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Jueves, 17 de mayo de 2012

LOS INTEGRANTES DE DORIS REFLEXIONAN SOBRE AQUELLOS AñOS Y SOBRE SU VUELTA

“Salimos muy transformados”

Más que a un retorno definitivo, la vuelta de Doris después de cuatro años de ausencia se parece a un reencuentro con aquel antiguo novio/a con el que la cosa ya no da para más, pero siempre es bienvenido un revolcón por los viejos tiempos.

 Por Julia González

”Veo como algo revolucionario mostrarnos así en comunidad porque tiene fuerza, para individualista está el mundo”, decía Nacho Rodríguez (guitarra, batería y voz; y actual Onda Vaga) a este suplemento en 2006, cuando Ultrapop recién había editado Achacandá, el último disco de Doris. Nacho se refería a la inexistencia de un líder o un solo cantante en la banda. En aquel entonces, el nombre del álbum funcionó como un grito de placer o invocación, un código interno de estos cinco amigos que grabaron tres discos y un EP en sus casi ocho años de vida.

Cuando empezaron en 2000, Cromañón, sus muertes y consecuencias, era una predicción inverosímil en el futuro. Sin embargo, la bengala se perdió y la escena rockera en Buenos Aires se desfiguró. El incendio siempre merecerá un capítulo aparte; pero, al margen de esto, fue duro para el under resistir cuando cerraban los lugares para tocar, cuando no se podía ver un recital de pie y sólo se permitía una persona parada por metro cuadrado. Las contras de un nuevo sistema se transformaron en un río arriba en el que había que remar cargando equipos, instrumentos y pagando sumas ridículas de dinero para usar el escenario una noche. Los bolicheros, enterados de las nuevas cláusulas y prohibiciones, sacaron tajada, y a fines de 2007 la escena se tornó insoportable para los músicos independientes.

Doris era una de las bandas que en aquel entonces compartía coronita en el cartel del indie junto a Bicicletas, Los Alamos (mañana se despiden de Buenos Aires en su regreso a los escenarios) y los platenses Norma y El Mató a un Policía Motorizado. Pero, a pesar de tener un lugar privilegiado en la escena, puertas adentro había problemas, y eso fue lo que impulsó a Doris a separarse. “Una realidad, que yo me di cuenta mucho después, fue que la relación mía con Nacho en el medio era una ecuación: hicimos esa cosa loca de separarnos y seguir en la banda durante años”, recuerda Liza Casullo (guitarra y voz). Y Julián Zamt (batería, guitarra y voz) complementa: “Eramos muy pendejos, empezó a haber mucha tensión y en un momento de la vida, frente a tus imposibilidades, culpás al que tenés más cerca. Pero sin que haya nada concreto”.

Mañana, después de más de cuatro años de separación y diferentes rumbos tomados entre bandas convocantes y nuevos comienzos, Doris retozará una vez más en un escenario.

El sexto integrante de Doris es, sin dudas, el vivo. Por eso grabaron todos juntos, para plasmar de la mejor forma ese condimento indescifrable que les aportaba la unión. Ahí se completa el rompecabezas que es esta banda: cuando lleva lo lúdico, afluente psicodélico, al estudio de grabación, o emigra al campo para llenarse de la mística del lugar. Con el elemento escénico siempre en presente, Doris se encargó de hacer de cada fecha una performance, ya sea disfrazados (“No es disfraz, es vestuario, por favor”, corrige Liza como si fuera una frase que sabe de memoria), con una coreografía, con escenografías o desplegando sus estudios teatrales. Esta vez no será la excepción: habrá imágenes y algo de vestuario, y un repaso por todos los discos, con las ganas de que haya mucha potencia tras volver todos juntos al rock después de las experiencias de Onda Vaga, Valeu y el formato solista de Liza. Sobre este revival, dicen, no hay expectativas: sería como volver con un ex a quien no se ve hace años sin tener mucho que perder. “Es como cuando estás en una relación y decís: ‘No esperemos nada’. Es fuerte para nosotros. Estamos tratando de no tener expectativas”, dice Julián, y Liza redobla la idea: “Sería como un garche que te mueve el piso”.

