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Domingo, 10 de abril de 2005

PERSONAJES > NAOMI WATTS, TRAS LOS PASOS DE NICOLE KIDMAN

Mil Watts

Cuando David Lynch la descubrió para El camino de los sueños, llevaba diez años haciendo películas de segunda. Ahora no para de estrenar films en las que ofrece interpretaciones tan brillantes como las de su mejor amiga, Nicole Kidman. Precisamente por eso, muchos rezan para que gane un Oscar... pero dentro de mucho tiempo.

 Por Mariano Kairuz

Apenas después de inventarla para Mulholland Drive y de volverla visible ante el mundo y ante Hollywood, David Lynch volvió a convocar a Naomi Watts y le cubrió la cabeza con una máscara de conejo. Después de sumergirla en esas escenas indelebles –la chica rubia sobre la chica morocha, la morocha sobre la rubia; la chica rubia masturbándose en plena crisis nerviosa–, las llamó, a ella y a su partenaire, Laura Harring –la morocha, la que no trascendió–, y juntos hicieron un experimento de cincuenta minutos llamado Rabbits, una puesta episódica que transcurre en una única habitación, sonorizada con un soundtrack de risas grabadas de sitcom. Conviene, como siempre, como en Mulholland Drive, como en casi todo el universo de David Lynch, no buscarle demasiadas explicaciones. Algunos universos no tienen un centro gravitatorio localizable.

Ocurre que para cuando David Lynch inventó a Naomi Watts, la chica rubia llevaba diez años haciendo telefilms y películas poco vistas. Inglesa de nacimiento, a los 14 se había ido a vivir con su hermano y con su madre (una mujer “hippie y fumona que horneaba su propio pan y confeccionaba su propia ropa”) a Australia, y allá fue que obtuvo sus primeros papeles. En 1991, cuando tenía 22, hizo Flirting, un drama de iniciación y amor interracial entre chicas con Nicole Kidman, su amiga desde aquellos años. Luego, no mucho después, haría algunos papeles no-tan-secundarios, pero ¿quién se acuerda hoy de Jet Girl, personaje del film-comic Tank Girl? Mencionarlo en su curriculum es casi como decir que pudo haber sido una de las Tortugas Ninja. Justo antes de Lynch y justo después de Lynch estrenó dos películas de terror: la primera protagonizada por un ascensor asesino; con la segunda, La llamada, tuvo un poco más de suerte. No sólo porque la película era mejor sino también porque le tocaba un papel con algo de sustancia: una periodista y madre no muy atenta cuyo hijo, al principio de todo el asunto, está enviando demasiadas señales –que ella no alcanza a captar– de que las cosas no se encuentran del todo bien. La mujer cambia y termina desviviéndose por su hijo: será por eso que la reciente La llamada 2 es tanto menos interesante y más innecesaria que su antecesora.

Entre una y otra, Naomi estuvo nominada a un Oscar que por suerte no obtuvo. Por suerte, porque ya se sabe lo que les hace la estatuita a muchos actores que se la llevan a su casa: pasan a pertenecer a otra esfera del mundo, respiran otras atmósferas, se cargan de trascendencia. Incluso pareciera que les cambiara la piel, el brillo del pelo y ese algo en la mirada. Y la verdad, que Naomi se ve como el tipo de chica delicada que podría seguir los pasos de Nicole Kidman que, además de ser su amiga de verdad, se le parece bastante físicamente. Nadie va a decir que Kidman se volvió mala, sino que el problema puede ser todo lo contrario: tal vez ya sea demasiado buena. Está transformada en una Reina de Hielo, propensa a los personajes “importantes”, sufridos, intensos, al borde de la locura. Y conviene recordar que la nominación de Miss Watts correspondió a su entrega, por así decirlo, en 21 gramos, una película –la segunda del mexicano González Iñárritu– que se pasa de importante, de intensa y de sufrida. Cuando finalmente Naomi acceda al muñeco dorado –y seguro que hay uno con su nombre guardado en algún lugar–, tal vez la habremos perdido para siempre. Por ahora sufre –y sufre bien y bastante– en Adulterio (una flamante “pieza de cámara” acerca de las infidelidades cruzadas entre dos matrimonios) y pone a prueba su sentido del ridículo en una rareza protagonizada por estrellas mainstream (Jude Law, Dustin Hoffman) pero en plan indie, llamada I Heart Huckabees.

Es de esperar que el King Kong de Peter Jackson la encuentre convertida en una scream-queen, que grite fuerte y que grite mucho y se tome todo un poco a la ligera (aunque hacer un film sobre un mono gigante no le impidió a Jessica Lange convertirse en una star con ínfulas). Que haga cualquier cosa que permita olvidar que no le gustó para nada que en alguna entrevista la compararan con Meg Ryan y que, ya que le preguntan, preferiría que la midieran con Meryl Streep, con Jodie Foster, con Julianne Moore. Y es de esperar también que no le den ese Oscar que le tienen preparado, para que se quede con nosotros, y una vez cada tanto David Lynch pueda rescatarla de esos lugares “oscuros” que Ho- llywood le propone, para hundirla en esos otros lugares oscuros, pero oscuros de verdad, cenagosos, asfixiantes, que habitan en su Cabeza Borradora. Desnuda sobre una chica morocha, o vestida de conejo, o como quiera.

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