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Domingo, 2 de diciembre de 2007

FOTOGRAFíA > EL EXTRAñO CATáLOGO AMERICANO DE TARYN SIMON

Los mundos posibles

A los treinta y dos años, Taryn Simon es considerada una de las mejores fotógrafas del mundo. Su primer libro, Los inocentes, es una serie de retratos de personas que cumplieron parte de largas condenas por crímenes que no cometieron. Un index americano de lo oculto y siniestro, su segundo libro, muestra –con la complicidad de los mismos organismos de seguridad y control que deben vigilarlos– el subsuelo desconocido de Estados Unidos, esa realidad fantasmal que, para Salman Rushdie, pone en duda nuestra realidad.

 Por Esther Cross

¿Qué tienen que ver la tapa de la versión en braille de Playboy, un enfermo de cáncer que obtuvo su receta para una dosis letal de Nembutal y cuatro tipos del Ku Klux Klan? ¿Qué comparten con una osa que hiberna, un submarino nuclear y un cuerpo en descomposición en un bosque de investigación forense? ¿Qué tiene en común todo eso con un frasco que contiene el virus del sida y una explosión en medio de la nieve para evitar avalanchas espontáneas? Lo que tienen en común es que sus retratos son parte de An American Index of the Hidden and Unfamiliar, el segundo libro de Taryn Simon. Taryn Simon prendió la luz del submundo que habitan en esta época en que supuestamente se fotografía todo.

¿En qué se parecen Frederick Daye, Troy Webb, Vincent Moto y otras cuarenta personas, casi siempre de extractos marginados socialmente? Taryn Simon sumó sus retratos y sus historias en su otra colección –la primera– llamada The Innocents. Son personas que cumplieron años de reclusión por crímenes en los que no tuvieron nada que ver. Posan en el lugar de la coartada, en donde fueron arrestados, de regreso a casa o en la escena del crimen que nunca cometieron.

He aquí las marcas de Taryn Simon:

1) No “captura” imágenes. Hace retratos.

2) Sus fotos son de una belleza increíble, que Simon utiliza a modo de señuelo.

3) Un gran poder de persuasión: las personas posan para ella y los organismos de seguridad y control le dan acceso a lugares guardados en secreto.

4) La suma de texto y foto se convierte en un espacio alternativo, donde hay mucho por verse.

5) Una obsesión: revelar lo encubierto, sacar a la luz lo que no puede verse.

En su prólogo al libro An American Index of the Hidden and Unfamiliar (“Un index americano de lo oculto y siniestro”), Salman Rushdie agradece a Simon por meterse en lugares a donde él no se hubiera animado a entrar y volver con una foto para contarlos; por no dejar que esas personas y situaciones se escapen “como vampiros o cucarachas”; por plantear la pregunta sobre “cuál es el mundo fantasma y cuál es el real”; porque la verdadera democracia necesita visibilidad y Simon hace visible lo escondido en nuestra “época de secretos”. Taryn Simon, dice Rushdie, ha estado en la Estrella de la Muerte. Y es cierto.

Simon revela el lado oculto de la vida norteamericana. Se interna en un mundo que supera la lógica de la afirmación y su contrario. No señala la violencia como contracara, ni la pobreza inevitable en medio del capitalismo, sino que bucea en lo que hay por debajo de todo. Riqueza y pobreza, salud y enfermedad, naturaleza y contaminación, etcétera. Todo eso está atravesado por otro mundo que no ve casi nadie.

En The Innocents, las personas que posan fueron liberadas por los resultados de exámenes de ADN. En su libro, Simon señala que “las identificaciones se basan en el supuesto de la precisión de la memoria visual. Pero la memoria del testigo ocular puede cambiar al hallarse expuesta a identikits, fotos y ruedas de reconocimiento. Los oficiales de policía y los fiscales influyen –con y sin intención– en la memoria por el modo en que conducen el proceso de identificación (...). La víctima puede reconocer una cara aunque no sea, necesariamente, la de la persona que vio durante el crimen (...). Se ha menospreciado la importancia de la historia y el contexto de la imagen fotográfica”. Por otro lado, advierte que “las personas fueron liberadas por el test de ADN. Al confiar en esta nueva tecnología también excluimos a la mayoría de los condenados por equivocación, para quienes no hay evidencia de ADN o el costo del test es prohibitivo. La evidencia no existe en un sistema cerrado. Como la fotografía, no puede servir apartada de su contexto”.

