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Sábado, 29 de agosto de 2009

De cruces & rescates

La reciente Bafweek Buenos Aires fue la oportunidad de dar con Laura Valenzuela, uno de los nombres fuertes del diseño de indumentaria local, que empezó a aplicar su sensibilidad y rescates al mobiliario.

 Por Luján Cambariere

Si bien lo suyo es la indumentaria, pertenece a la segunda camada de egresados de UBA (1993), emblemática por los nombres fuertes (Mariana Dappiano, María Marta Fachinelli, Turquesa Topper), que aportó a la escena local. Laura Valenzuela venía coqueteando hace tiempo con el diseño de mobiliario y objetos. Había indicios. Las ambientaciones de sus show-rooms, estampas con miniaturas de muebles de época que aplicaba a sus prendas y los objetos antiguos que oficiaron en su momento de disparadoras de varias de sus más emblemáticas colecciones.

Lo cierto es que su marca registrada, esa que abona el rescate y rediseño con piezas de antaño que son verdaderas joyas de arte (textil en su caso) para vestidos de novia o de fiesta, no iba a tardar mucho en llegar. Uno de los eventos paralelos de la Bafweek Buenos Aires, celebrado la semana pasada, fue la oportunidad de saber de este nuevo emprendimiento que comienza, en las fronteras del diseño con el arte. Mobiliario resignificado desde su particular sensibilidad, algunos con tesoros de sus colecciones personales de postales, libros para niños y hasta artículos de tocador como polveras, antiguos, a los que les imprime su particular mirada.

–¿Cómo definirías tu estilo?

–A mí me emocionan mucho las texturas y todo lo que tiene que ver con otras épocas. Le doy mucha prioridad a la textura, a lo suave, a lo táctil, a lo áspero, al contraste, a lo que ya no se hace más, a lo visualmente romántico. Y diseño mucho desde ahí. Empiezo con las texturas, de hecho creo que soy más diseñadora textil que de indumentaria. Me gusta crear un estilo que la gente lo vea y no sienta que es una pieza industrial. sino que sienta que es una prenda u objeto que no tiene que ver con una década en especial. Y me gusta también generar en el otro cierta melancolía o sensación de pasado. Suntuosidad con los tejidos.

–¿Todo tiempo pasado fue mejor...?

–En los textiles ni hablar. En el sentido de la dedicación y el tiempo que especialmente las mujeres le ponían a la costura, el bordado, previo a los años ‘50. De hecho en los colegios se daban clases de costura y muchas mujeres hoy por hoy siguen guardando su carpetita de labores. Recuperar eso, desde una mirada más moderna, es algo lindísimo. Sobre todo, cuando lo hacés con diseño contemporáneo, de vanguardia.

–Un rescate y reúso continuo...

–Depende cómo me sienta en el momento en que estoy diseñando. Igualmente siempre trato de mezclar esa cosa de reutilización o de diseño de telas antiguas o de otras épocas con algo que lo contraste. Me gusta la mezcla de lo agresivo con lo suave, de lo masculino con lo femenino, que el diseño no sea obvio. Que no te quede ni de época ni femenino empalagoso. Que tenga un detalle que te remita a otra época pero con una mirada moderna.

–Además, hoy esa mirada tiene un aporte a lo sustentable...

–Yo la tuve siempre, incluso desde la época de estudiantes. Cuando hacíamos las entregas de hecho los profesores lo llamaban el estilo Valenzuela. Pero es cierto y me parece muy valioso pensar hoy desde la indumentaria también en materiales orgánicos o, por ejemplo, el fieltro, materiales con los que estoy experimentando.

–¿Cómo fue tu infancia?

–Bueno, mi papá y mi abuelo tuvieron imprenta toda su vida y yo, de hecho, ayudaba. Me encantaba ir, los lingoteros, las tipografías. Yo hacía trabajos de diseño gráfico estando en el colegio, y cuando me metí en la universidad fue para diseño gráfico y ahí justo salió la carrera de indumentaria y me mudé de carrera. Mi papá hacía muchas impresiones de arte. Muchos libros de arte. Y creo que la cosa del diseño gráfico, los libros, el arte, el papel me influenciaron. En muchos diseños míos hay muchos monogramas o tipografía. Siempre fui muy coleccionista. De ir a San Telmo. Al principio no sabía muy bien para qué. Después empecé a comprar.

