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Jueves, 26 de marzo de 2009

THE ADICTS EN BUENOS AIRES

Punk para arriba

 Por Mario Yannoulas

El estereotipo de la campera negra de cuero y con tachas fue desechado por The Adicts, allá por 1981. “Usábamos maquillaje y nuestras canciones tenían melodía”, dice el cantante Keith “Monkey” Warren.

En la Inglaterra gris de fines de los ‘70 había una competencia por ver quién se clavaba más alfileres de gancho en los lóbulos, o quién envolvía más su cuerpo en cuero negro: “¿Quién es el más punk de la cuadra?”, era la pregunta clave. Aunque hubo un grupo que quiso formular algo diferente a la estética propuesta, principalmente, por los Sex Pistols. Se trata de The Adicts, un escuadrón conformado hacia el ocaso de la década que recién publicó su primer LP en 1981, llamado Songs of Praise. Siempre obsesionados con desempatarse del resto de los grupos en boga, los oriundos de Ipswich simplemente comenzaron a ser divertidos sobre el escenario y esquivaron el teatro sombrío y perturbado de sus contemporáneos. Pero no era sólo una actitud.

Se inspiraron en la estética del clásico del cine La naranja mecánica para vestirse como Alex y sus droogos, con mamelucos blancos, borceguíes y sombreros bombines. Por su parte, el cantante Keith “Monkey” Warren empezó a pintarse la cara como un payaso algo diabólico –más que los tradicionales–, hasta guasonesco, un arlequín mefistofélico. “Creo que la primera vez que me pinté fue alrededor de 1981. La idea era diferenciarnos de todas las bandas que daban vueltas en esa época. Muchos otros grupos dijeron que no éramos lo suficientemente punk porque nos veíamos diferente, usábamos maquillaje y nuestras canciones tenían melodía, aunque el estilo trate de ser iconoclasta y distinto, intelectual y artísticamente libre. Ya estoy un poco harto de esto del maquillaje, pero no hay vuelta atrás, ¿sabés?”, suelta Monkey en charla telefónica con el NO. Algo de lo que dice el vocalista se advierte en la cantidad de base que aplica a su rostro, que disminuyó sensiblemente con el tiempo. Con letras menos podridas y algo de hedonismo básico e inocente, The Adicts ha logrado llamar la atención a su manera.

Instalados casi como un grupo de culto por su estilo menos afectado por los clichés británicos, guitarras no tan sucias y en cambio más melódicas de corte ramonero, más su particular puesta en escena, la primera llegada de esta banda a la Argentina no deja de parecer importante. Pero hay más: estos cuatro anglos son de los pocos que pueden decir que mantienen la misma formación desde que se juntaron por primera vez. “Tenemos nuestras diferencias, pero la mayoría de nuestras discrepancias son artísticas, porque todos queremos lo mejor para la banda. Amamos lo que hacemos, así que si tenemos un problema lo terminamos resolviendo. Conseguir sacar lo mejor de cada uno significa todo un trabajo, pero nadie quiere perder a The Adicts. Conocemos la mayor parte de nuestras vidas, así que somos una familia, algo que a veces es bueno y a veces no, aunque todo depende de cómo te lo tomes”, reflexiona y ríe un poco.

Su primera llegada a la Argentina se produce justo antes de que en Europa y los Estados Unidos se lance su octavo disco de estudio, Life Goes On, un material que, por ahora, en Sudamérica, va a poder escucharse sólo parcialmente en MySpace. Para Monkey, con el correr de los años, él y sus compañeros se han ido desarrollando como músicos. Ya en Rollercoaster (2005) hay canciones que respetan el formato de canción que abrigaron a comienzos de los ‘80. “Esos temas no habrían sido posibles en la primera época –explica–. También hay un desarrollo en cuanto a la producción, las nuevas tecnologías me ayudaron a sonar siempre afinado y ese tipo de cosas. De todas formas, pienso que las canciones siguen teniendo la misma vida, todavía son frescas.”

Muchos esperan la posibilidad de oír en vivo temas que han abrazado eternamente en sus habitaciones, como Joker in the Pack, Who Spilt my Beer? (léase “¿Quién derramó mi cerveza?”) y Viva La Revolution, una canción llamada igual que otra de Die Toten Hosen, otros punks europeos divertidos. Monkey advierte que al escribirla no se basó en ninguna en particular sino que pensó en el instante en el que una revolución se está produciendo: “Imaginé a la gente feliz en las calles, aunque un día, una semana o un año después, se den cuenta de que el nuevo régimen no es menos malo que el anterior, y que están atascados en el mismo lugar. Sin embargo, por un día o dos fueron felices, porque lo nuevo estaba viniendo, y sería buenísimo que eso pudiera pasar siempre”.

* The Adicts toca mañana viernes en Súper Rock, Sarmiento 777, desde las 17.30.

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