Taryn Simon es la hija de un hombre empeñado en revelar lo desconocido. Su padre trabajaba para el gobierno, y en sus viajes sacaba fotos de Moscú, Leningrado, Vietnam, Tailandia, Camboya, Laos, Afganistán, Irán e Israel, lugares invisibles para la mayoría de los norteamericanos. Taryn Simon acompañaba a su padre en sus viajes. Siempre supo que iba a dedicarse a la fotografía.

¿Trabaja pensando en un lector/espectador específico?

–No. Pienso, básicamente, en mí, en lo que estoy haciendo y en lo que me gustaría ver.

¿Cuál es la importancia del texto en su trabajo?

–La dependencia con el texto empezó con The Innocents. En ese proyecto hice un documental sobre las personas que fueron condenadas, en forma errónea, por un crimen que no cometieron. Casi todas las condenas provenían de la utilización de fotos fuera de contexto. Una víctima responde a un reconocimiento fotográfico para reconocer al que perpetró el crimen. Por ejemplo, una víctima de violación va a la comisaría para decirles a las autoridades quién fue su atacante. La enfrentan con una serie de fotos. Dos horas más tarde, vuelven a presentarle las fotos y después la re-presentan ante las fotos una vez más. El hecho de reconocer una foto repetida se confunde con el recuerdo del verdadero atacante, aun cuando no hay recuerdo de ese atacante. Era muy claro: la fotografía, utilizada fuera de contexto, podía alterar, dañar seriamente la vida de alguien. También quedó en claro el poder de la fotografía. En el proyecto, se trataba de establecer esta dependencia intensa con el texto porque eso era, justamente, lo que se le había negado al historial de los casos de cada uno de esos convictos.

¿Usted misma escribe los textos?

–En The Innocents, los textos que precedieron a cada toma, los textos sobre cada caso en particular fueron escritos por un integrante del proyecto The Innocents, que colaboró conmigo. Después tomé las fotos e hice las entrevistas. En An American Index, quería que se me lea como a una enciclopedia. Al principio me dediqué a mirar los libros de los exploradores que viajaban a tierras nuevas, encontraban flora y fauna, la clasificaban y escribían una breve descripción de lo que habían descubierto. Siempre tuve eso en mente, como una referencia. Quería que en el texto no se sintiera el autor, como en una enciclopedia, y trabajé esos textos con una variedad de fuentes. Por ejemplo, para la foto de los desechos nucleares. Como de eso no sabía nada, consulté con científicos, los entrevisté, escribí el texto, lo chequeé con ellos, iba y venía. Uno de mis editores me ayudó mucho con la escritura. Otros dos editores me ayudaron a compilar toda la información. Puedo decir lo mismo de mi productor. Así que fue un esfuerzo conjunto. No quería que apareciera mi voz. Tiene que leerse como una enciclopedia.

Primero una mira la foto y al leer el texto el significado de la foto cambia y se afirma.

–Alguien dijo algo que me gustó. Hablaba del espacio que había entre el texto y la imagen. El texto se presenta en letra chica y eso fuerza a la lectura. Tenés que meterte en el texto y para eso tenés que acercarte a la foto. Después de leer, tenés que dar un paso atrás y todo tiene un significado nuevo. Me gusta ese proceso de ver la foto, descubrir, redescubrir, volver a la imagen, a su verdadero contexto. Creo que en ese proceso se revela eso de lo que hablaba antes: primero ves la imagen sin contexto, pero después volvés a ella en contexto. Es como un juego. Una partida.

En una entrevista comentó que ahora se fotografía demasiado.