—¿Habrá temas nuevos?

Liza Casullo: –Está el desafío de tocar los temas y que suenen, y que alguien llegue con una idea musical a un ensayo e improvisar sobre algo.

–¿Por qué volver a tocar juntos?

Julián Zamt: –La idea no fue nuestra, fue de otro flaco, de Hernán, que es un amigo que está produciendo la fecha. El nos llamó, aunque no sé muy bien cómo se le ocurrió; creo que había percibido nuestras ganas y nos llamó a uno por uno, y fuimos todos de a uno y le fuimos diciendo que había ganas y empezamos a charlarlo vía mail. Sucedió, había ganas y también podíamos hacer el esfuerzo de juntarnos a ensayar. Estaba buena la propuesta de hacerlo en Niceto.

–¿Qué pasó en el medio, después de la separación?

Liza: –Al encarar cada uno un poco su proyecto, porque estábamos muy a full con lo nuestro, siempre estaba el movimiento real de “bueno, juntémonos”.

–¿Hay planes de seguir o es solo una fecha?

Liza: –Por lo pronto sí, revivir todos esos temas, repasar los discos y preparar una fecha, por lo pronto es el objetivo inmediato. La verdad que es una aventura adentrarse así, porque incluso hay un montón de temas que no tocábamos hace tiempo, y ahora vamos a tocar. Es una zambullida realmente en todo el arco de canciones.

Julián: –Capaz que nos lo debíamos también, porque cuando nos separamos fue medio caótico, no hubo despedida ni nada de eso, se fue dando que empezó a haber disgregación y nos separamos. También creo que hay una cuestión de reencontrarse a nivel personal entre nosotros, que también para mí está buenísimo. La experiencia de Doris fue fundamental para todos, salimos como muy transformados de ahí, le pusimos mucha garra, ensayábamos mucho, nos quemábamos mucho la cabeza, era muy importante Doris. Y después, cuando nos separamos, cada uno hizo la suya. Está bueno volver a juntarse y expresarse el cariño.

–En aquel entonces estaban muy latentes las dificultades para salir a tocar y pagar a los bolicheros, lo que condujo a cierto enrarecimiento de la escena indie; tal vez por eso se volcaron hacia el formato acústico, y surgieron Valeu y Onda Vaga.

Liza: –Hubo un vuelco general hacia la escena acústica, alguna fusión entre lo acústico y lo eléctrico, también eso estaba en los últimos momentos de la disgregación. Esa cosa cruzada de Doris estaba buena, pero al final estaba más polarizado, como que algunos tendíamos más a lo eléctrico y otros a lo acústico, como que no terminábamos de fluir en esa combinación, que también fue de alguna manera causa de que cada uno se fuera para el lado que más le guste. Después de la modificación de la escena post-Cromañón, hubo una movida y una cosa de asfixia hacia el sonido más rockero, que fue un bajón en la movida rockera de la ciudad. Y Doris quedó ahí en el medio.

–¿Se apoyaban en sus proyectos individuales luego de Doris?

Liza: –Más o menos. En mi caso, Marce (Blanco, trompeta, percusión, guitarra y voz) me ayudó a demear las canciones para el disco, Larva (Peruzzotti, bajo) grabó en el disco, Cuca (Julián Srabstein, bajo), también.

Julián: –Con Marce después estuvimos tocando juntos, hicimos Tronco, pero cuando nos separamos hubo una cosa más de desconexión, y a mí me dolía por una cuestión más afectiva. Y la música permite no hablar, entonces estar haciendo música es como decir, pero sin la necesidad de usar las palabras.

–¿Cómo fueron estos ensayos con Doris?

Julián: –El primero fue increíble, porque llegamos y habíamos tirado una lista de temas e hicimos one two three four y estábamos tocando. Y el segundo ya bajó un poco la calidad, nos relajamos un poco. Siento que está bueno, es como si se sintiese la misma energía, y limpia, como la mejor parte de la banda. Yo no sabía que iba a pasar eso, fue una sorpresa. Y nada, ésa es la energía de Doris.

Liza: –En un momento agarró viaje y lo sentimos.

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