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Domingo, 6 de marzo de 2016

PERSONAJES > HORACE & PETE

TRAGOS A PEDIDO

Sus muchos fans ya lo saben: al enorme comediante Louis C. K. le resulta complicado trabajar en formatos convencionales, a pesar de que fue guionista de tanques como Conan O’Brien o David Letterman. Ahora está poniendo ondemand y por muy bajo precio su nueva serie, llamada Horace & Pete, en su sitio web. La duración de los episodios es variable, su continuidad está dada por el interés del público y entre los actores está su compañero (el Pete del dúo) Steve Buscemi, Edie Falco, Alan Alda y Jessica Lange, todo con música de Paul Simon. Inclasificable, entre la comedia y el drama, la serie se estrenó sin anuncios y sin promoción. Y le va bien: ésta y otras iniciativas parecidas cimentan las nuevas maneras en que nos relacionamos con los productos audiovisuales y los artistas.

 Por Fernando Krapp

En la página oficial de Louis C. K. hay una pestaña donde se anuncia, de un modo muy ameno, que si querés tener novedades, es decir, uno de esos mails densos llenos de datos y cosas que nunca se leen hasta el final, solo tenés que hacer clic. Y al lado dice algo muy bueno: “No, no quiero recibir nunca más esa basura tuya, gordo horrible”. Los fanáticos –siempre los hay– recibieron, hacia fines de enero, un mail muy escueto de la página del comediante: “hola, terminamos el primer capítulo de Horace & Pete, mi último show. Si querés descargarlo, vale 5 dólares”. Con ese gesto tan sencillo, Louis se estaba ahorrando reuniones y más reuniones, focus groups, especulaciones publicitarias, bochornosos cóctels con ejecutivos de agencias o de canales evaluando la mejor estrategia de venta. Sin mediación. Directo al espectador.

No es la primera vez que hace una cosa así. En el 2001, después de años de trabajar como guionista para Chris Rock, David Letterman y Conan O’Brien, Louis C. K. vendió por internet su show de stand up en Texas. Y a pesar del éxito que obtuvo con las seis temporadas de Louie en FX, su segunda serie (la primera, Lucky Louie, para HBO no pasó de una temporada), el comediante siguió vendiendo y editando él mismo incluso sus trabajos de stand up por la misma vía ondemand. Las malas lenguas dicen que Louis C. K. tuvo problemas con FX para obtener financiación, pero lo cierto es que después de ver los tres capítulos que colgó en su página oficial, se entiende por qué una serie como Horace & Pete nunca habría pasado de un primer pitch con ejecutivos y productores.

Quienes sean asiduos –o fans– del comediante ya lo conocen. Seinfeld lo presentó en su serie Comedians in cars getting coffee como uno de los mejores de los últimos tiempos (en ese capítulo, cuenta una historia muy divertida acerca de cómo se quedó varado en un yate con sus hijas frente a un parque del Bronx). Louis C. K. llevó el stand up hacia el límite de lo revulsivo. Capaz de hacer el gesto de una paja en vivo durante varios minutos, o armar toda una secuencia de chistes sobre pedofilia y necrofilia (o cualquier cosa que termine en esa desinencia), supo utilizar su vida no solo como material para sus chistes con observaciones graciosas o satíricas, sino para reírse de su recalcitrante herencia whitetrashera. “Cuando descubrís que podés hacer reír a la gente, es como una droga” Mecánico frustrado, fanático de las cámaras y “de las cosas que hacen cosas”, hijo de académicos de Harvard (su padre era cirujano y su madre antropóloga), nació en Washington, se crió en México (su primera lengua fue el español, cosa rara), y vivió un tiempo en Boston. Después de una larga adolescencia atemporal, pasada de rosca con ácido y todo tipo de material estupefaciente, Louis se enamoró de las risas. Se subió a un escenario a los 17 años y desde ahí hasta el Madison Square Garden no paró. Cambió el ácido por el humor.

