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Domingo, 22 de octubre de 2006

FAN › UNA FOTóGRAFA ELIGE SU IMAGEN FAVORITA: VICTORIA SIMON Y DIáLOGO CON TETERA, DE LILIANA PORTER

La tetera es de porcelana, pero no se ve

 Por Victoria Simon

Me costó mucho elegir una foto y designarla mi favorita. Cómo hacerlo sin traicionar tantas fotos queridas, del álbum familiar y de artistas, y sobre todo, ¿cómo hacerlo sin sentirme infiel con una parte de mí que habría elegido otras?

Cuando me puse a pensar en las razones por las cuales me decidí por esta foto de Liliana Porter, me di cuenta de que no sólo estaba en sintonía con el humor, las preguntas y obsesiones que actualmente me rondan, sino que la emoción que me producía se reservaba esa parte enigmática que hace que las cosas que me gustan se vuelvan aún más atractivas.

La foto es formalmente austera. Una figura femenina de cerámica o porcelana celeste conversa con otra que es parte de la decoración de una tetera, sobre un fondo neutro. Del diálogo entre las figuras no sabemos nada más. La escena presenta un indicio de ficción sin relato. Es absurda y tierna, lúdica e indescifrable, distante y emotiva.

Hace poco me pasaron un texto donde el poeta peruano de origen japonés José Watanabe cuenta que Chikamatsu, un dramaturgo del siglo XVIII, dijo una vez que el pathos era cuestión de refrenamiento. “Cuando todas las partes de un drama están controladas por el refrenamiento, el efecto es más conmovedor”. Desde que leí esto no dejo de pensar en el tema, y la obra de Liliana Porter me parece perfecta en ese sentido. Su rigor la mantiene a una distancia sin embargo accesible y una parece estar felizmente condenada a permanecer en un lugar intermedio, entre la intimidad y el desconcierto.

Cuando veo a mi hija de tres años jugar, armar un mundo con un tenedor y una cuchara, me maravillo ante esa posibilidad de imaginar, de hacer hablar a las cosas en un universo cuyo sentido, para los adultos, se agota rápidamente.

Esta obra también me devuelve un poco a ese momento de la infancia donde las cosas y las relaciones entre las cosas tienen múltiples formas y funciones. Donde, en definitiva, se mira el mundo de otro modo.

Liliana Porter dijo en un reportaje que “los diálogos empezaron básicamente con la voluntad de poner juntos personajes disímiles, que vienen de tiempos distintos y espacios distintos” y que esto puede servir para demostrar que la sustancia del tiempo no es lineal, que hay un lugar donde todo se junta.

La obra y yo, lo que soy, lo que no soy, lo que fui y lo que no sé que soy, todo parece en definitiva reunirse en mi experiencia con esta foto.

De ahí la emoción, la elección y mi agradecimiento.

Diálogo con tetera (2002)

Liliana Porter (Buenos Aires, 1941)

Estudió en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano; a los 17 años se fue con su familia a México, y desde 1964 vive en Nueva York. Allí, un año más tarde, fundó —junto con el uruguayo Luis Camnitzer y el venezolano José Guillermo Castillo— el New York Graphic workshop, un taller de producción experimental. “Mi obra se formó dentro del arte conceptual —ha dicho Porter—. En los ‘70 nos propusimos hacer objetos no vendibles; la idea era lo más importante, no importaba la técnica. Hacíamos arte en un papel cualquiera, pretendiendo romper los cánones. Ahora, en perspectiva, nos damos cuenta de que se estaba creando otra estética”.

En la serie de “diálogos” de su obra, está claro que la fuente a la que Porter vuelve una y otra vez es su propia niñez. Los sentidos de estos objetos de su infancia, muchas veces productos “pop” con una enorme carga simbólica, se ponen en juego en un nuevo contexto, el que les proveen las obras, en las que Porter los relaciona con otras obras propias y ajenas: pinturas, grabados, libros, dibujos. Como resultado de estas combinaciones hay nuevas y extrañas asociaciones. Cuando le preguntan cómo selecciona sus figuras, Porter dice que “simplemente sé intuitivamente cuáles juguetes podrían funcionar. Pero hay algo claro: en general son objetos de los ‘50 que corresponden a la época de la infancia y son personajes del desconcierto, que no entienden, o que están asombrados. Hay un aspecto determinante en esta elección y lo planteo a través de esta frase: la primera manzana que comiste es finalmente tu punto de referencia. Todo el vocabulario primero de tu vida es tu punto de referencia. En cierto modo, uno siempre sigue siendo lo que fue”. A Porter le interesan “la relación entre las cosas y el que las ve; la conciencia de que toda percepción es una relectura; el tema de las ‘certezas’ y las ‘equivocaciones’; el de las correcciones arbitrarias que hacemos para entender. El tema fascinante de la representación.”

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