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Domingo, 11 de enero de 2004

PERSONAJES

Barcelona era una fiesta

De paso por Buenos Aires, donde entregó la primera edición local del Premio Década de Arquitectura, el polifacético Oscar Tusquets –arquitecto, pintor, diseñador y fundador de la editorial que lleva su nombre– aprovechó para hablar de su última obra, Dalí y otros amigos, sabroso testimonio autobiográfico en el que rememora su amistad con el pintor surrealista y los rituales festivos de la gauche divine en la burbujeante Barcelona de los años ‘60 y ‘70.

Por Jonathan Rovner

" Ambicioso/ Artista/ Burgués/ Divertido/ Cara de pocos amigos/ Observador / De muchos amigos y pocos amigos/ Cariñoso/ Entrañable/ Gourmet/ Sólo fuma algún puro/ Tic: se frota las manos/ Exaltado/ Rockero/ Lujoso/ Sincero/ Brutal/ Sensible/ Medidas: altura 1.74; pie 43; peso 80 kg/ Mucho pelo/ Gusta llevar corbata y Fred Perry’s/ Gasta mucho dinero en algo que le guste/ Hombre de opinión/ Amante de lo clásico/ Persona de muchos admiradores/ La Reina es fan de él/ Antideportista/ Viajero/ No le gusta la naturaleza/ Le gustaba ir al cine/ Admirador de Picasso, amigo y colaborador de Dalí/ No le gusta Turner/ Su gran referente en pintura es Antonio López/ Anticomunista/ Cree en Dios/ Es del Barça/ Le gusta recibir en casa/ Odia las segundas viviendas/ Le repelen los botones/ Le gusta hacer retratos/ Cuando se ríe cierra los dientes/ Amante del tacón alto y las medias/ Le interesa la moda/ Le gustan los parques de atracciones/ Se pelea con sus amigos pero es fiel a la amistad/ Refinado/ Habla en catalán/ Le interesa más Benidorm que un pueblo típico/ Le gusta Andalucía/ Le gusta el éxito y la fama/ Pontifica/ Obsesión por Pompeya/ No es chaquetero/ Se pone nervioso fácilmente/ Es infantil/ Es contradictorio/ Procura ser snob/ No es decadente/ Acepta la copia.”
Así lo describe su amigo Toni Miró, reconocido diseñador de modas y artista catalán, en la Enciclopedia Oscar Tusquets. Es decir: así lo describe alguien que lo quiere y lo conoce mucho. ¿Cómo lo describiría alguien que no lo quiere ni lo conoce tanto? Oscar Tusquets tiene el gesto frío y un poco solemne de los próceres, la impaciencia de los hombres ocupados y la falsa modestia de los verdaderos arrogantes. Comenzó siendo un enfant terrible en la Barcelona de los años ‘60 y ‘70. Hoy es un consagrado arquitecto, pintor, diseñador y artista posmoderno. Y entre muchas otras cosas fue el fundador –junto a su hermana Esther– de la ya mítica Tusquets Editores.
¿Cómo es ser Oscar Tusquets?
–La verdad, yo lo vivo de una manera muy natural. Hay una frase de Goethe que siempre me ha impresionado mucho. Dice: “Ve con cuidado con lo que quieres ser de joven porque lo acabarás siendo”. Y la vida me ha enseñado que eso es lo que les ha pasado a casi todos mis amigos: lo que realmente querían ser, eso es lo que han acabado siendo. Si quería ser un playboy, ha acabado siendo un playboy; si quería acabar siendo rico, ha acabado siendo rico. Es verdad que yo, de pequeño, lo que he querido ser –aparte de un grandísimo tenista, o cosas de ésas– era artista. Y lo he sido. A mi nivel de calidad, sí que lo he sido, en el sentido de que me interesan muchas cosas; no concibo centrarme en ninguna, me lo paso bien con todas: soy el artista menos especializado del mundo. En ese aspecto, pues, considero que me he realizado bastante. De pequeño siempre sentía una tristeza horrible cuando llegaba el domingo por la tarde, pensando que el lunes por la mañana tenía que ir al colegio. Y decidí que de mayor eso no me pasaría así. Y en esto he triunfado: el trabajo que hago me divierte muchísimo, y no tengo la más mínima preocupación de que se acabe un día de fiesta para que empiece un día de trabajo.
El destino es como el Hombre de la Bolsa: no existe, y sin embargo eso no impide que se constituya en una amenaza permanente. Como dice Miró en su lista, Oscar Tusquets fue amigo y colaborador de Salvador Dalí. Asistió frecuentemente a las tertulias vespertinas en la casa de Dalí en Port Lligat, Cadaqués, y pudo acceder desde un lugar privilegiado a la personalidad, la intimidad, el modo de vida y la visión que tenía del mundo el genio surrealista. Tusquets realizó con Dalí obras para el museo de Figueres; entre ellas, una versión ambiental del cuadro que reproduce la cara de Mae West con muebles y cuadros. El espíritu de aquella época y las experiencias vividas junto al divino Dalí son la materia primordial que Tusquets ha reconstruido en Dalí y otros amigos, el libro de memorias que acaba de publicar en España.
¿Cómo llegó a la idea de este libro?
