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Domingo, 13 de diciembre de 2015

MúSICA > LOS ARCANOS DEL DESIERTO

BAILANTA EN EL MONTE

Tienen referentes tan variados como Kalama Tropical, Tito Puente, Fania All Stars o El Vislumbre del Esteko. Desde Santiago del Estero la súper orquesta Los Arcanos del Desierto convoca y mixtura en sus canciones la raíz tropical, el espíritu y la búsqueda folclórica con la cadencia afro. Después de su primer disco casi enteramente instrumental acaban de editar un nuevo trabajo –Teriantropía– donde le dan lugar a la canción sin dejar de cabalgar al ritmo maldito de la guaracha santiagueña.

 Por Juan Ignacio Babino

Polvo. Hay que imaginar unos zapateos o, mejor dicho, unos pases de baile apurados asomando, apenas, entre medio de una guerrilla de polvo en el aire. Y aunque pueda resultar el lugar fácil desde el cual pensar estas canciones, bien lo vale; porque esta música –la guaracha santiagueña–, estas tonadas tienen mucho de eso: de baile acelerado, de fiesta popular.

Los Arcanos del Desierto fue ideada y fundada en Santiago del Estero hace casi cuatro años por Mariano “Conejo” Sarquiz, quien además es bajista, director y arreglador del proyecto que se completa con tres guitarras, un septeto de vientos, un cuarteto en baterías y percusiones, más las voces que se sumen ocasionalmente. Lo que da una idea de lo que es: una súper orquesta. Pero ¿cómo se puede definir la guaracha santiagueña que, por el contrario de ser un género o una expresión folclórica guacha, huérfana –si es que existe algo así–, parece arborecida desde tantas sonoridades? “Es un ritmo no tan viejo, quizá de unos cincuenta, sesenta años. Una música en principio bien de los bailes del campo, del monte, bailes tradicionales de antes, donde se mezclaban entre diferentes instrumentos de otros géneros, como el bajo y el acordeón del chamamé. Y acelerando una chacarera y dándole un compás más afro surgieron las primeras guarachas”, cuenta Mariano. Y da una lista de los que él considera pioneros: Los Hechiceros, Kalama Tropical, Los Alfiles, Koly Arce. “Después hay grandes representantes como Jorge Veliz, Dany Hoyos, Los Bonys que trasladaron el género más a los boliches. Y luego de la mano de los hermanos Suárez, Juan Cruz y Santiago, vendrían las primeras guarachas con improntas folclóricas, tocadas con instrumentos más habitué a las peñas, como guitarras criollas, bombo. Y vendrían al tiempo Jorge Luis Carabajal, Alfredo Palumbo, Franco Ramírez, actualmente Raly Barrionuevo, Demi Carabajal y más artistas, ya integrando también lo que es el repertorio folclórico. Desde su origen, es una música traída desde lo afro, como la mayoría de nuestro folclore. Tiene un pulso atresillado que si bien pareciera que va derecho en cuatro tiene una división interna del tres o seis, siempre a una considerada velocidad”. Y en las peñas, dice, ya no puede faltar una guaracha.

Mariano entiende que la guaracha es, desde sus orígenes, un género tropical. Pero vuelve sobre algunos pequeños matices: “Si bien la cumbia fue uno de los estilos mas abarcativos en el país, es un estilo que deviene de la cumbia colombiana o peruana, el cuarteto es un género que se formó en Córdoba, similar al merengue y la guaracha santiagueña sería similar a diferentes estilos más afros de Latinoamérica como el joropo o el mapalé”. Su primer disco Le Temple Mishki (2014) tiene un componente afro e instrumental muy fuerte. Por ejemplo, esos dos primeros minutos de “Que suenen fuerte las palmas”: una breve introducción de trompeta, la clave de la salsa y, enseguida, un canto orisha. Si hasta entre tanto frenesí hay momentos que se reconocen por el lado del jazz: por ejemplo, algunos pasajes reposados a cargo de los vientos en medio de canciones como “Noche de brujas” –un aire de cuartetazo a puro ritmo y tambor– o “Capricho guarachero”. En Teriantropía, su nuevo y reciente trabajo, eso está ciertamente más solapado. Y es allí que hay lugar para la canción, para el texto. Así y todo, hay una quinta esencia que hacen a todas estas canciones: pulsos y ritmos acelerados y sostenidos, el baile –más frenético que sensual–, el groove tropical, el retumbe afro y la fortísima presencia de los bronces, que suenan aportando desde esa coloratura, o con el sonido estridente y picante de la salsa o bien, soleando más atemperadamente, siempre sobre una base sostenida que por momentos suena próxima al rock y una percusión bien cargada. Y esa variedad y riqueza es la que, por ejemplo, puede llevarlos a tocar en un festival de jazz, en un encuentro folclórico o en un baile tropical. “Los vientos cumplen un papel fundamental en el proyecto. En Le Temple Mishki la mayoría de las canciones son versiones instrumentales de temas cantados, en donde la trompeta y el saxo alto reemplazaban a la voz, y el saxo tenor y el barítono reemplazaban el acordeón. Y ya en el segundo los vientos están armados más en bloque, ya que la mayoría de las canciones son cantadas” dice. Y agrega: “Si bien el primer disco contiene una mayoría de canciones bien populares y divertidas, tiene un costado bastante afro sugiriendo, en varias oportunidades desde los instrumentos de percusión, otros estilos desde toques afrocubanos hasta columbias y mucha improvisación en los vientos y guitarras apuntado desde el jazz. Siempre montado en la guaracha santiagueña. Y el segundo ya muestra un lado más poético, desde la canción, y la banda más estable” explica. Entonces, estas canciones de Teriantropía que en su gran mayoría son autorías de Santiago Suárez y Juan Cruz Suárez (ambos de El Vislumbre del Esteko, aunque Juan Cruz ya no forme parte y esté radicado en Francia), una del cantautor tucumano Ernesto Guevara y otra de Cultura Yoruba: “Se va ganando la pista mi guaracha santiagueña/ es un baile profundo está ligado con tu esencia/ nació en los carnavales del corazón del hombre que ama tanto a esta tierra” (“Ligado con tu esencia”), “Te digo más, no lo escuchaste al viento/exigía responsabilidad/no era tu juego” (“Fiebre de amor”) y “Soy la cría de la humanidad/ bardo, copla, mito y realidad/ quien te siente/ y es la alegría” (“Tizón y fuego”), son algunos de esos pasajes.

El disco abre con un fragmento titulado Rezo a Chango. ¿Y más allá de ser un canto orisha, puede tomarse como una cita y homenaje a Chango Farías Gómez?

–Chango es una deidad orisha, perteneciente a la religión afrocubana. Es el Santo que representa a los guerreros, a los poetas y en este disco es donde se le da más lugar a la poesía. Y siempre he tenido una gran admiración por el Chango. Él fue uno de los mayores inspiradores para este proyecto. Y como todo en la música y en el todo, siempre hay una conexión.

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