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Domingo, 28 de mayo de 2006

VALE DECIR

Azulunala

No satisfecha con la “apuesta por la cultura nacional” a manos de inversionistas privados que significa el estreno no de una sino de ¡dos! películas protagonizadas por Patoruzito, la senadora por Chubut Silvia E. Giusti presentó hace algunos días un proyecto de ley para imponer la presencia de la Bandera argentina en los films nacionales. Se trataría de una modificación al artículo 8 de la Ley 17.741 de Fomento a la Actividad Cinematográfica Nacional, en el que se listan los requisitos que debe cumplir una película para ser considerada argentina: “Ser habladas en idioma castellano”; “haberse rodado y procesado en el país”; “no contener publicidad comercial”; etcétera. A lo que ahora “invita” a sumar un inciso “f”: “La aparición de la Bandera nacional como mínimo en plano general por OCHO (8) segundos, cuya aparición podrá ser fraccionada en distintas secuencias a lo largo de la película”. En su carta al Ejecutivo, Giusti agrega: “Es claro que la industria cinematográfica es actualmente avasallada ante películas extranjeras (especialmente estadounidenses), donde es constante la presencia de elementos culturales e históricos propios de esas regiones. (...) Ante este fenómeno, creemos que el centro de la cuestión es acercar a la gente a los símbolos patrios con la doble finalidad de reforzar la noción de identidad argentina y de darle a la misma una especie de sello de calidad. El espectador argentino nota en la película un símbolo que le pertenece y se siente parte importante de la construcción de la cinta cinematográfica, mientras que el espectador extranjero advierte también una especie de sello propio e inconfundible que tendrá en cuenta al elegir su próxima película. En las películas extranjeras es innegable la presencia de los respectivos símbolos patrios y, como en cualquier lugar, aquel que no toma medidas necesarias, o es lento para hacerlo, queda atrás en pos del fomento de su país”.

La presentación de Giusti provocó urgentes respuestas por parte de los críticos de cine local y del PCI (Proyecto de Cine Independiente), agrupación que nuclea a cineastas locales y que en su carta calificó el proyecto de ataque a la libertad de expresión, y lo acusó de desconocer la capacidad de la cultura nacional de proyectarse naturalmente a través de las películas, sin necesidad de intervenir en ellas insertándoles imágenes arbitrariamente. Lo más asombroso del proyecto es que contempla la posibilidad de una película histórica ambientada en un pasado anterior a la creación de la Bandera, circunstancia en la que exonera al director de incluir los ocho segundos. De lo que no habla, en cambio, es de alguna hipotética película futurista ambientada en un porvenir en el que este país y su bandera ya no existan.

Un equipo que es un relojito

El director técnico del seleccionado alemán Juergen Klinsmann decidió implementar un método de entrenamiento “revolucionario” para sus muchachos, de cara a la Copa-deportiva-sin-igual en la que, este año, juegan de locales. ¿En qué consiste? En hacerlos reparar relojes. Pero no así nomás, a lo bruto, sino que los inscribió a todos en clases técnicas en su campo de entrenamiento en Suiza. Y aunque no está del todo claro qué es exactamente lo que Klinsmann cree que les va a aportar a sus jugadores con semejante práctica, todo el asunto tiene un aura a lo Karate Kid, cuando su sensei lo obligaba a pintar cuidadosamente y con brocha gorda una cerca de jardín. El manager del equipo, Oliver Bierhoff, se limitó a decir: “Van a aprender a desarmar un reloj y volver a armarlo. Es algo diferente. Y debe ser una gran sensación la de juntar todas las partes, ponerlas en su lugar y volver a escuchar el tic-tac”. Por otro lado, hay que recordar que al final de la película, el Karate Kid gana la pelea.

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