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Jueves, 20 de noviembre de 2003

LA UNIVERSIDAD TRASHUMANTE, ACCION DIRECTA Y PARTICIPATIVA

Caminito al costado del mundo

Una iniciativa de docentes universitarios de San Luis a comienzos de los ochenta, se convirtió en un novedoso y efectivo proyecto nacional de educación. En un colectivo viejo adaptado, recorren el país (llevan más de 50 mil kilómetros andados) y ya tienen 25 grupos regionales de apoyo. Con un objetivo: contribuir a la construcción de un país más justo.

 Por Cristian Vitale

Trashumar significa “trasladar el ganado, con sus conductores, desde las tierras de invernada a las de verano, y viceversa”, según la Real Academia Española. Pero según la idea de un grupo de docentes de la Universidad de San Luis, sin embargo, es la palabra clave para entender uno de los colectivos de educación popular más singulares de los últimos tiempos: la Universidad Trashumante. “El concepto de trashumar –explica el iniciador del proyecto, Roberto “Tato” Iglesias– significa ir detrás de los mejores humus, de la mejor gente, de la mejor tierra. Trashumar es caminar. Por eso insistimos en la necesidad de una doble caminata: una interior, preguntándonos acerca de nuestras ganas, pasiones, fuerzas y emociones. Y la otra de salir, de andar, de escuchar, de no quedarnos quietos.” La propuesta nació a mediados de los ‘80 con un carácter regional. Derrumbada la dictadura, un grupo de docentes sanluiseños puso en práctica este “espacio de construcción colectiva de conocimiento” en barrios de predominio saadista. Pese a las contrariedades imaginables, generaron talleres de aprendizaje, campañas de alfabetización para adultos, trabajos con mujeres de sectores populares y diversas tácticas de comunicación, hasta que les pusieron un tope. “Cuando el grupo ganó inserción popular, empezamos a ser agredidos por partidarios del gobernador de la provincia”, recuerda Iglesias. De la violencia, que también motivó profundas discusiones internas, surgió un nuevo proyecto llamado “Sendas para la Educación Popular” que no hizo más que federalizar y renovar aquellas prácticas como una manera de legitimar el trabajo social tranqueras afuera. “Esto ocurrió entre el 1990 y 1997 con el impulso del Taller de Talleristas –cuenta Iglesias–. Con ellos se multiplicó la labor en sindicatos y cooperativas, y se concretó la idea de viajar, recorrer el país, andar, escuchar, mirar con nuestros propios ojos y reflexionar juntos.” En el andar, también germinó un taller cuyo nombre remite a la canción de Teresa Parodi: “Caminando el otro país”, que fue pensado como un espacio de reflexión y arte para todos aquellos que asisten a los talleres a lo largo del país. “Los talleres duran dos días y están destinados a preguntarnos cómo, con quién y desde dónde podemos construir el otro país. Paulo Freire nos había dicho ‘hablen poco y escuchen mucho’”, revela Iglesias. Fruto de kilómetros y kilómetros de ruta –más de 50 mil en total–, la Universidad Trashumante fue creciendo al punto de reunir a unos 25 grupos con base en Frías (Santiago del Estero), Mayu Samaj y Villa del Dique (Córdoba), Hersilia (Santa Fe), Río Grande (Tierra del Fuego), San Salvador de Jujuy y Tilcara (Jujuy), Reconquista, Vera, Hersilia y Las Parejas (Santa Fe), Rawson (Chubut), etcétera. Si bien cada grupo es autónomo en sus prácticas, hay una coordinación general que promueve un eje inviolable: “Cambiar el mundo desde una visión política– pedagógica-artística”.

