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Domingo, 25 de octubre de 2015

ARTE > IMAGINARIOS PRESENTES | IMAGINARIOS FUTUROS

AYER NOMÁS

En dos pisos, con divisiones temáticas para ordenar obras de noventa artistas, la Casa Nacional del Bicentenario presenta Imaginarios presentes | Imaginarios futuros, que reúne las joyas de cinco colecciones públicas diversas: el Palais de Glace, el Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson de San Juan, el Fondo Nacional de las Artes, el Museo de la Untref y Cancillería. Aizemberg, Del Prete, Libero Badii, Porter, Berni, Dávila, Iommi, Roberto Matta, Pettoruti, Torres García, Lidy Prati, Ramón Gómez Cornet, Elba Bairon y la lista sigue. Un conjunto que funciona como una especie de historia del arte argentino y propone construir nuevos relatos sobre el patrimonio artístico local reuniendo a artistas noveles –algunos veinteañeros– con nombres canónicos.

 Por Claudio Iglesias

“Imaginarios presentes | Imaginarios futuros” es el título elegido para presentar, en la Casa Nacional del Bicentenario, las joyas y joyitas dispares de cinco colecciones públicas a su vez diversas: las del Palais de Glace, el Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson de San Juan (y que desde ahora será llamado el Rawson a secas), el Fondo Nacional de las Artes, el Museo de la Universidad Nacional Tres de Febrero y el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (Cancillería, para abreviar). Por estar lejos de Buenos Aires, o por no estar abiertas generalmente al público, alguna también muy joven, otra antiquísima, estas colecciones fueron engordando en silencio bajo el patrón errático de las adquisiciones institucionales y las donaciones. Ahora, reunidas en dos pisos y divididas en un parva de secciones temáticas, las obras que las integran enfrentan inmediatamente al espectador con un problema táctico: qué hacer frente a noventa nombres no siempre tan ordenados ni compactos como las centurias romanas, que tenían un plantel parecido. Si el espectador fuera Asterix, empezaría a caminar el terreno repartiendo mandobles en todas direcciones, sacando de combate al montón y quedándose con los especímenes más destacados para lo último. No hay que tenerle miedo al número: allí están Aizemberg, Del Prete, Libero Badii, Porter, Berni, Dávila, Iommi, Roberto Matta, Pettoruti, Torres García, Lidy Prati, Ramón Gómez Cornet y Elba Bairon: un equipo soñado, con estrellas de varias generaciones, disimulado en un malón que también tiene su capítulo de destapes, su parte de cholulismo y algo parecido a la categoría revelación de los premios televisivos.

SARAH GRILLO, IF YOU WERE N°2, 1968.

Ahí está, apenas entrar al tercer piso, la Grappe du Raisin (Racimo de uvas), la cuasisemilla de la vanguardia argentina que Pettoruti trajo del terruño europeo para hacerla fructificar en escándalo. Pintó la obra en Francia, de muy jovencito, después de pasar por Italia con una beca: la leyenda lo lleva y lo trae de Florencia a Milán, entre su estudio de los maestros y el contacto con el futurismo y la revista Lacerba, que Giovanni Papini fundó poquito antes. Pettoruti en esta época es una esponja: devora todo lo que parece moderno con inusual desenvoltura (ver Fuerza centrípeta, del mismo año, o el metejón con Klee de Lumière élan –Luz impulso–, de 1916). Le faltaban diez años todavía para escandalizar al público porteño con su exposición de 1924, la pretendida primera muestra de arte no figurativo del país. Y luego esa larga pendiente, cada vez más llana y típica de los early bloomers que lo tiene facturando imágenes durante décadas.

Otra obra importante también en el terreno del grabado, y de quien supo florecer temprano y tarde por igual, es un xilocollage de Berni: Juanito pescando, de la Cancillería, fechado en 1962. Premio de grabado, para los entendidos. Berni por esta época había resuelto un problema parecido al de la física teórica, al menos en su formulación: necesitaba reunificar el collage con el grabado, es decir poder insertar en la imagen objetos encontrados y residuos (como hacía en las pinturas) y a la vez poder reproducirlos serialmente: ambas cosas tenían su razón de ser, política y estética, pero no debían ocurrir por separado. Su solución fue el xilocollage, una técnica de su propia invención: en la obra, vemos el perfil de los elementos que cirujea y logra xilografiar (basuritas, biromes, monedas) ordenados en tiras y bandas, el cangrejo y el pez asustado, el dorazo y el azul, Juanito con su perro y un sol que se va entre dragueros y olitas triangulares. Otro hito de la colección de la Cancillería es un enorme Matta: L’éxeptuer [sic], de 1968. La obra entraña un misterio filológico (como tantas de Matta, su título no reporta a ningún idioma, sino a una especie de francés macarrónico) y 2 x 3 metros océanicos, burbujeantes: es la época de Caza de adolescentes y de Elle loge la folie, el período psicodélico espeso y negro con rayos de mineral amarillo o verde. Matta es, sobre todo, un amor de adolescentes: un santo invocado por quienes se acercan a la pintura de chicos, y es lo que hubiera podido ser Xul Solar de haber nacido en un lugar donde la gente verseara menos y tuviera menos remilgos con la grandilocuencia. (Xul también está representado en la muestra, con su típica obrita charlatana de 10 x 15 cms.)

