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Sábado, 20 de octubre de 2012

Blues de la calle Piedras

En el 300 y en el 1600, dos barbaridades que atentan contra el patrimonio.

 Por Sergio Kiernan

La esquina de Alsina y Piedras guardaba bastante cielo, cosa rara en el centro porteño. Quien quiera ver esa luz urbana tendrá que apurarse, porque el gobierno porteño autorizó un acto de barbarie como pocas veces, y eso que es este gobierno porteño. En esa esquina, frente a la iglesia, se alzaba una de las casas más notables que le quedaban a esta ciudad demolida, una airosa residencia de nuestro estilo victoriano, italiana, cribada de máscaras, leones, columnas, pilastras, entablaturas, ménsulas y herrerías. Esta casa rosada hasta mostraba sobre la esquina un mirador vidriado, un balcón romántico, y estaba incluida en cuanto libro y catálogo de patrimonio se publicara en Argentina, incluido el de la Secretaría de Cultura de la Nación. En una burla a todos, el macrismo autorizó que la destruyan por dentro para hacer una torreta de cemento burdo de 29 metros de alto.

El autor intelectual de este acto es el arquitecto Mariano Corccha, que firma el proyecto y muestra una audacia notable: ¿qué podrá hacer que supere la armonía tradicional de lo que se destruyó? ¿Qué se le ocurrirá que combine con la “pantalla” en que quedó convertida la fachada de la casa? A la pregunta de cómo puede ser que se permitan semejante barbaridades se la contesta leyendo el cartel de obra. Ahí uno se entera de que el terreno tiene 920 metros cuadrados y un FOT de 4,47, con lo que se pueden levantar 4157,18 metros cuadrados a 28,84 metros de altura exactos. Como la casona ocupa prácticamente todo el terreno –es de una época en que no le daban mucha bola a los aire luz– se puede asumir que ya había construidos unos 1500 metros por lo menos. Evidentemente, es negocio demolerlos y levantar otros 2500, para hacer números redondos.

El nivel de saturación del centro es tal que las torres ya están poblando la avenida Belgrano, con lo que todo lo que no tenga “la carga completa”, que es la manera elegante de decir la altura bien alta, será demolido. Nuestro gobierno porteño actual ni piensa poner un límite siquiera a esta religión rentable del cementón, con lo que la Dirección General de Interpretación Urbanística y Registro le dio luz verde al engendro el 11 de agosto del año pasado. ¿Y el CAAP, que tuvo que intervenir porque el edificio es muy anterior a 1940?

Pues el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales autorizó la demolición agarrándose de los argumentos flojones que suele usar. La casona no estaba en prístino estado histórico porque tenía usos comerciales. El primer piso había sido remodelado en algo y la planta baja era, horror, un supermercado. Los miembros del CAAP son muy snobs y suelen asumir despectivamente que toda peluquería y todo supermercado invalida todo edificio (lo dicen abiertamente, en particular sobre los peluqueros). También parecen asumir que nada nunca jamás puede restaurarse, con lo que debe demolerse libremente.

Por tanto, la catalogación es apenas cautelar, de fachada, y aquí viene la segunda trampa. La idea de catalogar una fachada significa que se puede remodelar y refuncionalizar el interior de un edificio histórico. Con límites, se puede también ampliarlo e irse un poquito para arriba. Pero la nueva interpretación parece ser que es una licencia para demoler el edificio, dejar la fachada pegada como un poster, y hacer un edificio que tenga lo menos posible que ver con el original.

O sea, llenar la ciudad de pastiches penosos.

AL FONDO

A varias cuadras de la esquina de Alsina se desarrolla otra pelea, también en la calle Piedras. Los muy activos vecinos de Proteger Barracas, que tanto lograron para proteger un barrio riquísimo en patrimonio, vigilan con lupa las propiedades en venta en la zona y rigorean a los vendedores para que no quiebren la ley. Es notable que tengan que ser los vecinos lo que hagan cumplir las leyes, ante la total indiferencia del gobierno porteño. Los de Proteger Barracas descubrieron muchos casos de empresas que anunciaban obras que quebraban largamente las alturas máximas o estaban en el entorno de protección de una pieza catalogada. Otra especialidad que tuvieron que aprender fue la de detectar ofertas truchas, donde se anunciaban como terreno despejado o casa a demoler piezas que estaban protegidas.

Es el caso actual de Piedras 1684, el tremendo PH de la foto, ofrecido como terreno para construir 1600 metros cuadrados aunque tiene protección por partida doble. Por un lado, la casa está catalogada preventivamente con grado cautelar por estar en el ampliación del APH1 (San Telmo) que dejó en trámite el ex diputado porteño Patricio De Almeida y que sigue en la Legislatura. Por otro lado, a principios de este año la casa fue incluida en el proyecto de ley 1006 presentado por el diputado Fernando Sánchez, que incluye cuarenta edificios valiosos del barrio.

Los de Proteger Barracas llamaron a la inmobiliaria, que es muy respetada porque medio que se especializa en vender piezas patrimoniales como tales. Ahí les contestaron que cuando alguien llamaba interesado se le avisaba del status legal de la pieza y que, de hecho, por eso pensaban que todavía no se había vendido. Este discutible diagnóstico –¿no tendrán algo que ver los controles al dólar y los blanqueos de capital obligatorios?– despierta preguntas. Resulta que el inefable CAAP anunció en su retaceado y casi mistificante menú en Internet que Piedras 1684 está a consideración futura. Siendo mal pensado, se puede concluir que se espera que el Consejo la “desestime”, como tiende a hacer para que se pueda demoler.

Esa esperanza, de paso, es vana porque la propiedad está incluida en dos proyectos con estado legislativo, con lo que el CAAP puede quedarse ronco opinando, pero nada ocurrirá. Ni siquiera Antonio Ledesma, que tantas cosas irregulares firma, se anima ya a quebrar las reglas tan burdamente, aunque sea porque ya hay jurisprudencia al respecto y los diputados se enojan. Con lo que no se entienden por qué tanta vuelta con el cartel.

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Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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