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Domingo, 23 de noviembre de 2014

VALE DECIR

OSITOS RELATIVAMENTE CARIÑOSOS

Kent Rogowski, un artista de Brooklyn, dice especializarse en “manipulaciones caprichosas de objetos cotidianos”; entre ellos, rompecabezas, libros de autoayuda y, hete aquí el gran hit: ositos de peluche. Porque en su intento por explorar la importancia visceral y torcer la percepción sobre piezas mundanas, el muchacho re-retorció al máximo y creó Bears (Osos), una serie por demás peculiar. Con un proceso sencillo, dicho sea de paso: quitarle la tela/piel a los inanimados juguetes y volver a aplicárselas al reverso, convirtiendo cierres en ojos, costuras en cicatrices y el excesivo relleno, en anomalía particular. “La infancia, arruinada. El dice que son ‘peculiares’; yo digo que son ‘terroríficos’”, anota una impresionada periodista del medio británico Metro al destacar un proyecto de arte que ya ha sido traducido en libro afín y ventas varias (cada osito oscila entre los 250 y 300 dólares).

“En conjunto, las fotografías forman una tipología de criaturas raras pero, aun así, extrañamente familiares”, escribe Rogowski, refiriéndose a las imágenes. Y luego, sobre los peluches: “Son, a la vez, horribles y todavía tiernos, inquietantes aunque entrañables, absurdos pero adorables, al tiempo que ofrecen una metáfora a tener en consideración: estos osos, que han vivido y amado y sufrido y perdido tanto como sus dueños, siguen aguantado. Revelar su núcleo interno podría ayudarnos a comprender mejor el nuestro”. Mientras tanto, no todos concuerdan en su horror: para Nicholas, un estudiante estadounidense de tercer grado, “estos muñecos significan la felicidad; están hechos de suavidad y algodón”. Se sabe: hay tantas interpretaciones como ojos... vueltos a coser.

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