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Sábado, 19 de febrero de 2005

Dieste en el Borges

 Por Matías Gigli

Si la obra de Eladio Dieste no es lo suficientemente conocida en nuestro país, es exclusivamente por la excesiva ansiedad que tienen los argentinos en llegar a la playa cuando viajan al Uruguay. Sus obras en ladrillo cerámico están en el camino. Montevideo y Atlántida tienen espléndidas obras de este uruguayo. Son lecciones de un ingeniero acerca de las técnicas constructivas y la racionalidad estructural que generan, como en el caso de Nervi, Candela, Frei Otto o el actual Calatrava, espacios y formas hermosas. La luz como protagonista y la forma al servicio de una invención estructural.

Dieste nació el 1º de diciembre de 1917 en Artigas, Uruguay. Como proyectista de Puentes y Estructuras trabajó en el Ministerio de Obras Públicas y en la Comisión de la Represa del Rincón del Bonete. Construyó iglesias en Atlántida, en el barrio de Malvin de Montevideo y en Durazno, una terminal de ómnibus en Salto, el shopping de Montevideo, casas unifamiliares, entre otros muchos trabajos. En todos, la estructura organiza la construcción y da sentido a la obra.

Desde el miércoles 16 de febrero hasta principios de marzo se exhibirá una muestra de sus trabajos en el Centro Cultural Borges, sala Pabellón Berni. Está curada por Standford Anderson, director del Departamento de Arquitectura del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) de los Estados Unidos. El material expuesto forma parte del libro sobre la obra de Dieste “Innovations in Structural Art” del propio Standford Anderson, por Princeton University.

El interés por su obra reside en la búsqueda que hizo, desde una ocasional colaboración con Bonet en 1945, sobre las estructuras tipo cáscaras en ladrillos cerámicos. Su obra cuenta con una variedad de temas en la que la racionalidad y audacia formal es la única cosa que las vincula. El éxito técnico, económico y estético de sus bóvedas de doble curvatura y sus láminas plegadas tiene un fundamento teórico que lejos de ser exclusivamente estructural se sitúa en el terreno general de las convicciones intelectuales.

La elegancia delgada de sus cubiertas interminables, la opulencia escultórica de sus muros reglados y la luz rítmica de sus interiores sagrados o industriales no proviene sólo del cálculo sino que se apoya además en la certeza de que proyecto y construcción son inseparables en el convencimiento de que materiales y formas se eligen en función de procesos. Dieste muestra con su obra que no hay nada más teórico que una buena práctica.

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