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Sábado, 15 de noviembre de 2003

Los premios del patrimonio

La cuarta edición del premio a la mejor intervención en el patrimonio edificado destacó con justicia obras de distinto porte y uso, y mostró el avance de la idea de respeto de la arquitectura que heredamos.

 Por Sergio Kiernan

Este miércoles por la noche se entregaron los premios nacionales a la mejor intervención en el patrimonio edificado. Es la cuarta edición del premio, nacido en 1997 y ya de facto bianual, sobre todo con la anunciada intención de repetir el llamado en 2005, y es un buen momento para percibir cierta madurez, no sólo del llamado a concurso sino también de su respuesta. Los organizadores –la Subcomisión de Patrimonio de la Sociedad Central de Arquitectos y el Cicop– y los jurados quedaron sorprendidos por “la cantidad y la calidad” de las inscripciones en todas las categorías. Hubo menciones a una cierta novedosa solidez en el concepto de patrimonio y en el ángulo con que lo abordan los profesionales. Con una excepción difícil de entender, los trabajos premiados realmente indican esto.
El jurado logró una amplia representación de los sectores involucrados: Carlos Lebrero por la SCA, Federico Ortiz por el Cicop Argentina, Miguel Angel Roca por los participantes, Beatriz Patti por el Instituto Argentino de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, Norma Fukunaga por Icomos Argentina, Néstor Zaquim por la Subsecretaría de Patrimonio Cultural del GCBA, Alberto Petrina por la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, y Rita Comando por la Subcomisión de Patrimonio de la SCA.
Como los trabajos premiados (ver recuadro) están en exhibición en el Marq de Callao y Libertador hasta este martes, se pueden ver obras raramente accesibles aquí en Buenos Aires, como un bonito cineclub cordobés, el castillo del general Pacheco –restaurado con rigor– y un impresionante casco de estancia en Baradero, con sectores de 1790 y tratado con sencilla lucidez. También hay proyectos novedosos y casi virtuales, como la restauración en conjunto de residencias de porte en la calle Melián o la revalorización de la calle Magallanes en La Boca, que cada uno a su manera y en cada extremo de la escala social movilizaron vecinos, hicieron obra y también trataron ese objeto elusivo que es el tejido social de un barrio o una calle.
Hay obras muy comentadas, como la restauración del Congreso, la reforma y refuncionalización de la torre Mihanovich para inaugurar el Hotel Sofitel, o el vasto trabajo en la estación Mitre de Retiro, y trabajos curiosamente de bajo perfil, como los realizados en el edificio de Tribunales. La escuela-taller de la Ciudad recibió un merecido premio por su trabajo en el Casal de Catalunya y Ortolá, una mención especial por su trabajo con los vitrales de Las Violetas. El pasaje Barolo, el Marq y el Museo Evita son otros espacios de acceso público también distinguidos.
Hubo proyectos privados y estrictamente comerciales distinguidos con justicia. Uno es la casa parroquial de San Martín de Tours, que mostró un correcto equilibrio entre la recuperación de una casa en muy mal estado y la obra nueva. Y los dos edificios de la avenida Belgrano, completamente cambiados por dentro y finalmente restaurados en sus fachadas, un aporte a la textura urbana de Buenos Aires.
La subsecretaria de Patrimonio porteña, Silvia Fajre, destacó en la ceremonia de entrega de los premios y como un valor las señales de “humildad necesaria para intervenir en el patrimonio”, que se detectan en los trabajos presentados. Nani Arias Incollá, presidente de la Subcomisión de Patrimonio de la SCA, también habló de la “mirada” de los que intervienen, y la definió como una visión que destaca los valores del patrimonio heredado, teniendo “respeto y diálogo con el edificio.” Estos valores son evidentes en los trabajos premiados y en la misma intención de entregar los premios.
Por eso asombra que un típico ejemplo de intervención “dura”, donde la mirada ciertamente no está puesta en dialogar con lo heredado sino en lucir a costa del edificio las ideas de los que intervienen, recibiera un premio. Lacroze-Miguens-Prati refuncionalizaron el caserón de los Díaz de Vivar en Libertad y Quintana, alteraron las aberturas de la planta baja yvirtualmente no dejaron un espacio interior sin cambiar drásticamente. Su trabajo recuerda el tratamiento que recibió el edificio de la calle Alvear que hoy aloja la tienda Armani. Más allá de gustos o prioridades, cuesta entender por qué este tipo de tratamiento es premiado por respetar el patrimonio.

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Estación Retiro del Ferrocarril Mitre y el Pasaje de la Piedad
 
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