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Jueves, 28 de julio de 2016

EL GUINCHO Y EL DISCO 2016 MáS NOTABLE DEL INDIE IBEROAMERICANO

“Es un proyecto muy coherente en la confusión”

La nueva encarnación del canario Pablo Díaz-Reixa imbrica el esfuerzo lírico de Kendrick Lamar, la vanguardia de producción de Kanye West y el sobrepaso de las normas de Björk. Tras un curso intensivo de egotrip y métrica, El Guincho encaró Hiperasia con ideas y técnicas disruptivas, y obtuvo un resultado indescifrable aunque muy magnético.

 Por Yumber Vera Rojas

“Estoy en Madrid, acalorado”, se queja Pablo Díaz-Reixa al otro lado del teléfono. Aunque todos lo conocen por su apodo, El Guincho, en las entrevistas al artista originario de Las Palmas de Gran Canaria lo llaman por su nombre de pila. Si el mundo se rindió a sus pies hace seis años, cuando puso en circulación Pop negro, un álbum en el que los ritmos tropicales y africanos protagonizaron un coito narcótico, ahora el músico, cantante y productor regresó para hacerse cargo y redimir el esfuerzo a través de un disco de lo que en esta parte de Occidente se denomina “música urbana”: ese vale todo en clave de Auto-Tune en el que fraternizan el hip hop, el reguetón, la bachata y hasta la cumbia villera. Por lo que el artífice español debió realizar antes un curso intensivo de métrica y egotrip que derivó en Hiperasia, el trabajo más emblemático del indie iberoamericano en lo que va de 2016, así como, sorpresivamente, la gran respuesta hispanoparlante al rap manufacturado en esta época.

En los últimos tiempos, una nueva generación de payadores de la calle estableció un punto de inflexión en las líricas del hip hop. Como Kendrick Lamar, quien se basó en los contrastes al escribir las canciones de su más reciente álbum, el elogiado To Pimp A Butterfly (considerado el mejor disco de 2015), que tiene en el single Alright su tema cumbre. Allí, el MC de Compton se rebela contra el estereotipo de rapero que erigieron la industria y la sociedad estadounidenses, al tiempo que evidencia las contradicciones de la comunidad afroamericana al mostrarse como víctimas del racismo, cuando son moneda corriente los asesinatos entre negros. Pero más que romper con la tradición, este modelo la refina, pues plantea sin tapujos un costado más sensible, superponiéndose a la apología del odio, las drogas y la violencia que identificó al género. Sin embargo, se sigue aferrando a la “exaltación del yo”, otro de los rasgos principales del acervo del rap. Sin narcisismo esta vez, sino más bien con elegancia y complejidad.

Díaz-Reixa, sin ser del palo, supo comprender a la perfección esto último. Incluso con más solvencia que muchos exponentes del hip hop, que tergiversaron el juego y se perdieron en esa delgada línea que divide al individuo del personaje. Así que frente a esa “página blanca abierta a la espera de su atuendo”, como bien versa Ana Tijoux en el tema Crisis de un MC, incluido en 1977 (otro gran disco del rap en español), El Guincho, haciendo honor a esa águila rapaz cosmopolita de la que tomó su seudónimo, saca pecho y extiende las alas para presentar su disco más detallista y confidencial.

Acá, muestra su lado negativo, el autoboicot y la manipulación vocal, al mismo tiempo que revela los oscuros recovecos de los dealers de la pizza. “No sé cómo llegó tan lejos ese canario”, dice una voz de fondo en Zona wi-fi, el tema que cierra Hiperasia, a lo que el artista más internacional de España en la escena independiente global responde: “Soy de Las Palmas, y fui con mi imaginario allí”.

Luego de hacerte de la etiqueta “tropicalismo 2.0” a partir de tu hit Bombay, de tu álbum anterior, ¿por qué volviste al ruedo con un encarnación más hiphopera?

