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Jueves, 29 de diciembre de 2011

DEL SEñOR QUIOSQUERO AL BAJóN

Yo te conozco

 Por Brian Majlin

El señor quiosquero es como un analista. Siempre lo fue. Conoció tus primeros vicios, en pastillitas Yapa o en Pirulines. En esa cantidad desmedida de figuritas o Topolinos, pero también en regalitos del Jack o el huevito Kinder. Siempre dependiendo de si pasaste las primeras gulas en los ‘80 o los ‘90. Te acompañó en esos primeros ataques de hiperglucemia.

Conoció primero tus vicios, pero después tus derrotas y estados de ánimo. Si tenías un examen, cigarros y pastillas. O chicles si tenías una cita, que a veces también funciona como examen. Después creciste un poco y pasaste a comprar preservativos, que dejaste de comprar cuando te pusiste de novi@ y usaban pastillas, y que volviste a comprar cuando te separaste. Antes un quiosco era un refugio donde comprabas dos o tres golosinas; ahora casi todos son auténticos minimercados. Compiten con los almacenes que –¿alguien se acuerda?– murieron de muerte antinatural en los ‘90.

El quiosquero es, en el mejor de los casos, el que te daba el cambio en monedas para el bondi, el que te fiaba el envase de la birra y, ahora que ya no se puede y sin mandar al frente a nadie, el que te dice que le traigas las botellas en bolsas así nadie se aviva. El que visitás antes de la previa para comprar la coca y el fernet, y al que volvés después, para el bajón salado dulce salado dulce.

Hace unos años, te cuento, cuando no había quioscos almacén, emergían los Todo por un peso. Hamburguesas, bondiolitas, milanesas. Golosinas para el bajonero noctámbulo. Pero jamás tuvieron la habilidad de combinarlo con chocolates y gomitas. ¿Cuándo fue que dejaste de comprar caramelos y figuritas para comprar forros y cigarrillos? Lo puede saber tu viejo, tu vieja, un amig@, pero seguro que lo sabe el quiosquero.

Dicen que los chicles y los caramelos nacieron casi con la humanidad. Que desde siempre hubo quienes mascaban y mezclaban frutas y mieles. Lo que nunca pudo un inca o un antiguo griego es sentir el placer que sentiste cuando te tocó la figurita para llenar el álbum. El de Italia ‘90 –¡cómo costaba el cuatro de Camerún!–, Chiquititas, Rainbow Brite, Los Halcones Galácticos o Pokémon. Da igual. El quiosquero, que cuando no tenía monedas te daba el vuelto en Bubaloo o Bazooka mucho antes que los súper chinos, sabe todo de vos. Conoce tus gustos y golosinas. Los de antes y los de ahora.

Será por eso que Pity se sintió mal y le devolvió el dinero al mentor de golosinas y bajones. Será por eso, señor quiosquero.

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