rareza en el catálogo de un arquitecto que concibió el Obelisco, el cine teatro Gran Rex y una gran cantidad de edificios públicos y privados de diverso porte pero indudable afiliación al movimiento moderno. Prebisch se mudó todavía joven a Buenos Aires y llegó a ser intendente en el gobierno de Guido, y tuvo muchos años de política de planeamiento en la municipalidad porteña.

Hoy, su mercado parece una pila de cascotes sobre el que se alzan paredes cribadas y un cartel que avisa que la obra está a cargo de la empresa Demoliciones Mitre. Nadie pudo encontrar rastro alguno de que se hayan cumplido los trámites legales para tocarlo: formación de una comisión ad hoc que revise el proyecto y emita un informe, aprobación por la comisión de patrimonio cultural permanente de la provincia, giro de sus conclusiones a la municipalidad. Todo indica que las autoridades municipales simplemente desconocieron la ley, en el sentido de que no sabían ni siquiera que eso era patrimonio, o que no les importó ni el proverbial pito.

El consejo superior de la universidad local reclamó que la intervención en el mercado “se haga respetando la legislación vigente sobre preservación del patrimonio” y pidió intervenir a través de su FADU. El secretario de Obras Públicas municipal, Fernando Insaurralde, comunicó la suspensión de los trabajos en el mercado: “La obra está en una impasse hasta que definamos un nuevo proyecto que estamos discutiendo con la Comisión de Patrimonio de la Legislatura”. La intervención legislativa es porque la legisladora Olijela del Valle de Rivas presentó un proyecto de ley para que se pare todo hasta que haya garantías de que se preservará este objeto patrimonial.

O sea que el intendente Domingo Amaya puede hasta tener una ley provincial votada especialmente para que se acuerde de cumplir otra ley provincial votada hace años y cuide una pieza patrimonial de una manzana de superficie. Es increíble.

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