Jueves, 14 de abril de 2005
| Hoy		
LEGADO INCONSCIENTE
El 18 de abril, Andrés Calamaro llegará a juicio oral acusado de hacer apología de la droga, por haber dicho hace once años “me estoy sintiendo tan a gusto que me fumaría un porrito”. A falta de un debate serio sobre la legalización de la marihuana, el No dedicó su tiempo a pensar en esas frases del rock dichas sobre escenarios o en conversaciones periodísticas que quedaron marcadas en el inconsciente colectivo argentino. Desde el “Rompan todo” de Billy Bond hasta el “¿Se van a portar bien?” de Callejeros, evoluciones e involuciones que pasaron a la historia.
POR JAVIER AGUIRRE, CRISTIAN VITALE Y SANTIAGO RIAL UNGARO
1. 
Rompan todo 
 Billy Bond
 El 20 de octubre de 1972, en el Luna Park, estaban anunciados Color Humano, 
Pescado Rabioso, Aquelarre, Pappo’s Blues y La Pesada del Rock and Roll, 
y se presentaba un claroscuro evidente: “La platea estaba vacía 
-recuerda el baterista de La Pesada, Isa Portugheis–, había cinco 
o seis personas. El problema empezó cuando a un pibe de la popular se 
le ocurrió bajar a la platea y fue interceptado por guardaespaldas. Le 
dieron feo y eso enardeció a los tipos que estaban ahí”. 
Al momento de salir La Pesada, la gente estaba enfurecida y Bond, según 
Portugheis, trató de calmar los ánimos proponiendo que se pasen 
a la platea. Dijo; “Vengan para acá”, y hubo una tensa calma, 
hasta que llegó la orden de reprimir.
Ni bien la gente empezó a trasladarse hacia la platea, los pesos pesado 
-policía incluida– invadieron a palazos y trompadas la popular, 
y todo se desmadró. Algunos dicen que Tito Lectoure, del Luna Park, basureaba 
en voz baja a esos “hippies sucios”, que insultó a Bond (Giuliano 
Caterini) y que él, como respuesta, sentenció: “Rompan todo”. 
En la confusión, dos policías se lo llevaron detenido y Jorge 
Pinchevsky no tuvo mejor idea que decirlo por el micrófono. “La 
gente empezó a insultar de nuevo, la policía a reprimir y se armó 
un tole tole. La cana pegaba a mansalva y los pibes no se quedaban atrás. 
Cayeron 300 presos. Generaron violencia desde arriba”, afirma Portugheis. 
Después del desastre –las rejas quedaron destruidas, las butacas 
y los equipos de sonido, también– muchos lugares se cerraron. Entre 
otros efectos, el B.A. Rock III se quedó sin el Velódromo por 
prohibición oficial. Billy Bond se fue a vivir a Brasil un mes después.
2. 
¿Y quién te mandó a no estudiar?
 Charly García
 Enero de 1984. Charly García encaró una complicada gira por 
el interior para presentar Clics modernos: problemas en Córdoba, hostilidades 
en Rosario y en Catamarca. Lo de Mendoza colmó: Guyot-Iturri-Toth, Fito 
Páez, Fabiana Cantilo, Gonzo Palacios y Daniel Melingo jamás olvidarían 
la parada. “Lo de los pantalones fue eso... una bajada de pantalones. Lo 
que pasó es que después se agrandó, se hizo una bola mediática 
enorme”, atempera el hoy productor Alfredo Toth. Lo de Charly fue antológico: 
luego de recibir un proyectil y cansado de que le griten “puto”, se 
bajó los pantalones y gesticuló ante la audiencia. “Fue un 
gesto de un segundo, pero shockeó. Muchos piensan que soy gay, cuando 
se dan cuenta de que no lo soy, te tiran un botellazo porque no lo entienden. 
Si yo fuera gay, estaría todo bien, me podrían clasificar”, 
dijo Charly en su momento.