Pero este hijo de húngaros (su apellido es Szekely) quiso cumplir el deseo frustrado de ser director de cine. Escribió, dirigió, produjo, actuó y hasta editó Louie sin mucho presupuesto (no lo necesita para vivir, al menos, ya que con un show de stand up puede hacer un millón de dólares en una semana, y repartir más de la mitad de esa plata en cinco lugares de caridad distintos, todo un Robin Hood de la comedia). Fue incluso por esa razón monetaria que FX decidió avanzar con la serie durante las seis temporadas que tuvo. Allí, Louis utilizó su vida de padre divorciado con dos hijas que vive las peripecias de, bueno, un padre divorciado con dos hijas. Si bien el humor era oscuro y retorcido, como el humor de sus shows, su trasfondo dramático no opacaba a la comedia. Horace & Pete invierte el orden.

“Es simplemente un experimento” aseguró Louis C. K. en las muy pocas entrevistas que dio a propósito de su nuevo show hecho íntegramente ondemand. Esto significa: de acuerdo a la plata recaudada por las descargas del primer capítulo, la serie continua o no. Hasta ahora, colgó tres capítulos con distintos precios (el segundo vale 3 dólares) y hasta diferentes y poco convencionales duraciones (el primero dura una hora y siete minutos). Lo primero que sorprende es el ruido técnico que tiene la serie. Parece un ensayo de teatro filmado, y a la vez da la sensación de estar en el teatro. Cualquier preciosista de la fotografía y esas cosas pondría el grito en el cielo ante la luz plana del set, o ante el hecho de que cuando los personajes hablan se golpean el micrófono sin ningún pudor. No hay sonido ambiente ni construcción del “campo sonoro” (ruiditos de cosas, soniditos, etc). Todo está apoyado íntegramente en las actuaciones con saltos de cámara muy poco dramáticos o prolijos.

La serie puede ser un experimento pero no es experimental. El propio Louis C. K. encarna a Horace cuyo hermano se llama Pete, interpretado por el siempre genio Steve Buscemi. Horace pretende vender un bar del barrio de Brooklyn que, tras la muerte de su padre también llamado Horace, los dos hermanos comandan, manipulados por las intenciones legales de su hermana. Un bar irlandés que solo vende “straight drinks”, nada de mezclas, tragos ni marcas raras. Un bar con una larga tradición familiar que tiene la peculiaridad de haber sido heredado por distintos Horace y distintos Petes a lo largo de un siglo de vida. Y tiene otra particularidad: la de haber sido uno de esos bares donde los hombres miserables van a emborracharse, a hablar de política (hay referencias a la actual campaña de Donald Trump), de deportes y a meterle los cuernos a sus mujeres. Es obviamente el Uncle Pete quien se niega a vender el local (interpretado por Alan Alda, dicho sea de paso, ¡que viejo que está Alan Alda!), un obstinado y poco obsecuente barman, vestido de pijama, que solo atiende a los borrachines de siempre (una de ellas es Jessica Lange, una alcohólica nunca recuperada con la lengua desatada) y no le tiembla el pulso para echar a los hipsters que “flashean” con el lugar.

Es claro que Louis C. K. hacía rato que, no solo quería salirse un poco de su propia vida, sino que se dio el gusto de dirigir actores y al mismo tiempo darle un aire fresco al formato de comedia de situaciones, sin necesidad de tener que definir cuando algo es comedia o cuando algo es drama. Cuál es el destino de la serie, si la hermana de Pete conseguirá vender el local, o si el viejo Uncle Pete seguirá quemándole la cabeza a todos los visitantes con el orgullo de una tradición etílico-familiar, no se sabe. Será cuestión de sentarse y esperar a que llegue un nuevo mail de este gordo horrible.

Horace & Pete ya tiene cinco episodios y se puede ver en louisck.net

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