Gestión y participación
En el plano económico, el proyecto se financia a dos puntas. Por una parte figuran los aportes generados por Raly Barrionuevo y León Gieco (que organizan festivales para donar la recaudación) y recursos genuinos (venta de empanadas, las fiestas trashumantes, rifas, etc.). “La gente ayuda cuando nos recibe en sus casas y nos da de comer”, comenta Iglesias, que también es sociólogo. Por otra parte, reciben un subsidio de la Universidad de San Luis: 1500 pesos anuales destinados a organizar encuentros. “Está claro que siempre debe ser plata sana. Nos negamos a que nos financie el Banco Mundial o las empresas privadas”, dicen. La organización también cuenta con una revista llamada El Otro País –sale tres veces por año– dedicada a difundir prácticas y objetivos. “Una de las claves de la educación popular consiste en ordenar ideas. Hemos trabajado conceptos como el otro país, cambiar el mundo, palabra y gesto, tragedia y comedia, y los tenemos en cuenta en nuestras reflexiones colectivas.” La estructura comunicacional del grupo funciona de manera alternativa. Además de la revista, sostienen una red de contrainformación basada en una página web y una agencia de noticias que desparrama noticias desde Ushuauaia hasta La Quiaca. “Como sabemos que la comunicación popular supera ampliamente la concepción de medio-mensaje-producto, necesitamos más que nunca construir comunicación popular constructora de consensos”, analiza Fernando Albretch, integrante del Grupo Trashumante Hercilense de Misiones.

Primeros pasos
La primera expresión federal del proyecto data de 1998. Iglesias, dos coordinadores (uno de danza y otro de teatro) y un cronista de viaje recorrieron 17.000 kilómetros a bordo del Quirquincho (un ómnibus de la Universidad readaptado como casilla rodante). Recorrieron el Norte argentino, organizando talleres en 10 provincias y 80 ciudades. “Fue como un viaje cósmico hacia el interior de nosotros. Ver tanta miseria y dolor por un lado, y tanto amor, entereza y ganas de seguir luchando por otro, se nos presentaron esas contradicciones que llevábamos adentro. Verificar cómo las políticas neoliberales llevaron a la destrucción concreta de varias poblaciones o encontrar culturas como la de la Puna jujeña totalmente abandonada, pero que resiste para cambiar la historia, es maravilloso y revelador”, describe hoy el docente. El segundo viaje fue más extenso: con una red de educación popular mejor organizada y el Quirquincho repleto de libros, videos y casetes, hicieron 30.000 kilómetros por toda la Patagonia hasta Tierra del Fuego. En Neuquén trabaron relación con Zainuco, una organización de Derechos Humanos que asiste a presos comunes y políticos (cuyo número fue creciendo a partir de la persecución y represión a los grupos piqueteros). Iglesias remarca el efecto de la experiencia: “La represión y persecución por parte de las fuerzas de seguridad, la tortura, la vejación y la complicidad de algunos jueces y, lo que es peor, la imagen que introducen en la sociedad acerca de los delincuentes, es terrible. La enorme mayoría de los encarcelados son gente de clase muy baja, discriminados por ‘portación de rostro’”.
El resultado de las experiencias realizadas por los trashumantes figura en tres libros, con las “Crónicas de Viaje”. Allí figuran relatos, anécdotas y reflexiones político-pedagógicas. A fines de 1998, una de esas crónicas cayó necesariamente en manos de quien tenía que caer: León Gieco. El santafesino, fiel a su costumbre, se conmovió ante el trabajo en las sombras de los trashumantes y se entregó a la causa. “En enero del ‘99 me llamó por teléfono. Hablamos 7 horas y trabamos una relación constante. Hacemos encuentros de música en los que también participa Raly Barrionuevo. Ambos aportes fortalecen nuestras luchas”, asegura Tato. De hecho, el nombre del disco anterior del folklorista-rocker Barrionuevo, Circo Criollo, alude a otra de las actividades del colectivo: el Circo Trashumante, surgido en 1997 en combinación con el grupo de teatro “Hinchada”, de Córdoba. “Con ellos empezamos a estudiar los orígenes del Circo Criollo –apunta Albretch–. Así se hizo el primer espectáculo constituido, pensado y actuado por criollos, en contraposición a los tradicionales espectáculos italianos y españoles. Nos atrajo la posibilidad de recorrer el país con una propuesta que nos permitiera presentar una codificación apta para el debate.” La primera función del Circo Criollo –que estuvo en Lanús hace poco– se realizó durante el V encuentro nacional realizado en Río Cuarto. Hubo allí fiesta popular y una sucesión de malabaristas, payasos, actores, músicos, bailarines, titiriteros y murgueros. El arte, como se ve, es central en la gestión trashumante. “Cuando incorporamos lo artístico a nuestros talleres no lo hacemos como un mero momento de descanso y recreación. La vivencia del arte imprime en el espíritu de todos otro modo de ver y actuar en el mundo”, dice Albretch.

