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Jueves, 5 de septiembre de 2002

SYSTEM OF A DOWN Y SOULFLY, EL METAL QUE PIENSA

Artillería pesada

No todo es Limp Bizkit, Papa Roach, Linkin Park y P.O.D. en el mundo metálico, aunque lo parezca... En esta producción, las entrevistas con el guitarrista de System y el jefe de Soulfly revelan otras ideas: más acción y palabras, menos videos. Compromiso y actitud. ¿O acaso no era eso el rock and roll duro?

POR MIGUEL MORA

Siempre resultó una característica marcada a fuego. La música pesada resultó un estilo acorde para entregar letras con conciencia social, problemática urbana o denunciar las miserias de la política. Ahí están como ejemplos –arbitrarios, hay más– casi todos los discos de Megadeth, momentos de Pantera y el manifiesto constante de Rage Against The Machine. La última generación de grupos duros no se destacó por eso: las nuevas estrellas parecen pre-fabricadas en/por MTV. La arrogancia de Fred Durst (Limp Bizkit), la intrincada psiquis de Jonathan Davies (Korn) y la superficialidad manifiesta de Papa Roach o Linkin Park... Parece imposible encontrar personajes con un discurso atractivo, social y, aunque sea, distinto.
En un nuevo contexto, aparecen los tercermundistas como mejor posicionados para seguir en la causa. System of a Down, el grupo formado íntegramente por descendientes de armenios criados en Los Angeles, mostró su postura desde su primer disco, reafirmada con el exitoso y contundente Toxicity. “No nos consideramos una banda políticamente incorrecta o políticamente correcta, o lo que sea. Nosotros vamos y cantamos lo que cantamos. No somos políticamente nada”, dice con un dejo de desprecio Daron Malakian. El guitarrista es el motor musical de System of a Down, y su voz tímida y pausada, sin rastros de acento armenio, se contrapone a los riffs a puro machaque que despiden las canciones de su banda.
Max Cavalera, el ex Sepultura ahora al frente de Soulfly –que acaba de editar su tercer disco–, está radicado con toda su familia en Phoenix, Arizona, pero dice no olvidar sus raíces. “Trato de mantener las tradiciones vivas en mi familia, juego al fútbol, cocino comida brasileña, hablo con mis hijos en portugués”, remarca desde su hogar en el medio oeste de los Estados Unidos.
Desde diferentes situaciones personales –Daron en un alto de la gira Ozzfest, Max desde su hogar en el medio oeste–, dos cabezas parlantes del metal universal dialogaron vía telefónica con el No y dieron cuenta de sus pensamientos sobre sus últimos discos, la situación mundial, Latinoamérica, el futuro, el compromiso político de un músico y el estado de salud de la música pesada.