–Para mí éste no es un disco de hip hop, pero es cierto que la materia prima de este trabajo son los códigos y recursos del género, incluso los clásicos. Es una música con la que crecí y fue la primera que me emocionó, porque iba a colegio francés y escuchábamos hip hop en ese idioma. Me pareció interesante girar por ahí y dar una perspectiva un poco más mutante, más desde afuera, como un outsider de los estilos, para explicarla y subvertir los clichés que la contienen.

¿El desdoblamiento del personaje y el énfasis que hacés en el egotrip en tu nuevo disco fueron intencionales?

–Sí, para mí la gracia era sacar a la luz un Yo, pero un Yo peor. Traté de mostrar la peor parte de uno en un disco que pudiera referenciar los códigos del hip hop, en los que generalmente hay un Yo muy potente y presentado como la estrella del álbum. En mi caso, revelé un Yo con achaques, fallas y pensamientos poco decorosos, que en el fondo son muy humanos.

En Comix sale a relucir Chef P ¿Es tu álter ego en esta encarnación hiphopera?

–Es el resultado de usar todo lo del desdoblamiento de personalidad. Chef P (NdR: un apodo que le puso un profesor del colegio al que iba) sería uno de mis álter ego, a veces de manera elíptica, en ocasiones de forma concreta y en otras simplemente hice alusión a él. Al igual que Chef P, aparecen versiones de uno mismo, del personaje que canta. Hablé mucho con mi ingeniero de sonido sobre mi deseo de que el efecto de la voz dejara muy en claro que hay una distancia entre el que escucha y el que está cantando.

¿Tu invitación a Mala Rodríguez para que cante en ese tema fue un seguro para avalar esta reinvención?

–Si bien es cierto que podría ser lo más obvio, fíjate que al mismo tiempo aparece una Mala que no había sido parte de un álbum así. Suena muy diferente en Comix que en sus canciones, y me ayudó a dar el giro que quería a nivel de códigos. Podría haber invitado a un rapero español más joven, pero con ella podría explicar mejor cómo hice ese giro de sonido entre un álbum y otro. Me pareció muy valioso que estuviera como invitada.

Comix y Pizza son de los pocos temas del álbum en los que se entiende lo que estás cantando, sea por la métrica compleja que patentaste o por la manipulación de las voces ¿No sentís que se te fue la mano con la experimentación?

–Quiero aclarar que no usé Auto-Tune sino Melodyne. Mi intención fue recurrir a los códigos de la música urbana para presentar una idea diferente de lo que suele ser la primera persona en una canción de reguetón o hip hop. El chiste fue utilizar esos recursos para mostrar un personaje quebrado, misterioso y desdoblado.

Hiperasia pareciera haber generado, y con la misma intensidad, tanto confusión como fascinación. ¿Estás de acuerdo?

–Aquí no saben qué estoy haciendo y en América latina sí lo pillaron. A diferencia de allá, donde la música urbana es bien recibida, en España es un mundo aparte. La música pop y la escena independiente españolas están muy separadas. Mientras que allá no sólo está más incorporada a la cultura pop, sino que las líneas son más blandas entre géneros. Allá la gente identificó más rápido los códigos que estaba utilizando en el disco, y en mi país no porque venían de conocerme de un ámbito más tribal o indie. Pero para mí esos límites nunca existieron.

La aparición de tu flamante álbum coincide con el gran momento que experimenta la música urbana como fuente de ideas para la cultura pop. ¿Pensás que este repertorio será bien recibido por raperos y reguetoneros y por los públicos ajenos?

–Ojalá sirva de puerta de entrada para gente que no está tan metida en esa tribu, y que le abra los oídos. Cuando hice Pop negro, mucha gente que venía del hip hop, o los productores con los que coincidí al momento de trabajar con Björk, lo apreciaban más como un disco de hip hop que de pop. Al final, mis trabajos están muy orientados desde el beat. Siempre tuve más conexión con productores de hip hop, por las herramientas que usamos.

¿Y cómo cabe tu obra previa en esta nueva faceta?