Terminado el show, irrumpió la policía en camarines con la intención 
de llevárselo detenido y el diálogo de García con el jefe 
del operativo no tiene desperdicio. “Entró la policía al 
vestuario con palos, cascos, escudos. Uno me dice: ‘Somos la policía’”, 
contó Charly. “Y yo le contesté: ‘¿Y quién 
te mandó a no estudiar?’” Luego, el caos se trasladó 
al hotel, Charly agarró un televisor... ¡y lo arrojó a la 
pileta por la ventana! “Fue impresionante, cuando nos íbamos nos 
corrió el dueño del hotel para que se lo paguemos”, evoca 
Toth. El moño adecuado lo puso Daniel Grinbank, entonces amigo de García, 
cuando se excusó ante la policía: “Es que no le gustaba la 
programación”. Allí –y así– nació 
Demoliendo hoteles.
3. 
El tiempo pasa y nos vamos poniendo tecnos 
 Luca Prodan
 Un día de 1986, Luca Prodan cantó: “El tiempo pasa y 
nos vamos poniendo tecnos”. Para el imaginario rocker argentino, la frase 
es sin dudas suya. Pero le pertenece a Tom Lupo. “A Luca le gustaba hablar 
de política, de filosofía y de psicoanálisis. Un viernes 
estaba de visita en mi oficina, en la redacción de Twist y Gritos, y 
le comenté que Lacan decía que el hombre afectivamente no progresaba, 
que era el mismo que hace dos milaños, que lo único que progresaba 
era la tecnología. Y concluí diciéndole: ‘El tiempo 
pasa y nos vamos poniendo tecnos’”, dice Tom al No. 
En efecto, la voz del texto en off que precede a aquella versión de Años 
de Pablo Milanés que Luca grabó con Andrés Calamaro en 
el estudio casero El Hornero Amable (“Coincide un poco con la noticia de 
que lo único que progresa con el paso del tiempo es la tecnología”) 
es de Lupo. “A Luca le impresionó la frase, y me contó que 
le encantaba el tema, pero no lo hacía porque le molestaba ‘y nos 
vamos poniendo viejos’. Apasionado como era, quería grabarlo... 
¡ya!” Lupo lo contactó con Calamaro. Juntos trasvasaron Años 
al rock y Calamaro hizo instrumentos. Evoca Tom: “A la noche, Luca tenía 
un recital en Castelar y quedó medio afónico después de 
estar algunas horas grabando”. Años después, Calamaro incluyó 
la versión en Grabaciones encontradas II, en donde resalta otra frase, 
esta sí de Luca, con impronta futurista: “Sos callejero vos, bancatelá”.
4. No 
me maten acá porque prefiero morir en Hollywood 
 Charly García
 Aunque la lista de frases célebres es larguísima ("Drogas 
sin sol", "qué linda noche para chuparse una pija") en 
febrero de 1987, en los prolegómenos de Parte de la religión, 
Charly García dijo una histórica. Actuaba en La Falda, el festival 
del caos. “Enorme fue mi sorpresa al verlo aparecer enardecido tras bambalinas 
con una musculosa negra y una Stratocaster a la que sostenía tipo ametralladora, 
diciéndome, muy a su estilo, que juntemos ‘ya mismo’ un grupo 
de músicos amigos y toquemos lo que sea”, recuerda Fernando Samalea, 
entonces también baterista de Fricción. A la convocatoria espontánea 
de Charly respondieron Fito Páez, Carlos García López, 
Cachorro López, Hilda Lizarazu y Fabiana Cantilo.