LUIS FELIPE NOE, JEROGLIFICO TUCUMANO ENCONTRADO EN BUENOS AIRES, 1992

Entre las obras canónicas y de mayor alcurnia también hay una de Lidy Prati: Concret A4, de 1948, con su neoplasticismo octogonal y bien rítmico, pero sin primarios que predominen ni grilla obcecada. Prati hizo una carrera díscola, fundamental para el desarrollo de la vanguardia geométrica, en un ambiente de hombres sectarios que se pretendían modernos y hoy resultan un tanto teologales con sus discusiones sobre diagonales, marcos y curvas. Pintó esta obra en su época más recordada: con veintisiete años, ya tenía la revista Arturo y el manifiesto invencionista en el currículum. Fueron pinturas como esta las que, en el envío a la 1ra bienal de San Pablo de 1951, iban a encender la mecha del concretismo brasileño, a su vez pronto dividido en sectas.

Quedan ahora, dejando de lado otra obra importante de Torres García, por ver los destapes: pasemos de los tesoros del arcón diplomático a algunas obras del Rawson, el museo de la provincia donde Monvoisin daba taller de pintura cuando en Buenos Aires el único arte que se conocía eran la platería de los mates, el peinetón de las chicas y la conspicua gráfica rosista. La primera obra avanzada es de Agustín Rodrigo, y es un enigma de policial inglés: Mesa revuelta (1895) es un batacazo de finales del siglo XIX, del que se sabe que fue presentado en una feria y poco más. La obra es totalmente anacrónica: el dibujo, casi treinta años anterior a una obra comparable de Gómez Cornet (Acción de arte, de 1924) consta de diarios desordenados que se leen a la perfección (a la manera que se usaba en 1910, bajo el ala del cubismo) y en uno de los cuales el artista coló un aviso suyo, con maña burlona. De Ramón Gómez Cornet, también del Rawson, hay uno de sus retratos de nenas, a cuál más cándido. Este se llama Niña del cuellito rojo, de 1930. Costumbrista ingenuo o “pintor de las miradas verdaderas” como lo llamó la prensa, tuvo Gómez Cornet una trayectoria también típica: viajando por Europa probó el cubismo y le gustó, pero igualmente decidió volverse y consagrarse a temas telúricos en su Santiago natal. Sus niñas, en este espacio límbico y local del arte argentino, son tan inolvidables como pueden serlo otras obras carentes de importancia para el relato histórico, que siempre busca grupos y revistas, escándalos y repercusiones en la esfera pública, como los hitos para contar la historia. En cambio, estas obras retraídas y disociadas del debate cultural quedan de lado; siguen su vida en remates y museos de escala módica, devenidos en paraíso artificial y solaz para amateurs. Y tiene algo estremecedor verlas tan cerca de un grupo dispar de piezas de arte contemporáneo, específicamente de los últimos diez años, en general dibujos e instalaciones de peso medio y liviano.

ANTONIO BERNI, JUANITO PESCANDO, 1962.

Este es uno de los temas obvios en una muestra que incluye, junto a los gigantes como Berni y Torres García, los tapados como Rodrigo y los límbicos como Gómez Cornet, a algunos de los artistas argentinos más importantes de la última media hora, como Nani Lamarque o Amadeo Azar. Y es para festejar que las colecciones públicas integren a los artistas veinteañeros, repercutiendo positivamente sobre su manutención y su estado de ánimo. En realidad, lo único raro es el precipicio que se forma entre ellos, los más jóvenes, y aquellas obras de Xul Solar o de Porter. Con la excepción tranquilizadora de Elba Bairon y de Prior, en la muestra no hay piezas de las décadas que van de 1980 a 2010. Nombres como Kuitca, Schvartz, Macchi, Fernanda Laguna; o Bianchi, Villar Rojas, Lamothe, de 2000 para acá, hay que enumerarlos para recordar que existieron. El espacio que dejan estos artistas queda cubierto por los premios oficiales que resultan en adquisiciones, y que producen una sensación de anonimato parecida al mal de Alzheimer. Pero este ausentismo masivo de los nombres que protagonizaron épocas recientes del arte argentino está parcialmente disimulado en el diseño de la muestra. La estructura de núcleos temáticos elegida por los organizadores (el equipo de la maestría en curaduría de la UNTREF) reordena los conjuntos naturales, las cinco colecciones de partida, en nuevos conjuntos hiper abarcativos (recordando a Cantor, van dos ejemplos: una sección se titula “la infancia”; otra, “la palabra”). Por momentos no se percibe si la finalidad del proyecto es investigar las colecciones públicas y su historia o más bien dar un esbozo de diagnóstico guitarrero sobre los “temas” del arte argentino de los últimos ciento veinte años. Sea una cosa o la otra, el protagonismo es de las obras, grandes y pequeñas vedettes de un espectáculo artificial, el relato de la historia del arte, que siempre puede mostrar la hilacha, hasta en sus mejores puestas.

Imaginarios presentes | Imaginarios futuros se puede visitar de martes a domingo y feriados de 15 a 21 en Casa Nacional del Bicentenario, Riobamba 985. Gratis.


TODAS LAS OBRAS PERTENECEN A LA COLECCION DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO

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ROBERTO AIZENBERG, 1995
 
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