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Domingo, 22 de mayo de 2016

HISTORIETA > FESTIVAL FANZíN

EL ALEPH FOTOCOPIADO

En el nuevo mundo del posteo efímero y del scroll constante, los fanzines editados en papel renuevan el encanto de siempre: se pueden tocar, pasar de mano en mano y atesorarse. Su renacimiento como medio será celebrado en el Festival Fanzín que el próximo viernes y sábado se realizará en el Centro Cultural Rojas, donde se reunirán los autores más activos del circuito y se llevarán a cabo charlas, exposiciones y recitales. Radar hace un recorrido por su actualidad y breve historia, habla con los protagonistas y presenta apenas una muestra de todo lo que se podrá descubrir en la feria del festival durante ese fin de semana.

 Por Andrea Guzmán

Es puro romance. Una abrochadora, una fotocopiadora, una sola birome negra, una servilleta, lo que se tenga a mano. Nada más que el potencial de una idea alcanza para ponerle el corazón a un fanzine. Esos pequeños objetos que algunos coleccionan con devoción religiosa, de distintos tamaños, colores, o sin ninguno. Fotocopiados o hechos minuciosamente a mano. Muchos caben en una palma. Y así de efímeros, como objetos que muchas veces pueden encontrarse una sola vez y desaparecer para siempre antes de dar paso a sus sucesores, se reúnen hace décadas en mesas de solitarios o pandillas de dibujantes decididos en las profundidades de las ferias y las librerías más under. Hace años que los fanzines existen en la cultura popular como vehículos de ideas, de la expresión personal más ecléctica, y se mueven como mareas condicionadas por las crisis económicas y distintos momentos de la historia social. Ahora, paradójicamente durante la proliferación agresiva de la información digital, son cada vez más las ferias, los encuentros y los exponentes de este tipo de publicación autogestiva, ecléctica, ¡indómita!, que se concentra y parece tener un interés renovado por los objetos, conectados con sus antecesores y también alimentados de las herramientas digitales. “En el mundo del posteo efímero, del scroll constante, un fanzin cristaliza una idea; se puede tocar, pasa de mano en mano, se atesora. Y estas sutiles pero profundas acciones muy posiblemente lo hayan resignificado. De ahí, supongo, su renacer”, dice Alejandro Bidegaray, un coleccionista y entusiasta de la autoedición y la edición experimental, y el dueño de la librería Musaraña en zona norte, uno de los lugares por definición donde encontrar todo tipo de rarezas literarias e historietísticas.

El próximo fin de semana, el Centro Cultural Rojas organiza el primer Festival Fanzín, un evento coordinado por Bidegaray y especializado en este tipo de publicaciones, que incluye una gran reunión de los fanzineros más activos del circuito, además de charlas, exposiciones y la colección de historietas “Narrando al margen”, en busca de agrupar a los historietistas con identidades particulares, alejados del convencionalismo y potenciales renovadores del género. Sin embargo, este es solo uno de los encuentros que han empezado a proliferar con cada vez más frecuencia, con distintos, hiperactivos y jovencísimos exponentes, como la Feria Dibujados, el Festival del Libro Punk, el rosarino Festival Furioso de Dibujo, solo por nombrar algunos. Además de los espacios cada vez mayores que empiezan a ganar en eventos grandes como Comicópolis y Crack Bang Boom. Y a eso hay que sumar lugares establecidos donde empiezan a tener terreno para continuar su existencia después de las ferias, como en la Galería Patio de Liceo, la librería Moebius, Punc, o la misma Musaraña. La idea del evento es reflexionar sobre la prolífica historia de los fanzines argentinos y también presentar algo de su activo presente, encontrando generaciones de aficionados y curiosos.

“La primera movida fuerte relacionada a los fanzines fue por los años 85, 86 y 87, tiene que ver con el retorno a la democracia”, explica Andrés Accorsi, creador de Comiqueando y periodista especializado. “Uno de los factores fue un concurso de la revista Fierro, convocando a sus lectores a mandar historietas. Los ganadores fueron Juan Pablo González, ahora conocido como Max Cachimba, y Pablo De Santis, pero aparecieron dibujantes por todos lados, salían de hasta debajo de las piedras. Y entre muchos de esos chicos que no ganaron, primó la actitud: si Fierro no nos publica, lo vamos a hacer nosotros mismos”. Uno de los protagonistas de esa generación fue Diego Parés, que durante los 90 editó junto a su hermano Pablo -un prodigio de entonces 12 años- el hoy clásico fanzine Maldita Garcha. Un microlibro de humor críptico, pequeño quilombito en miniatura, más pequeño que la palma de una mano, pero donde publicaron autores como Esteban Podetti, Fayó, El Marinero Turco o Pablo Sapia. “Sentía más presión artística cuando hacía mi laburo en el fanzine que en los medios nacionales donde empecé a publicar”, confiesa Parés, recordando esa época. “Porque tenía que hacer algo personal, algo que realmente me interesara”.

Según explica Accorsi, a mediados de los 90 hubo un resurgimiento del fanzine, coincidiendo con la extinción del soporte originario de la historieta local: las revistas masivas. “Ahí arrancó otra generación de chicos muy jóvenes, por ejemplo Lucas Varela, Gustavo Sala, Ángel Mosquito o Liniers. Personalmente, creo que publicar hoy en papel es tirar la plata, teniendo acceso a la publicación digital. Pero bueno, no me voy a poner a discutir con los apasionados que quieren tener su propia publicación y las fotocopian y usan la maquina de abrochar, yo también lo hice”, se ríe Accorsi. “Hay una idea de que el fanzine es solo un paso inevitable al que hay que dedicarse antes de que alguna editorial comercial te de bola. Pero puede ser un fin en sí mismo, y por suerte hay muchos están cada vez más haciendo fanzines de mayor calidad, y surgen espacios organizados por ellos mismos”, dice el historietista y fanzinero de corazón Pedro Mancini, que el año pasado editó un libro de su personaje Alien Triste y forma parte –junto a Darío Fantacci y Santiago Fredes– del grupo Niños Ultramundo, héroes del dibujo inquietante y oscuro del mundo del fanzine de la generación de principios de siglo.

No muy alejada del espíritu que describe Mancini se puede enmarcar una de las ferias más populares, Dibujados, encuentro bianual que para muchos proyectos independientes resulta un evento clave para exhibición y opciones de publicación. “Muchos fanzines y libros salen especialmente para Dibujados y durante cada evento se generan siempre nuevos proyectos, se arman contactos productivos”, cuenta Daniela Ruggeri, una de las organizadores del evento y también parte de la editorial autogestiva Panxa Comics. “Recorriendo las mesas te encontrás autores con muchos años de trabajo encima y también chicos de 18 recién cumplidos que estrenan su primer fanzine. Hoy el formato físico está resignificado, son ‘minicomics’, libros objetos, a veces casi juguetes. Hoy en día fanzine no significa necesariamente fotocopia, sino que es un término más amplio”, agrega Ruggeri, describiendo un mundo movedizo y coleccionable que encuentra sus formas entre la rebeldía romántica del papel y las posibilidades de la acumulación digital, y que nunca deja de reinventarse.

Festival Fanzin se realizará el viernes 27 y sábado 28, de 18 a 24, en el Centro Cultural Rojas, Av. Corrientes 2038. Más información: rojas.uba.ar y facebook.com/festivalfanzin

pibes, de natalia lombardo (Cocolin Press)

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