–Para mí cada disco es un proyecto independiente. La gente que me conoce por Pop negro tiende a identificar a un artista, que además tiene una discografía breve, por la música de ese álbum. Es la que le pone la cruz a ese grupo o solista al pretender que siga haciendo lo mismo. Mi trabajo anterior fue un ejercicio ajeno y artificial, pues no crecí escuchando pop. Así que tuve que estudiar e involucrarme mucho. Todo el que escuchó Hiperasia, viniendo de Pop negro, debe pensar que hice cualquiera. Pero Hiperasia tiene más que ver con los ritmos con los que crecí. Y cuando saque mi próximo álbum, seguramente hablaremos de vuelta y me preguntarás por qué di otra vuelta de tuerca.

Amén de su mimetización con la forma y profundidad del hip hop, al igual que con otro buen tajo de la música urbana, el cuarto álbum de estudio del artista de 32 años lo confirma como uno de los grandes productores musicales de esta época. Al punto de que en su país ya lo llaman “el Kanye West español”, aunque en esta instancia también tiene un poco de Anderson .Paak (ambos son bateristas, pero, por sobre todo, antropólogos sonoros). A pesar de que su trabajo con Björk para Biophilia le permitió ganarse una plaza en la vanguardia musical, no pudo disfrutarlo plenamente, pues recibió la noticia de la enfermedad de su madre. Eso lo obligó a volver a Las Palmas, donde comenzó a reflexionar sobre el futuro. “En mi vida hubo mucha convulsión por varios asuntos personales”, explica el músico que volverá a Buenos Aires para presentar Hiperasia a cuatro años de su debut local, con el que cerró la gira mundial de Pop negro. “También, luego de tener una vida más hecha en Barcelona, me mudé a Madrid, que es mucho más agitada”.

¿Cómo llegó a servirte de disparador conceptual un bazar chino de Madrid?

–No sé si hay un equivalente en la Argentina. Hiper Asia son grandes almacenes de productos muy baratos, donde todo vale un euro. Las regentan empresas chinas y venden básicamente copias de marcas occidentales, de ropa y objetos. Ahí surgió la idea de rescatar el Yo peor. Ese desdoblamiento donde una persona muestra su parte más cutre de sí. Y con esto no quiero decir que sea un disco kitsch. Yo sé dónde juego y quién escucha mi música. Así que también sabía al empezar a usar recursos del reguetón, el dembow, la música jamaicana y el hip hop, lo que esos estilos más de la calle significaban para ese público. Instalé un lenguaje que iba a ser chocante, y que por lo tanto iba a ser excitante. Por ahí me vino la inspiración, tras haber ido a Hiper Asia. Así se activó.

A tu flamante álbum lo presentaste en el cine, fue lanzado en pulseras, incluye un mundo virtual con Chef P como protagonista y originará una marca de ropa inteligente. ¿Qué pasó con el CD o el vinilo?

–A nivel conceptual, sobre todo luego de trabajar con Björk en Biophilia, me di cuenta de que el plan del lanzamiento de un disco no había que concentrarlo en el CD, pues es algo que nos impuso la industria musical y el objeto tampoco es tan valioso. A partir de ahí empecé a pensar, y cuando los músicos grabamos muchas veces desechamos partes muy valiosas del proceso. Dar un masticadito al público para que lo entienda, con diez canciones y una portada, es un concepto muy básico. Me pareció que por la naturaleza de El Guincho, que nunca vendió un número significativo de CD, y sin embargo tengo mucha gente que me escucha, debía hacer algo excitante realmente. Por ahí vino, por una parte, la idea de hacer sudaderas y ropa, y, por el otro, que se desarrolle en Internet. Se nos ocurrió la idea de un chip de NFC, de acceso al mundo web y a una realidad más compleja.

¿Y se podrá acceder a todo esto?

–Al resto del mundo lo vamos a llevar. Y hay distribución.

Si no es propiamente merchandising, y parece más información que música, ¿entonces qué es Hiperasia?

–Ahí está. Me gusta la confusión. Y eso está en las canciones, en la propia estructura del álbum y también en la forma como lo presentamos. Es un disco y un proyecto muy coherente en la confusión, y es por ahí que lo veo interesante.

* Miércoles 10/8 en Yolanda Festival, Niceto Club, Niceto Vega 5510. A las 20.

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