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Jueves, 23 de octubre de 2008

“EL BARMAN CIENTIFICO”, DE FACUNDO DI GENOVA

¿Quién se ha tomado todo, todo?

 Por Luis Paz

Motivado por la división entre las ciencias sociales y las naturales, Facundo Di Génova, periodista de la casa, se invistió de historiador de la cultura alcohólica y en experimentador de los brebajes para El barman científico: tratado de alcohología, un trabajo recientemente publicado por la editorial de la Universidad de Quilmes, en el que el análisis interdisciplinario ofrece respuestas que van desde los efectos del Fernet en los chinchulines hasta el ritual dionisíaco posmoderno, pasando por el pajarito carcelario (licor hecho con cáscara de frutas fermentada y azúcar) y las burbujas del champán.

“Hacer el libro fue un flash. Todo empezó porque entrevisté a Diego Golombek y Pablo Schwarzbaum, los autores de El cocinero científico, y hablamos de la separación entre las ciencias madres, de por qué los que sabían de sociales no sabían qué es una célula y los que saben de exactas no tienen un análisis cultural”, revela Di Génova. Con esa inquietud filosófico-científica, el periodista se entregó a “dos años y medio de laburo intensivo” con fuentes diversas: archivo, bibliotecas y un verdulero quichua de la vuelta de su casa. El mismo Golombek le dio una mano –”cada vez que me decía que no entendía algo eran veinte días más de laburo”, cuenta Facundo–, y sus estudios en Ciencias de la Comunicación, las herramientas: “Es un trabajo arriesgado; hay hipótesis varias sobre el alcohol y no todo está investigado”.

Claro que Di Génova sí investigó y durante buena parte de su vida: “Me di vuelta peligrosamente varias veces con escabio, al punto de decir: ‘No tomo nunca más’. Es jodido: si te zarpás, la podés pasar muy feo”. Entre sus bebidas estimadas se cuentan el whisky, la grapa y otros destilados. Cuando habla con el NO está sobrio –o así parece–, pero revelaciones suyas harían pensar en algún copetín: “Dios y el diablo, la fiesta y el cáncer conviven en el vino”; o “el alcohol es el fermento de la revolución industrial”. Y la revelación más curiosa: “Si mi profesora de química ve el libro, se cae de culo. Y ni te cuento de la de literatura”.

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