“Finalmente –dice Samalea– como ese día el ambiente estaba 
enrarecido por el desborde, se decidió que Charly tocaría al día 
siguiente, después de Zas.” El improvisado ensayo se hizo en el 
baño de damas y el ambiente, sin embargo, era peor que el del día 
anterior. “En respuesta, las ráfagas de todo tipo de proyectiles 
sobre cada grupo –desde choclos semicomidos a botellas de cerveza vacías 
y llaves–, y por la invasión constante de improvisados bailarines 
o concursantes de air guitar al escenario, se colocaron absurdamente rejas y 
hasta alambres de púa para intentar contener a las fieras”, describe 
el baterista. El primer tema de la banda fue No voy en tren y, en cuestión 
de minutos, miles de proyectiles sobrevolaron el escenario. A Charly no le quedó 
otra que pronunciar aquello cerca de la madrugada y ante una multitud sin freno: 
“Cordobeses hijos de puta, divinos, los amo, dos rocanroles para ustedes 
y chau. Escupan mucho, pero no tiren nada. No me maten acá porque prefiero 
morir en Hollywood”.
5. No 
vamos a televisar nuestro dolor 
 Indio Solari
 La frase –más o menos textual, con varias versiones apenas 
distintas; algunas veces dicha por el Indio Solari, otras veces escrita por 
un comunicado de la banda para los medios– nacía en abril de 1991, 
poco después de que un chico de 17 años, Walter Bulacio, muriese 
luego de haber sido detenido por la policía en la puerta del estadio 
Obras Sanitarias, una noche ricotera. El Indio respondía así a 
los reclamos de que la banda “diera la cara”, “fijara una posición 
pública” o participara de las marchas, los conciertos y las demás 
turbulentas y dolidas movidas que la muerte de Walter había generado 
en la familia Bulacio, en agrupaciones juveniles y en artistas como la Bersuit 
o Fito Páez. El rechazo histórico de los Redondos al chichoneo 
mediático y al diálogo periodístico alcanzaba su punto 
más caliente, y llevaba como nunca al grupo a exponer flancos aptos para 
la crítica. Para Patricio Rey –argumentaría, en su nombre, 
Solari–, televisar el dolor sería como subordinar los sentimientos 
a la lógica de los “tiempos televisivos”. O dicho en otras 
palabras, repetir una mueca de dolor porque el camarógrafo no la había 
tomado bien, o hacer “la gracia” del sufrimiento cada vez que un micrófono 
lo requiriera. Ya se la considere una radical oposición al circo mediático 
o una gambeta insensible a amores y dolores ajenos, la frase del Indio resume 
la -tantas veces– compleja relación entre el artista de rock y el 
periodismo. Y parece resignificarse y multiplicarse por 193 a partir del terrible 
bengala-gate de Callejeros en Cromañón.
6. Me 
estoy sintiendo tan a gusto que me fumaría un porrito 
 Andrés Calamaro
 La frase es tan inocente y espontánea como perversa y rebuscada 
la causa que generó. Sólo sugiere el placer de fumar no un Big 
Yuyo sino sólo un porrito, un “fino”. Generoso como pocos, 
Andrés sabía que se lo merecía y que alguien se lo iba 
a querer dar. Al final le dieron otra cosa: un dolor de cabeza y un ejemplo 
de la hipocresía que hay alrededor del tema. ¿Por qué no 
salieron más voces dentro del rock para defenderlo? “Por culpa mía 
–dijo Andrés hace poco a la revista La Mano–, todos aprendimos 
una palabra nueva que es ‘preconizar’. Nunca pensé que en medio 
de todo el desparramo me iban a acusar justamente de esto, es como si me hicieran 
un favor, es para sacar pecho y cagarse de risa. No tengo ningún miedo 
de ir a la cárcel y, si me provocan, hasta te diría que no tengo 
ningún problema en ir. Adentro se va a poner bueno y afuera, aburrido.”