–Tuviste una infancia de coser, bordar...

–No, ni era la que tenía la muñeca que vestía. Yo era más la que iba al jardín a buscar pétalos de rosa para picarlos y hacer un perfume. O investigaba las flores, más de la creación personal. De hecho a mí no me gusta la ropa, la moda. No soy fashion victim. Casi no me compro. Me gusta crear y diseñar cosas nuevas. Sensibilizarme con las piezas, las telas, los objetos. Además la palabra moda es un espanto, tiene que ver con lo que se usa y a mí no me interesa lo que se usa, sino lo que trasciende.

–¿Existe una mecánica en tu trabajo?

–A mí me inspira mucho el objeto. Entonces soy de ir a San Telmo y meterme en los mercados. También voy mucho a las ferias de antigüedades de las plazas, de distintas ciudades o pueblos. Y compro cosas que dejo en mi casa, saturada de objetos, y después en base a eso diseño. Quizás a veces ese objeto es fotografiado y contado, o es parte de una instalación que acompaña a la ropa en una muestra o a veces es parte de la prenda. En general es muy disparador e inspirador todo eso para mi trabajo.

–¿Son textiles?

–No, tapas de libro, una tipografía, un metro de arquitecto de época, una polvera. Por ejemplo, para una colección medieval que hice, me inspiré en una máscara de esgrima antigua y el tema del hierro estuvo muy presente. Lo que tiene que ver con protegerse de lo agresivo, por ejemplo.

–¿Y cuándo empezás a coquetear con el mobiliario?

–Para empezar, yo tengo más revistas de decoración que de diseño de modas. Me parece que tiene mucho que ver un vestido antiguo con un mueble. Para mí es lo mismo. Un objeto más que me emociona de la misma manera. Además, a mí me hubiera encantado seguir diseño industrial y arquitectura, además de indumentaria. Es mi carrera frustrada. Cuando tuve local (Percanta), con mi socia, que era decoradora, empezamos a armar una colección de objetos, desde muñecas hasta cuadritos. Yo colecciono postales escritas y había diseñado un cuadro de doble vidrio donde ponerlas del lado que quisieras. De hecho ahora estoy haciendo unos cuadernos y álbumes con tapas bordadas y flores hechas a mano. Me gusta rescatar los oficios. El año pasado me reencontré con un amigo, Guillermo Rozemblum, que tiene una fundación de arte y en un momento íbamos a hacer algo juntos y salió el tema de los muebles. Hacer reciclaje de muebles antiguos pero con un rediseño que los transforme en un nuevo objeto. Piezas únicas. Fuimos a varios remates. El siempre me decía que apelara a cosas que den más mi estilo romántico, no charol y púas. Que trasladara mi estilo al mueble. Aunque no estoy siendo tan literal porque me gusta provocar ciertas cuestiones a través de ellos que no siempre tienen que ver con cuestiones románticas.

–¿Y la presentación en sociedad?

–Los presentamos en un edificio de artistas que él tiene en el Abasto. Y ahí hice una instalación. Fue algo nuevo, diferente, para mí.

–¿Laura Valenzuela Muebles?

–No algo tan grande como suena eso. Por ahora son piezas únicas. Por ejemplo, diseñé una mesa-cama, reciclando patitas Bambi, de mesas de los años ‘50. Me gustó el concepto de mesa-cama, en esto unir el placer de la comida con el sexual. Después hice otra mesa que mixtura un carrito de bebé con una mesa y cajones de oficina a los que les sumé unas piezas de farmacia y tubos de ensayo. Muchas cosas no tienen sentido pero son bellas. Debajo del vidrio puse un lingotero y arriba un libro mío que amo, que se llama La Oveja, que es un libro antiguo didáctico para niños, de mi colección personal. Y la máscara de esgrima en la punta. En como una gran mesa larga, distinta. Después también presenté una vitrina de vidrio antigua y dentro le puse una serie de cuellos antiguos de hombres, bien percalinados y duros, con un fotomontaje. Moldes de sombreros porque mi abuela era una gran sombrerera, de adorno. Tengo muebles en depósitos de amigos que ahora empiezo a rescatar. Veremos cómo sigue todo este rescate y nuevo modo de expresarme.

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