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Sábado, 28 de diciembre de 2013

Las puertas en peligro

El macrismo en funciones acaba de darles otro susto a los que quieren a su ciudad. Sin avisar, sin cartel, sin mayores razones, la Secretaría de Educación porteña retiró las Puertas Historiadas del escultor Arturo Dresco, que desde 1933 son el orgullo del Complejo Pellegrini, las dos escuelas y la biblioteca docente que comparten palacio en Entre Ríos al 1300. Según le aseguraron a Basta de Demoler y según lo comentó la ONG en las redes sociales, las puertas fueron retiradas “para ser restauradas”.

Dresco nació en 1875 y vivió largamente hasta 1961, con una carrera que nunca terminó de darle fama pero que le hizo ganar un lugar de escultor público. En 1895 exhibió un desnudo de yeso en las galerías Bon Marché, que según las críticas de la época no era una obra maestra pero era muy lindo. Como Dresco tenía exactos veinte años y era de los primeros graduados en arte del país, el yeso lo ayudó a ganarse una beca y seguir estudiando en Italia. Una de las cosas que vio y estudió por allá fue, sin dudas, las puertas del batisterio de San Giovanni, que el gran Lorenzo Ghiberti creó en 1452. No eran las primeras –de hecho, la iglesia florentina todavía guarda un juego anterior y muy hermoso–, pero eran tan espectaculares, tan bellas que se ganaron el sobrenombre de Las Puertas del Paraíso, y pasaron a ser el modelo de una puerta de honor.

Con lo que no extraña que un Dresco ya cincuentón largo realizara esa maravilla que ornamenta la entrada de Entre Ríos 1349. El Complejo Pellegrini fue creado a lo grande, con ese concepto de ciudadanía por la educación que parecemos haber perdido y que mandaba que la escuela fuera un palacio. La idea era jerarquizar la misma experiencia de aprender y darles a chicos de vida sencilla o peor la vivencia de tener un edificio de ese porte como suyo. Se podía vivir en un conventillo, pero cada día se iba a un lugar de arañas de bronce y buenos materiales, una escuela más que digna, una promesa y una muestra de qué podía ser eso de ser argentino.

En ese marco se encargó a Dresco en 1933 la pieza de arte notable que fue retirada este fin de año. La puerta es llamada “historiada”, porque literalmente cuenta una historia en ocho paneles, como una historieta de lujo y como la puerta de Ghiberti. El conjunto está dedicado a la educación y por eso tiene en sus parantes, las tiras horizontales y verticales que le dan estructura y enmarcan los paneles, las figuras de Sarmiento, Rivadavia, Belgrano y Moreno, todos fundadores de escuelas. También se ven muestras de nuestra flora y fauna, y los escudos de las catorce provincias de nuestra unión en esa época.

Los paneles se llaman En la otra orilla, La escuela espera, A pie por el Altiplano, Adultos en marcha hacia el aprendizaje, Las labores al lado de la tierra, Los conscriptos que aprenden las primeras letras y La escuela isleña. Como se ve, el énfasis está puesto en los docentes más sacrificados, los del campo y la frontera, y en la educación más básica. Las piezas son de una gran belleza y muy bien realizadas, una muestra acabada tanto de la técnica escultórica de Dresco como de la madurez de la fundición artística en el país. Y el conjunto está sin dudas en la lista corta de los objetos más hermosos de nuestra ciudad.

Nada de esto puede verse ahora, porque como para mostrar el contraste entre esa época y nuestra anomia actual, el 1394 de la avenida tiene ahora una puerta doble de chapa doblada, con paneles de alambre de seguridad, una barra de acero baratieri y un pomo digno del Easy, que es la nueva normalidad de lo que pasa hoy por arquitectura. Como el Pellegrini aloja tres instituciones, el contraste es todavía peor porque a cada lado de la entrada central, la que sube a la biblioteca docente, están las puertas de las dos escuelas que comparten el palacio. Pese a las interminables capas de pintura cremita, estos portones siguen siendo dignos y escultóricos.

¿Para qué se llevaron las puertas de Dresco? La pregunta viene a que no se las veía en tan mal estado aunque se adivinaban vencimientos estructurales, y también a la manifiesta incapacidad del gobierno porteño de restaurar este tipo de piezas. Por ejemplo, los vecinos de Barracas siguen esperando los bronces de su mástil, que yacen en el MOA por la simple razón de que no saben cómo arreglarlos. Esto hace temer por las puertas de Dresco: capaz que alguien propone pulirlas para sacarles su pátina y dejarlas brillosas. Son capaces...

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