El camino a seguir
En el plano ideológico, hay dos conceptos que guían el hacer de los trashumantes: fatalismo y revolución epocal. El primero está relacionado con los efectos nocivos de la globalización. “La globalización ha pretendido reducir a los oprimidos a números. En muchos sectores ha ganado la sensación de que nada se puede hacer para cambiar las cosas”, plantea Iglesias, pensando en las enseñanzas de Paulo Freire y Martín Biro, aquel sacerdote jesuita asesinado en los años de fuego en El Salvador. El segundo concepto, el de revolución epocal, se presenta como una vuelta de tuerca al significado de revolución. “El significado clásico de revolución se fue devaluando desde la caída del muro, dando paso a una apropiación de la palabra a manos del conservadurismo. Así empezamos a escuchar revolución productiva, tecnológica, informática, etcétera. Se despojó de conflicto a la esencia de la palabra.”
–¿A qué alude el agregado de “epocal”?
–A que si queremos cambiar el mundo tenemos que partir de esta época, mirando la realidad como es y no como nos gustaría que sea. No es “primero mi dogma y de acuerdo a ello, fuerzo la realidad”. Es al revés: primero la realidad, la intervención sobre ella, la reflexión teórica y vuelta a la realidad. Somos todos, vamos todos, con la gente y no trabajando para la gente.
–No somos iluminados que indicamos el camino a la gente –reafirma Albretch–. Caminamos hoy y esta búsqueda que empieza por dentro tiende a constituirse como esperanza en el imaginario colectivo.


EL SEXTO ENCUENTRO NACIONAL

Buena semilla

La actividad más reciente de la Uni Trash –así la llaman puertas adentro– se desarrolló el último fin de semana en la Universidad de San Luis. Se trató del sexto encuentro nacional en el que confluyeron todos los grupos que forman parte de la Red, más organizaciones como el MOCASE y el Galpón Sur; investigadores de la Universidad de Luján y la UBA; y murgas y grupos artísticos de varias provincias. Hubo encuentros de análisis y reflexiones sobre la coyuntura actual del país y la fragmentación de los movimientos sociales. Pero también hubo tiempo para disfrutar con guitarreadas, fogones, vino, charlas y el circo criollo, que se activó el sábado a la noche con sus murgas, payasos y títeres pedagógicos. Según Yanina, una educadora popular de La Plata que viajó especialmente para participar, la jornada fue conmovedora. “Nos provocó una inmensa luz de alegría, colores y música... Una especie de impronta increíble de arte en la escena de la educación popular con un aire de sueño y realidad. Después de ver semejante cosa, mis días en La Plata no van a ser iguales.” La misma sensación vivió la gente que llegó desde Neuquén, Chubut, Río Negro, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos, Santa Fe, La Rioja, y hasta del exterior (Chile y Uruguay). Para Yani, la experiencia implicó “una gran semilla de esperanza depositada en cada rinconcito de nuestro amado país”.


IDEAS PARA EL FUTURO

Proyección 2004

La Red de la Universidad Trashumante planea varios proyectos para este año y el próximo. El más relevante está vinculado al MOCASE, que trabaja con 120 comunidades campesinas en franca lucha con el gobierno de Santiago del Estero. El motivo del conflicto es el no cumplimiento por parte de los grupos dominantes de una ley que legitima la tenencia de tierras en manos de los campesinos. El problema a destrabar, según Iglesias, es educativo. Los hijos de los campesinos concurren a las escuelas provinciales y allí se les enseña a respetar a los gobernantes, jueces y policías que son, evidentemente, los que colaboran con los grupos dominantes en contra de sus padres. La idea de los trashumantes es crear una Escuela de Maestros Campesinos, en Quimili, para dar vuelta esa realidad. “Aspiramos a que los propios campesinos sean los docentes de sus hijos y a que la escuela tenga reconocimiento oficial”, arriesga Iglesias. También, la Universidad de San Luis incorporaría la formación de maestros rurales como carrera. “Es impensable una escuela de maestros campesinos sin la participación de los mismos... Por eso se realizó una investigación cualitativa con el objeto de indagar a 20 comunidades campesinas sobre la escuela a crearse”, informa el docente. Según estiman, esta escuela para maestros campesinos abrirá sus puertas en el 2004

 

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