–¿Qué pensás que se puede cambiar desde un grupo de rock’n’roll?
Daron Malakian:
–Vos podés lograr que la gente venga a un concierto, la pase bien y que además se entere de las cosas en las que uno cree. Es como cuando uno mantiene una conversación con un amigo, y si luego tomás esa conversación y la desparramás por todos lados, habrá mucha más gente que pueda participar de esa conversación.
–Si no fueran hijos de inmigrantes armenios, ¿creés que tendrían la misma conciencia social que expresan en sus letras?
–Tal vez no. Yo, por ejemplo, tengo familia que vive en Irak, y si no fuera así, no estaría al tanto de la situación que allí se vive. Mi abuela vive allí y fui a visitarla cuando era un adolescente. Ese tipo de cosas te abren la cabeza.
–¿Creciste en alguna comunidad
armenia en Los Angeles?
–Sí. Era bastante grande, ya que viven muchos armenios en Los Angeles, y la verdad es que la pasé bastante bien. Nunca tuve que enfrentar ningún tipo de discriminación o prejuicios.
–En muchas de las canciones se
perciben influencias de música
folk de Europa del Este.
¿Es algo natural o consciente?
–Pienso que es natural porque cuando escribo no estoy pensando en “Europa del Este”. Sale de forma inconsciente porque nuestros padres escuchaban ese tipo de música, entonces la llevamos en la cabeza.
–¿Cómo fueron los primeros días
de la banda? ¿Difíciles para
poder conseguir un contrato?
–Sí, bastante... Debido a que el estilo de música era diferente y nuestra apariencia también distinta de la de todos los demás, lo nuestro no era lo que los ejecutivos o gente de la industria estaba acostumbrada atratar. En ese sentido fue difícil hacerles entender de qué se trataba el grupo. Por eso durante los primeros días no quedaba otra que tocar y tocar. Estuvimos como tres años dando pequeños shows hasta lograr un poco de atención.
–¿Tiene algún sentido
la religión para vos?
–La religión es buena, bonita, pero no sé si hay una que sea más bonita que las demás. Creo que cada religión tiene algo bueno que ofrecerle al mundo, si la gente puede tomarlo de esa manera. No creo que la religión sea un motivo para la guerra. Eso es lo que me resulta más gracioso, cuando alguien dice que lo hace en nombre de su religión.
–¿Y como organización
corporativa?
–Bueno, cuando se trata de hacer dinero, por lo general se vuelve una mierda...
–¿Qué tan responsable es Rick
Rubin en el resultado final de
los discos de System of a Down?
–El tipo nos ayuda a elegir las canciones que son más poderosas, y nos ayuda a convertirlas en lo mejor que puedan ser. Sabe escuchar muy bien. Es como tener un amigo que llega y te ayuda a realizar un mejor disco sin tocar un solo instrumento.
–¿Tienen escrito algo nuevo
para el futuro?
–Siempre estoy escribiendo para System. Ya tengo como cinco o seis canciones, pero diría que no esperen un disco nuevo pronto. No vamos a sacar nada nuevo hasta que no creamos en un ciento por ciento que vale la pena. No vamos a sacar algo sólo porque yo tenga un par de canciones hechas, siempre esperamos.
–En Toxicity le agradecés
a Charles Manson como fuente
de inspiración. ¿A qué se debe?
–Respeto a todo aquel que es honesto, y creo que él es una persona honesta. De la misma manera que respeto a Gandhi o a Mohamed Ali.
–¿Creés que decreció la cantidad
de gente honesta?
–No, creo que sigue habiendo mucha gente honesta. El punto es: cada vez que se llega a una posición de poder, hay que lidiar con un montón de cosas que te impiden ser totalmente honesto. Cuando se alcanza una buena cantidad de poder, que está sobre tus hombros, como por ejemplo los presidentes de los países, cada tanto tenés que decir cosas que no provoquen a la gente levantarse, salir de sus casas y ponerse un poco locos, sino mantenerlos calmados. En ese sentido muchas veces tienen que mentir...
–Acerca de eso, se está volviendo
bastante común aquí en Sudamérica...
–Sí, estoy al tanto. ¡Tendrán que tener mucho cuidado por ahí! n
l–¿Qué nuevos caminos recorriste en este tercer disco de Soulfly?
Max Cavalera: –Creo que este disco es más sólido. El más sólido de todos los de Soulfly. Mucho más directo, en la vena de discos como Chaos AD, con algunas cosas experimentales como se habían desarrollado en Primitive, pero con un resultado mucho más agresivo.
–¿Tenías algún desafío o meta
a lograr con este nuevo álbum?
–Sí. Como me refería antes, este disco es un regreso a las canciones más fuertes y pesadas, que es el fuego para el público al tocarlas en vivo. Por otro lado, también hay cosas muy diferentes como “Tree of Pain”, “Soulfly III” o “Zumbi”, que son más experimentales.
–El tema “Brasil” está íntegram
ente cantado en portugués.
¿A que hacés referencia?
–Esa canción me remite un poco de nostalgia y es donde expreso la falta que me hace Brasil, su cultura y sus lugares. En síntesis, es un tributo a mi país, el cual continúo cada vez que llevo su nombre alrededor del mundo con Soulfly y con todo lo que hago.
–Hace un tiempo comentaste acerca de un proyecto a realizar en conjunto con la tribu de los indios Navajos de Arizona que se llamaría “Last Of TheMohicans” (“El último de los mohicanos”). Hay un tema con ese título en el disco. ¿Quedó todo reducido a eso?
–Para nada. Todavía tengo en mente hacer ese proyecto, pero necesito de más tiempo para realizarlo. Por ahora, la idea es hacer unos conciertos en la reserva indígena de Navajo, donde conocí a muchos fans de Soulfly, que son personas muy buenas. Me gusta mucho estar ahí. Es a cuatro horas de mi casa. Tengo una buena relación con los jefes de la tribu y espero poder concretar el proyecto de hacer algo con ellos en el futuro. Primero debo encontrar el tiempo necesario para hacerlo.
–¿Esa tribu vive de una manera muy distinta que el resto de Arizona?
–Exacto. Ellos tienen sus propias leyes, su propia policía, hospital. Es como un país diferente dentro de Estados Unidos. Hace un año fui a dar un pequeño concierto y estuvo muy bien organizado. Estoy encantado con el pueblo navajo.
–La situación social en
Latinoamérica es bastante crítica.
¿Estás al tanto?
–Claro que me entero. Fundamentalmente porque tengo familia, hablamos y me cuentan los problemas que les surgen. El gran problema del dólar. Yo soy una persona que ama a Latinoamérica, su cultura, su gente, y cuando me entero de sus sufrimientos, me pone bastante triste. Espero que la situación mejore en el futuro.
–¿Cómo es la convivencia
y el desarrollo con tus hijos?
–Creo que es normal. Tal vez en algunos aspectos es diferente porque mi estilo de vida como músico es diferente, con las giras de dos o tres meses, etcétera. Por lo demás, es bastante normal, van a la escuela, tienen amigos, hacen deportes. Lo único es que por sus padres a veces tienen un estilo de vida más agitado.
–¿Hablan portugués e inglés?
–Sí. Yo converso mucho con ellos en portugués. Y ellos también me preguntan el significado de algunas palabras. Trato de mantener las tradiciones vivas en mi familia, juego al fútbol, cocino comida brasileña. Para mí es muy importante criar a mis hijos de esta manera y no en un estilo americano de vivir. Les enseño cosas sobre la naturaleza, a jugar al aire libre en lugar de estar frente a los videogames.
–¿Pudiste seguir el Mundial
de fútbol? ¿Cómo lo viviste?
–Sí. Vi unos cuantos partidos, no todos porque el horario para nosotros era terrible. A veces nos tocaba a las cuatro de la mañana. Obviamente vi la final con Alemania y creo que Brasil jugó bien e hizo una buena campaña. Me gustó mucho cómo jugó Ronaldo, que hizo un gol en casi todos los partidos, y creo que consiguió el lugar que se merece como jugador profesional.
–Con la distancia que da el tiempo, ¿seguís viendo aquella separación de Sepultura como algo inevitable?
–Sí, todo sucede por un motivo. A veces no entendemos por qué suceden, pero yo estoy convencido de que para todo hay un motivo, para todo hay una razón. Para mí fue una lección de vida. Fue comenzar de nuevo y, como dice la frase, “lo que no te mata, te fortalece”, y eso fue lo que pasó en mi caso. Yo tuve que volver a tocar en lugares pequeños, para poca gente. Hasta llegar a hoy en día en que Soulfly es un grupo tal vez con mayor reconocimiento que Sepultura en Estados Unidos. Eso para mí es gratificante, porque trabajé muy duro para conseguirlo.

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