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Jueves, 15 de enero de 2015

LA VIDA BOHEME NO ES UN GRAN SUPERMERCADO

“La gente sigue enamorándose, paga la renta y busca su espacio”

El clan venezolano actualiza el folklore y redefine el rock caribeño en uno de los discos más notables de estos tiempos.

 Por Yumber Vera Rojas

Cuando La Vida Bohème debutó en Buenos Aires en 2008, en el que fue su primer viaje fuera de su país, lo hizo con un show para un reality de un canal de cable. En aquella ocasión, al cuarteto venezolano le pendía la chapa de artista revelación. Cinco años después es uno de los estandartes del indie latinoamericano. Pero eso no resignó su deseo por una revancha porteña, al punto que Henry D’Arthenay, vocalista y guitarrista del grupo, invoca el solipsismo borgeano para describir la evolución de su último disco, Será, cuya trastienda plantea una Venezuela desencantada y distópica. “Al momento de hacer el disco, mi mundo se derrumbaba, todo era agresividad y sentía que no había salida. La inseguridad y la incertidumbre me provocaron una sensación inminente de tragedia”, recuerda el frontman. “Me debatí mucho acerca de quiénes éramos, cómo llegamos ahí y qué deberíamos ser. Pero un año después de que salió Será, me pasaron un montón de cosas que cambiaron mi visión. Así que hoy sólo me fío de lo que veo.”

Aparte de retratar la cuna de Bolívar en la era post-chavista a partir de una lectura que apela a la metáfora, el segundo disco de la banda caraqueña, editado en la Argentina por Scatter Records, también rompe con los estereotipos de la idiosincrasia venezolana. Adiós a la Fulop: “Cuando fuimos a Estados Unidos, estaban acostumbrados a los artistas latinos que hablaban del Caribe, la palmera y el ‘mira qué bonito’. Todos pensaban que era depresivo, aunque no tengo problema con eso porque estoy en paz con el mundo”, asegura D’Arthenay, Skype mediante, desde la capital venezolana.

“En Será le cantamos a Venezuela por lo que es. El país se convirtió en un lugar de tránsito para la cotidianidad, pero es curioso ver que la vida continúa. En esta sociedad con hipertrofia política, la gente sigue enamorándose, paga la renta y busca su espacio. El bajista de Travis me dijo una vez: ‘La línea recta es la asesina’, con lo que estoy de acuerdo. Por eso Latinoamérica se siente libre, porque está llena de curvas. Y es que el espíritu humano es invencible.”

La contundencia de Será no sólo reside en su retórica sino en que también supo traducir musicalmente a una Venezuela posmoderna al mezclar el indie con el heraldo sonoro vernáculo y caribeño, propuesta que le permitió además subirse al podio de los discos independientes latinoamericanos más importantes de 2013. “El músico local no se empapaba de la cultura tradicional, lo que sí sucede ahora, porque el rock venezolano necesitaba identidad”, explica el artífice de 26 años, cuya agrupación obtuvo dos Grammy Latino por este trabajo, entre ellos el de Mejor Album de Rock. “Hace tiempo que el mundo se mueve desde la mixtura, así que decidimos descontextualizar. Por eso pensé en este sonido como ‘Futuro Caribe’, en el que intentamos actualizar el folklore y le damos identidad al rock. Si bien puede parecer una búsqueda pretenciosa, lo hacemos porque nos apasiona, no porque tengamos la verdad.”

Aunque el título de su último álbum denote dualidad –la expresión “Será” en Venezuela representa asimismo negación–, su primer disco, Nuestra (2010), confirmó a La Vida Bohème como la voz de su época. “A dos carajos que están condenados a escuchar reggaetón toda su vida, ¿por qué no puedes mostrarles esta música? Quizás algo les pasa”, especula D’Arthenay, quien acaba sus composiciones en máquina de escribir por “una cuestión de ritmo”.

“Nunca pensamos que tendríamos un impacto cultural. Esto lo hicimos por necesidad, y lo mejor es que el público se comprometió de igual forma porque entendió que la realidad es más grande que uno.” No obstante, esa misma coyuntura obligó al grupo a fijar residencia laboral en el DF mexicano. “Es una situación rara. La gente se dio cuenta de que no podía trabajar ni vivir aquí, y eso se tornó en una crisis social y generacional. Ya yo hice las paces con la idea de que no voy a estar en ninguna parte mucho tiempo, pero seguiré siendo venezolano, y hablaré de mi país y de las cosas que nos conciernen.”

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