El 24 de julio de 1967, poco después de que la policía detuviera 
a Brian Jones, en el periódico inglés The Times salió un 
aviso de una página encabezado así: “La ley contra la marihuana 
es inmoral en principio e inviable en la práctica”; firmado, entre 
otros, por Paul McCartney, George Harrison, John Lennon, Ringo Starr, Francis 
Crick (descubridor de la molécula de ADN y Premio Nobel), Graham Greene, 
Peter Brook, R.D. Laing y varios prestigiosos doctores. El artículo explicaba 
que la marihuana no era adictiva y no producía efectos nocivos. Una estupidez 
tan grande puede convertirse en una oportunidad: sigue siendo un buen momento 
para plantear el debate de la despenalización del consumo de cannabis. 
¡Vamos, señor Presidente! ¡Anímese! ¡Pase a 
la historia y haga Patria! Y si no, la cárcel se llenará de gente 
que quiera fumar uno con Andrés.
7. El 
Che es un chabón re-grosso 
 Tete de La Renga
 Lo dijo en 1996 el Tete de La Renga, en una entrevista con el No. La frase 
fue recogida en distintas ocasiones, por distintos medios, y creció junto 
al fenómeno de La Renga. Lo dicho remitía a la imagen del Che 
Guevara, quien luego de sus hazañas guerrilleras durante la década 
del ‘50 su efigie fue entrando en el imaginario colectivo como la de un 
santo revolucionario. En los ‘60, época en que se lo veía 
como una especie de beatle sudaca y guerrillero que, en vez de tocar la guitarra, 
disparaba con su ametralladora para liberar a Latinoamérica y el resto 
del mundo del enemigo imperialista. El primero en usar la imagen del Che en 
el rock fue David Bowie, en el disco Lodger (ya lo había nombrado en 
Panic in Detroit). Pero, aunque de a poco su imagen fue reemplazando sus planteos, 
la inocencia aún perdura en esa mirada, así como también 
la fe de quien creyó en que dar la vida por el prójimo valía 
la pena. 
Afirmar que el Che (médico cubano honorario, marxista, rugbier, motoquero 
y heroico líder de la guerra de guerrillas) fue grosso (grande, importante, 
fuerte, con aguante) es entendible y, de hecho, encierra un poder de síntesis 
admirable. Si podemos comprender, valorar y criticar a Ernesto Guevara Lynch 
como persona “grossa”, como un ser valiente, generoso y sensible, 
todavía tenemos esperanzas de que su imagen adquiera un sentido que sintonice 
con su lucha. Pero no sólo fue un “chabón grosso”, que 
el Diego se lo tatuó y que compite en cantidad de reproducciones en remeras 
con la lengua de los Rolling Stones de Andy Warhol.
8. Gracias 
totales 
 Gustavo Cerati
 Ni “es sentir de verdad”, ni “pertenecer tiene sus privilegios”, 
ni “llame ya”, ni nada surgido del monitor de un creativo publicitario. 
El poder de impacto del slogan “Gracias totales” es, cual efecto colateral, 
una prueba irrefutable de la capacidad para la composición poética 
que tiene Cerati: sintética e inmediata; sabiamente emotiva y brutalmente 
cerebral. ¿Existen las “gracias parciales”? No importa. Ese 
agradecimiento absoluto y sin reservas que expresaba el líder de Soda 
Stereo en la despedida (todavía hoy definitiva) de la banda –20 
de septiembre de 1997, estadio de River Plate– fue creíble y conmovedor. 
Cerati lo dijo abriendo los brazos, como nadando estilo pecho en el medio del 
escenario; y con una pausa entre ambas palabritas que hoy resulta un perfecto 
generador de suspenso. “De nadas totales”, habrán dicho, cráneo 
adentro, las 250 mil personas que vieron al trío por última vez.
“Gracias totales” se convirtió en muchas cosas. Es el nombre 
de uno de los más destacados sitios web de fans de Soda Stereo; cuya 
apertura sonora es la voz del propio autor diciendo: “Saludos para la gente 
que está en esta página. Gracias totales. Soy Gustavo Cerati”. 
Y hasta se volvió también una mezcla de alias, eufemismo y segundo 
nombre; ya que varias veces se han escrito párrafos periodísticos 
tales como “Gustavo ‘Gracias totales’ Cerati afirmó que...”. 
