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Domingo, 31 de enero de 2010

VALE DECIR

Vale decir

El moho que piensa

Las computadoras modernas funcionan con electricidad: miles de millones de interruptores lógicos que pueden estar prendidos o apagados, los famosos ceros y unos que componen el mundo digital.

Este no es el único camino; el silicio no es la única base de las máquinas pensantes: existe una ciencia llamada biocomputación que busca crear computadoras vivas, biológicas, en donde las reacciones químicas y los procesos de la naturaleza reemplazan al inorgánico microchip.

La revista Science cuenta de un avance en la construcción de redes de comunicación. El científico Atsushi Tero, de la Universidad de Hokkaido, en Japón, realizó el siguiente experimento: en una superficie húmeda, colocó copos de avena en una distribución igual a las ciudades que rodean a Tokio. Luego, en el centro, en el lugar de la capital japonesa en ese improvisado mapa, se depositó una especie de moho llamado Physarum polycephalum y se lo dejó explorar a sus anchas.

“Algunos organismos crecen formando una red interconectada como parte de una estrategia natural de búsqueda de alimento”, escribe Tero en su reporte. “Physarum es un gran organismo ameboide, unicelular, que es capaz de resolver un laberinto y conectar fuentes de comida de forma muy eficiente.”

Una vez que el moho se organizó y se expandió, alcanzando a todos los copos de avena, formó una red comparable en eficiencia y costo a la infraestructura de los trenes que salen de Tokio en el mundo real.

El día de mañana, entonces, para resolver los problemas que hoy le dan a las supercomputadoras, quizás alcance con no lavar los platos de la noche anterior. El detalle, claro, será dejar los restos de comida en la disposición adecuada.

El nido siempre lleno

Más de la mitad de los italianos que tienen entre 18 y 34 años viven con sus padres. Es un fenómeno tan presente que se ha abierto camino en el lenguaje: se los llama “bamboccioni”, una deformación de “bambini” que se aplica a estos jóvenes adultos que nunca dejan el hogar.

No pasa sólo en Italia y no sería novedad si no fuera por la solución que propone un funcionario de Berlusconi: Renato Brunetta, ministro de Innovación, sugiere una ley que obligue a los mayores de 18 años a irse de casa.

El ministro hace su propuesta a la luz de un reciente fallo judicial: la ley ordenó que un hombre de Bergamo le pagara 350 euros por mes a su hija de 32 años que está terminando su tesis de grado.

“Todos estos jóvenes se piensan que viven en una pensión”, gruñe Brunetta al diario The Independent. “Pero están pagando un precio. Se dejan controlar por sus padres, se niegan a sí mismos la oportunidad de madurar.”

Maurizio Schavi, de 36 años, vive con sus padres en la ciudad de Roma. En un artículo en el diario The Guardian, dice que “si el ministro me paga el alquiler, no tengo problema”. Golpeado por la recesión, Maurizio es un ingeniero de sonido desempleado. Dice que el salario de desempleo no es como en otros países de Europa y que vive con sus padres no por elección sino por necesidad. “Pasa lo mismo con la universidad”, explica. “No hay subsidios, no hay becas, así que la mayoría de los estudiantes viven con sus padres hasta que se reciben.”

Ni siquiera en Europa escapan a la tentación de las soluciones fáciles, de la prohibición como respuesta a todo. Hablar, además, es gratis: el ministro Brunetta admite que él mismo fue un bamboccioni. “Me avergüenza decirlo: mi madre me hizo la cama todas las mañanas hasta los treinta años.”

El hombre que habla en sueños

“Los bebés no rebotan. ¡No rebotan! Qué pena. Sería mucho más divertido si rebotaran.”

“¿Encantado de conocerte? Me estás cargando.”

“Las lentejas son malignas. Son el mal supurante. Aléjenlas de mí.”

Adam Lennard habla dormido. Al principio era algo gracioso que él y su esposa compartían con los amigos, y finalmente ella se decidió a hacer un blog con las frases: fue así que sleeptalkingman.blogspot.com pronto se convirtió en un hit de internet.

“Al principio, cada vez que lo escuchaba hablar, agarraba la laptop y empezaba a tipear”, cuenta Karen, en el blog. “Ahora tengo una grabadora activada por voz.”

Todas las noches, el aparatito registra las ocurrencias de Sleep Talkin’ Man (STM), el alter ego de Adam. Como son tan diferentes en su carácter, Karen los considera dos personas distintas. “Mi esposo es muy ingenioso, pero no es tan divertido como STM. Adam es una persona amable, sensible, respetuosa, y STM es, bueno, una bestia. ¡Y malhablado!”, explica la mujer de este Mr Hyde somniloquista.

Adam trabaja en una agencia de publicidad, lo cual hace sospechar que el website pueda ser, simplemente, una forma de propaganda viral. Karen niega que este sea el caso. Para los que piden video como una manera de verificar la existencia de STM, ella responde: “Sería tan invasivo que ni lo consideramos. Ahora pusimos audio, no para probar que es auténtico, sino porque mucha gente nos lo pidió.”

Algunos días no hay frases nuevas porque Adam duerme profundamente y su lado oscuro brilla por su ausencia. Ser creativo todas las noches es algo que no se le puede pedir ni al subconsciente. Como diría STM: “Tu mamá está golpeando a la puerta otra vez. Enterrame. Enterrame profundo.”

Vuelve el abuelo de la vaca

En Asterix en Hispania el galo rubio es capturado por los romanos, que lo llevan a la plaza de toros. Allí se enfrenta con un auroch bravo. El lector del popular comic francés habrá podido pensar que utilizar la palabra “auroch” en vez de “toro” es como llamar Lutecia a París; que se trataba simplemente de un latinismo más, un término histórico.

No obstante, el auroch existió: aparece en pinturas rupestres y justamente en la obra La guerra de las galias de Julio César. Más grande y más agresivo que los toros modernos a quienes antecede, el auroch era todo un desafío para el cazador y sin duda alguna eso contribuyó a su extinción. El último murió en 1627, en un bosque de Polonia.

En 1920 unos biólogos alemanes, los hermanos Heck, emplearon un método de crianza selectiva para revivir a este antepasado de la vaca: lograron una raza llamada “auroch reconstruido” o “ganado de Heck”, con características similares al original, pero sin el impresionante tamaño.

El diario The Telegraph reporta que un equipo de científicos italianos va a intentarlo de nuevo. Los hermanos Heck lograron un animal parecido al auroch pero sólo en aspecto. Los italianos tienen ADN de auroch, proveniente de huesos preservados, y entonces esto les da una guía mucho más precisa de las cruzas que deben realizar.

“Ya hicimos la primera ronda entre tres razas nativas de Inglaterra, España e Italia”, cuenta Donato Matassino, director del Consorcio de Biotecnología Experimental en Benevento. “Ahora sólo queda esperar y ver cómo salen las crías.”

Si el proyecto italiano tiene éxito, volverá el auroch, que según Julio César medía “poco menos que un elefante”. Habrá que ver qué se hace, entonces, con un animal que mide casi dos metros, pesa una tonelada, y tiene el carácter irascible de un rinoceronte. “El ganado salvaje que existe actualmente ya es difícil de manejar, ni hablar un auroch”, advierte la doctora Claire Barber, del Trust de Supervivencia de Especies Raras, que agrega: “Ni siquiera sabemos si las hembras producían leche sin tener cría, y aún así no aconsejaría ordeñarlas.”

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