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Domingo, 26 de octubre de 2014

FAN › UN ARTISTA ELIGE SU OBRA PREFERIDA: DARíO AGUILAR Y MUJER DE AZUL, DE IGNACIO GERRY

LO BELLO Y LO SIMPLE

 Por Darío Aguilar

1

Conocí a Ignacio en el ’95, yo tenía 19 años y empezaba a considerar con seriedad la idea de ser artista, aunque hasta ese momento sólo había dibujado unos bodegones muy correctos, un tanto rígidos. Vivía con mis padres en Escobar y había acondicionado un galpón pequeño que se encontraba en la parte posterior de la casa, en el cual trabajaba y dormía.

2

Un día tomé un tren y bajé en Campana. Era otoño. Llevaba un cuaderno de hojas lisas en la mano, algunos lápices. Elegí un sector de la estación y empecé a dibujar. Quería captar algo de esa majestuosa estructura, aunque no tenía gran experiencia. Después de un momento, apareció Ignacio. Me hizo algún comentario acerca de mi trabajo, dijo que él también pintaba y dibujaba. Que cuando era joven había frecuentado los talleres de Victorica y Spilimbergo. Que el mismísimo Santiago Cogorno había besado su mano, en señal de una admiración impostergable.

Si bien, en principio, los hechos que narraba me resultaban confusos, no pude ocultar mi curiosidad. Al día siguiente Ignacio vino a casa con una carpeta llena de dibujos, principalmente carbonillas. También llevaba algunas fotos de pinturas. Se trataba de obras que por diversos motivos ya no poseía. Eran muchas. Al final de la tarde, me sentí extenuado pero con la sensación de que algo importante había sucedido. En esa época miraba mucho a los modernos, sobre todo a Cézanne, a Vincent, y había empezado a interesarme por esa lectura bien lineal del modernismo en torno de una tradición de pintura europea. Pero Gerry era parte de otra historia, en su obra están presentes Cogorno, Urruchúa, los pintores de la Boca y sobre todo el Spilimbergo de blancos-ocres y azules quebrados.

3

Fluctuación que golpea la roca, Gerry es un tipo enorme, gruñón amable, tierno. Fui al campo, decía, y descubrí un medicamento nuevo. Los yanquis quieren mi fórmula. Protagonista de una novela épica: Acogotani, Falopoli y Gerry persiguiendo al enemigo invisible. Gerry incendiando el auto del supervisor, la camisa salpicada y el saco típico. Gerry dibujando bajo un foco de luz titilante.

4

Cuando vi el cuadro por primera vez, me pareció bello y simple. Y sentí que en él estaba presente mucho de lo que Ignacio pensaba acerca de la pintura.

(No hay un gran arte, sólo vehículos, trascendencia. Que si bien vislumbramos el reflejo material de las cosas, la pintura es principalmente acumulación de energía...) En el retrato, una mujer joven sentada de frente al espectador dirige la mirada hacia su costado derecho. La figura domina la imagen, y atraviesa la composición verticalmente, dejando un mínimo respiro entre la cabeza de la modelo y el borde superior del cuadro. Gerry siempre nos pedía que utilizáramos al máximo el espacio del soporte. Ahora me parece un tanto asfixiante, pero lo cierto es que en sus cuadros el recurso funcionaba bien. La mujer parece desprotegida, frágil, y la escena transmite una leve sensación de inestabilidad, tal vez potenciada por ese fondo despojado y la ausencia de referencias temporales, exceptuadas por algunos detalles del vestido.

5

Pienso en esa pintura intimista de Gómez Cornet, en los Juanitos, pero en el caso de Gerry las referencias a una posible crítica social son mínimas o apenas visibles. No eran realizaciones de caballete en estudios espléndidos y luminosos, la vida de Gerry transcurrió entre la frugalidad y cierto grado de mendicidad latente. Una especie de transfiguración anarquista. El pintor que recorre pueblos en trenes desvencijados, que duerme a la intemperie en estaciones de provincia.

Quizás el tiempo ilumina lo más preciado, y permite desprender el detalle absurdo o mundano. Pero los cuadros no son entes aislados. Condenado a una suerte de marginalidad histórica, la obra de Gerry sobrevivió y hoy se encuentra diseminada en casas de personas que lo conocieron, formando parte de algunas colecciones erráticas. La excepción es Mujer de azul, donado a la Comisión de Energía Atómica en 1999, que puede ser visitado con cita previa. (En el Museo Sívori se encuentra Balneario Municipal, un óleo pequeño que no se exhibe desde 1963, año en que fue adquirido.)

6

Poco tiempo antes de cerrar este escrito, e impulsado por una atracción casi obscena hacia el mito, intenté encontrarme con Ignacio en una dirección que me había proporcionado la última vez que lo vi, hace más de diez años. Hice sonar el timbre pero nadie contestó. Era un edificio contiguo al bar Como en casa. Después pregunté por él a una mesera, que confesó conocerlo. Le comenté mi intención de escribir sobre un cuadro suyo. Me dijo que a veces Ignacio bajaba a desayunar al bar, pero ella no sabía que era pintor, aunque lo describió como yo lo recordaba. Guardé el papelito con la dirección en el bolsillo y volví a casa, con el desafío de unir los fragmentos dispersos de la historia.

(Gerry extendió su brazo y pintó
amablemente
Columnas bajo la noche azul

Apenas se veía el mar
Detrás
La espantosa succión del
Vacío

Soy un ser, me dijo
Que origina el espasmo
Atención! Ni respires

Deja que el mundo hable)

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Ignacio Gerry, Mujer de azul (1974), óleo sobre tela, 90 x 60 cm. Comisión Nacional de Energía Atómica.
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