¿Fue una expresión espontánea? ¿Fue un gesto protocolar 
previsto? Otra vez, no importa. Por algo en el doble CD en vivo El último 
concierto, que registra la gira final de la banda por México, Chile, 
Venezuela y Núñez, la frase se coló en el track final. 
Y se convirtió así en el último gran hit de Soda Stereo. 
9. La 
cumbia es una mierda
 Cristian Aldana 
 Aunque cuesta creerlo, hay quienes rechazan con mueca de asco gustos que 
parecerían “universales”. ¿Cómo no iba a ser 
polémico el sabor de la cumbia para las papilas gustativas del rock? 
Mientras que en los ‘90 el trono de la popularidad para la música 
joven pasó de manos entre distintos géneros –rock, cumbia, 
pop latino, electrónica–, cierta radicalidad y cierta arista lumpen 
de la cumbia (en especial, de la villera) colocaron a la cepa bonaerense de 
los ritmos tropicales en el ojo de Cristian Aldana, de El Otro Yo. “La 
cumbia es una mierda” es una frase que marca la cancha, baja línea, 
discrimina, apela al “ellos contra nosotros” tan propio de la música 
popular, y que plantea la paradoja de ser a la vez un “cabeza cerrada” 
–por eso, mierdear de cuajo aquello a lo que uno no suscribe– y un 
“cabeza abierta” –por su intención de crítica al 
hedonismo autodestructivo/idiotizante–. Convertida en mezcla de haka y 
sapucai durante los shows del grupo, quedó registrada en su disco en 
vivo del 2000 Contagiándose la energía del otro (como intro del 
hit La música, que decía, con más elegancia: “La música 
que escuchan todos, yo no la escucho...”). Y excedió al ghetto otroyoico 
a partir de ser gritada por Cristian en festivales como el Cosquín Rock. 
La reacción inmediata vino, curiosamente, desde el rock. En el mismo 
escenario, los Bersuit Vergarabat esgrimieron su elogio: el cantante Gustavo 
Cordera la consideró, ya mierda, muy rica (“ñam, ñam”); 
y el corista Cóndor Sbarbatti remixó el concepto (“la cumbia 
es una masa”). En la Argentina existen millones de catadores –rockeros, 
cumbieros y “bi”– dispuestos a seguir el debate. 
10. ¿Se 
van a portar bien?
 Pato Fontanet, líder de Callejeros
 Es la frase más triste. La pregunta no la hizo un coordinador de 
un viaje de egresados sino el líder de una banda que adoptó el 
rito de tirar bengalas para autopromocionarse como “el grupo que tira más 
bengalas”, unos segundos antes de comenzar el primer tema, aquella fatídica 
noche del 30 de diciembre de 2004. Ante una tragedia tan impactante, las reacciones 
pueden tardar bastante en manifestarse: hay heridas que quizá nunca logren 
cicatrizarse, decenas de muertos y un dolor difícil de calmar del que, 
además, muchos tratan de sacar provecho. Pero aunque en el ambiente musical 
algunos traten de no hacer leña del árbol caído y matizar 
las responsabilidades con frases como “a cualquier de nosotros le podría 
haber pasado”, lo cierto es que no existe la casualidad. Todo tiene una 
causa. En las últimas dos décadas, el mercado musical buscó 
bajar cada vez más la edad de sus consumidores. Es ese estado mental, 
entre la preadolescencia y la niñez, el que propició una masacre 
tan absurda como hipócrita. Entre el Estado, los bolicheros, los músicos, 
los productores, el periodismo y el público se montó esta farsa 
sin responsables: la música no es importante, la acústica no es 
importante, la seguridad no cuenta, el aire tampoco, el gobierno “respondió 
muy bien ante esta masacre” y los chicos pueden hacer lo que quieran. Lo 
importante es juntar gente que pague la entrada.
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 11. Bonus track: 
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