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Sábado, 21 de noviembre de 2009

Discutiendo los shoppings

Mientras el tema patrimonial avanza por el país, el nuevo proyecto del Shopping Caballito despertó el interés de la Defensoría del Pueblo. ¿Hubo estudios de impacto ambiental?

 Por Sergio Kiernan

El defensor adjunto del Pueblo porteño con alzada en temas urbanos, de patrimonio y calidad de vida, Gerardo Gómez Coronado, tiene una curiosidad. Resulta que el funcionario, cuyo mandato fue una gran idea de la defensora Alicia Pierini, todavía se acuerda del nacimiento del mega súper shopping Dot, en el borde de la ciudad justo enfrente del Acceso Norte. Gómez Coronado recuerda que los vecinos no se opusieron en particular al proyecto, en parte porque nunca se imaginaron el descomunal tránsito que iba a arrasar con su barrio. Hasta hay una pequeña película, que muestra el famoso feriado de la nevada con ese rincón de Núñez todo blanco y vacío de autos desde un balcón frente a lo que hoy es el shopping. La segunda parte de la filmación muestra el mismo lugar tapado de autos, con lo que esas calles nunca más tendrían ni chance de quedar blancas de nieve.

Lo mismo está ocurriendo con el proyecto de shopping en Caballito y Gómez Coronado le envió un pedido de informes al inefable ministro de Desarrollo Urbano porteño, Daniel Chaín. El defensor recuerda en su escrito que los vecinos le pidieron ayuda y que el 21 de septiembre inició una actuación solicitada por SOS Caballito y Protocomuna Caballito. El shopping está en un terreno comprado por Irsa en 1999, de 23.900 metros cuadrados –algo más de dos manzanas– y que el plan es construir un inmenso edificio de 37.000 metros, el equivalente a casi cuatro manzanas completas.

No extraña que en los siguientes párrafos Gómez Coronado le refresque al ministro las partes relevantes de las leyes de medio ambiente de nuestra ciudad, y en particular la parte del Plan Urbano Ambiental que busca crear un Corredor Verde Oeste a lo largo de las vías ferroviarias y en particular de las playas de maniobras de Caballito y Liniers, justito donde se hará el shopping.

Lo que solicita la Defensoría es que Chaín envíe los estudios específicos que seguramente habrá realizado en el marco del PUA para autorizar el shopping en el marco del Corredor Verde. También quiere que le explique por qué se omitió discutir el proyecto en audiencia pública en la Legislatura, como ordena la ley, y si alguien se dio por enterado del caos vehicular que generó el shopping Dot, haciendo algún plan de contingencia.

Estación recuperada

Mientras esperamos la respuesta del ministro Chaín, podemos alegrarnos con la marcha de la restauración de la Estación Belgrano en la ciudad de Santa Fe. Gracias a nuestro editor urbi et orbi Jorge Cohen, nos enteramos de que ya se inauguró la primera etapa de la obra, que costó tres millones de pesos y transformó la estación abandonada en un lugar de actividades culturales y encuentro. La obra arrancó, como corresponde, con los techos y los lucernarios, siguió por cielorrasos y muros, y ya abarcó los exteriores y hasta una plazoleta vecina. Ahora se están puliendo mármoles y bronces, limpiando maderas y terminando el hall central y el bar, que estarán abiertos antes de fin de año. Como para mostrar cómo se hacen las cosas, el proyecto recuperó la cabina de señales de la estación, un típico chalecito a la inglesa que alojaba los palancones de cambio de vía. La cabina siempre fue llamada “Gabín” –se ignora por qué– y el nombre se hizo famoso como referencia en la ciudad. Lo llamativo es que hasta el intendente Mario Barletta admite que a nadie se le ocurre un uso para la casita ferroviaria. Pero ya se logró bajar un poquito el nivel de mugre y entropía urbana al restaurarla, lo que no es poco.

En Tucumán, en cambio, tiemblan por su bello patrimonio. La castigada San Miguel, que tantas piezas valiosas lleva perdidas, está sufriendo un boom de edificios en altura. Desde hace cuatro años se construyeron 300 de estos bodrios, tan malos y olvidables como los de Buenos Aires, con lo que la ciudad ya tiene hasta torres en medio de su tejido urbano. La municipalidad local avisó que ya hay mil edificios en altura, una marca simbólica, y las fotos tomadas en altura muestran ya el típico aspecto anárquico de las ciudades argentinas. Lo más curioso es que la capital del Jardín de la República tiene un solo parque, el 9 de Julio, que funciona como ya cercado pulmón urbano. Por supuesto, con el habitual vampirismo del sector, los nuevos “desarrollos” se concentran alrededor del parque.

La situación es tan mala en varias ciudades del país que La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, publicó recientemente un durísimo editorial condenando la piqueta libre. El texto respira orgullo local y dice verdades como que Rosario y Bahía Blanca llegaron a tener patrimonios incomparables, con profesionales de primer orden a quienes llamar propios y piezas únicas bajo un cielo famoso por su pureza. Y aquí se pone todo más filoso: “Al cielo, afortunadamente, hasta ahora no lo han podido contaminar porque no es negocio. Pero al patrimonio arquitectónico lo diezmaron sin piedad. Y, como si eso fuera poco, lo fueron reemplazando por obras de pobrísimo valor estético”. El diario cita ejemplos de bellezas demolidas para hacer estacionamientos y con gran exactitud señala que el problema es la total falta de leyes en la ciudad.

Y en otra ciudad también conocida por su patrimonio, la municipalidad está considerando una barbaridad tan tonta que parece increíble. El intendente de Mendoza, Marcelo Lima, anduvo hablando de techar la calle peatonal que es el centro de su ciudad, una bobería que parece que no quiere morir y tomarse el descanso que se merece. Quienes tengan memoria ya alargada recordarán que la furibunda moda de las peatonales se instaló en pueblos y ciudades de este país allá por los setenta. Por alguna misteriosa razón, apareció asociada a la idea de techar las flamantes peatonales, transformando calles en galerías. En algunos pueblos con aspiraciones, en particular cordobeses, hasta se techaron algunas cuadras con resultados patéticos. En lugar de galerías, las calles se transformaban inmediatamente en kermeses de cuarta, olorosas e imposibles de limpiar. Parte de la razón del fracaso sistemático es que una calle no se puede techar y listo, sino que hay que considerarla como un edificio, algo caro y lento de hacer. Por supuesto, nadie lo hizo nunca y los tinglados setentistas ya desaparecieron.

A no perderse a Thays

Una última alegría: la exposición dedicada a ese gran inmigrante, el francés Charles Thays, maestro del arte ya perdido de hacer plazas, parques y cascos estancieros con elegancia y frescura. Hasta el seis de diciembre se puede ver en el Centro Recoleta lo esencial de sus trabajos, que son para el asombro. No sólo porque parece que Thays parquizó el país –tanto, que dejó en el olvido a sus colegas de época– sino porque resulta un sueño que fuera director de parques y paseos porteños por tantos años: décadas de buen gusto en la gestión público, algo que hoy no tenemos ni en sueños. Quien haya visto lo que están haciendo los ministros Piccardo y Chaín con las viejas plazas porteñas, y quien se haya quebrado estéticamente al ver lo que pasa por una plaza hoy en día –ejemplo, Puerto Madero– no podrá menos que envidiar a nuestros ancestros por su gusto y tino al elegir jardineros.

En fin, así estamos.

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