–En libros anteriores ya había hecho algunas menciones a mi relación con Salvador Dalí. Un día el arquitecto Jordi Garcés, que es mi amigo, y del cual hablo porque se lo presenté a Dalí, me dijo: “Yo creo que deberías escribir un libro entero sobre tus recuerdos con Dalí”. Pero cuando me puse a escribirlo me di cuenta de que empezar a decir: “Bueno, conocí a Dalí en Cadaqués, en los años ‘60, en una fiesta en casa de Federico Correa” y no explicar nada más sobre todo esto, no decir cómo es Cadaqués, qué pasaba en los años ‘60, cómo era Federico Correa y qué relación teníamos con él, cómo eran sus fiestas, etc., era quedarse muy corto. Entonces el libro se fue ensanchando y por eso cambió de título y se llama Dalí y otros amigos. Porque en el fondo son las memorias de finales de los años ‘60 y de los ‘70 en Barcelona, que creo que fueron años bastante apasionantes no sólo por Dalí sino por muchos otros motivos.
En el libro, Tusquets aprovecha el repaso de esos años de festiva disipación para hacer una reivindicación del controvertido personaje y, además, para desmitificar la imagen de esterilidad ideológica y cultural que todavía pesa sobre la España del último franquismo.
Da la impresión de que el libro reivindica una actitud prescindente respecto del compromiso político en el arte. ¿Es así?
–Bueno, yo he tenido siempre una actitud bastante más pasiva. Es verdad que en un momento determinado, pues, toda la progresía era antifranquista, y hay un capítulo bastante determinante donde explico que la memoria de los últimos años de Franco ha sido muy parcial. Pues si bien es cierto que España había sido un país aún reprimido, yo creo que a nivel cultural, por lo menos en Barcelona, esto no era en absoluto así. A nivel sindical y otras cosas sí, pero a nivel cultural el fascismo ya había perdido toda vigencia y todo poder.
¿Es usted escéptico en lo que se refiere a la política?
–Hoy en día la política de los países democráticos está cada vez más cerca de las leyes del mercado y del marketing. O sea que el político dice lo que en aquel momento va a caer bien y se pasa la mitad de su jornada viendo lo que en los periódicos opinan sobre él y consultando, antes de tomar una medida, si va a ser popular o no. Y yo creo, como arquitecto y como diseñador y como hombre que tiene que hacer propuestas, que esto es justo lo peor: no tener una idea de lo que quieres proponer. Hay que proponer cosas a la gente: si caen bien, bien, y si caen mal, pues mal. Si yo tuviera que hacer edificios consultando antes a todos los usuarios sobre cómo lo quieren...
¿Cuál es su relación actual con el surrealismo?
–El surrealismo es un movimiento que siempre me ha llamado la atención, porque los movimientos que pretenden borrar la historia y la memoria nunca me han interesado mucho. Entiendo perfectamente que hay un momento –el Dadá, por ejemplo– en el que es necesario romper con todo. Pero creo que si el surrealismo tiene que romper con la historia, tiene antes que conocerla. La ignorancia de la historia anula cualquier posibilidad de transgredirla. Si tú quieres transgredir un mandamiento religioso, tienes que conocerlo; si no, tu transgresión no tiene ningún interés. Así que claro, el surrealismo es un arte revolucionario, pero está muy ligado al conocimiento y a la memoria. Y en este aspecto siempre me pareció que la actitud surrealista aparecía también en otras épocas de la historia. Claro que como movimiento organizado... Bueno, ya sabéis que los franceses son los que organizan las cosas. Probablemente los mejores pintores cubistas eran españoles y también los mejores pintores surrealistas. Pero los que hicieron la teoría nunca fueron españoles. Los españoles nunca han tenido la virtud de organizar un movimiento, darle un nombre, unas normas, etc.
Tusquets es un hombre brillante, y no sólo por el blanco impecable de su traje blanco o los fulgores que pueda irradiar el lobby del Caesar Park. En ese culto a la amistad, en ese ir y venir de amigos y amores que ha sido su vida, ha tenido la oportunidad de relacionarse y trabajar con los personajes más protagónicos de su tiempo y de su ámbito. Él mismo es, básicamente, un protagonista. Su hermana Esther Tusquets ha escrito sobre él: “En la voz ‘ambición’ nos dice el Diccionario de la Real Academia Española: ‘Deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama’. Lo único que aquí nos vale es ‘deseo ardiente’, porque los objetos de este deseo que se enumeran son, si no equivocados, al menos insuficientes. ¿Qué ocurre con el deseo de modificar el mundo, de mejorar la condición humana, de abrir nuevos caminos a la ciencia, de crear obras personales y perdurables, de ser universalmente amado?”

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Arriba: Oscar Tusquets modelo 2003. Abajo: Tusquets y Dalí modelo seventies.
 
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