–No creo que se trate, necesariamente, de que se fotografíe demasiado. Lo que debe haberme oído decir es que la fotografía parece muy accesible, disponible, porque se fotografía todo y hay tantas fotos dando vueltas por ahí. La belleza del medio es tan democrática que cualquiera puede hacerlo. Por eso a tanta gente le cuesta comprender lo que es, realmente, la fotografía. O lo que es el contexto. Porque se reproduce tanto. Lo que me intriga, lo que siempre busqué, es eso que no fue necesariamente fotografiado. Eso es lo que me mantiene en movimiento. Lo indescubierto. En eso hay un propósito. Es muy distinto a repetir lo que ya está ahí, por más variantes que tenga.

Taryn Simon cierra sus colecciones cuando siente que empieza a repetirse. Dice que es un fin natural. Nunca planea cuántas fotos tendrá cada una de las series. Es por eso que sus series no son colecciones, o son colecciones pero de puras piezas únicas con un lugar exacto dentro de la serie. Para Taryn Simon, “lo más difícil es imaginar qué viene después porque mientras trabajo en el proyecto no pienso en nada más que eso”. Lo mismo le pasa al que mira a sus fotos.

Aduana y Protección de Frontera de los Estados Unidos, Sala de Contrabando
Aeropuerto Internacional John F. Kennedy
Queens, Nueva York

Ratas africanas infectadas de gusanos, batatas africanas (dioscorea), papas andinas, plantas cucurbitáceas de Bangladesh, carne de presa, frutos de cherimoya, hojas de curry (murraya), cáscaras disecadas de naranja, huevos frescos, caracoles gigantes africanos, cráneo de impala, frutos del árbol de Jack, ciruelas dulces, nueces de cola, mango, gombo, maracuyá, carrillos de cerdo, aves de corral (pollo), cabeza de cerdo sudamericano, tomates de planta sudamericanas, lima sudasiática infectada, caña de azúcar (poaceae), carnes crudas, planta (sin identificar) en maceta.

Todos los objetos de la fotografía fueron incautados del equipaje de pasajeros entrantes en la Terminal 4 del JFK de los Estados Unidos durante un período de cerca de 48 horas. El JFK maneja la mayor cantidad de arribos internacionales en aeropuertos de la nación y procesa más pasajeros internacionales que cualquier otro aeropuerto de los Estados Unidos.

Los productos agrícola-ganaderos prohibidos pueden abarcar animales extranjeros, pestes y enfermedades de plantas que pueden dañar los cultivos de los Estados Unidos, su ganado, sus mascotas, el entorno y la economía. Antes de ingresar en el país, se les pide a los pasajeros que declaren las frutas, vegetales, plantas, semillas, carnes, pájaros y productos animales que llevan consigo. Los especialistas agrícolas de la Aduana y Protección de Fronteras determinan si los objetos reúnen los requisitos de ingreso a los Estados Unidos. Los Estados Unidos requieren permisos para los animales y plantas como prevención de enfermedades de alto contagio, como la fiebre aftosa y la gripe aviar. Todos los objetos incautados son identificados, diseccionados, y luego agrupados o incinerados.

Tigre blanco (Kenny), endogamia selectiva
Refugio de Vida Silvestre y Fundación Turpentine Creek
Eureka Springs, Arkansas

Kenny nació en un criadero de Bentonville, Arkansas, el 3 de febrero de 1999. Como resultado de la manipulación reproductiva, Kenny tiene un retraso mental y limitaciones físicas significativas. Debido a su nariz hundida, tiene dificultades para respirar y cerrar la mandíbula, sus dientes presentan malformaciones severas y renquea en razón de la estructura ósea anormal de los antebrazos.

Los tigres blancos son extremadamente raros en Asia, su hábitat natural. En los Estados Unidos, todos los tigres blancos vivos son el resultado de la reproducción selectiva en cautiverio, que tiene como fin la creación de las condiciones genéticas que logren piel blanca, ojos celestes y nariz rosa. La endogamia entre padre e hija, hermano y hermana y madre e hijo se ha convertido en un lugar común. En menos del 25 por ciento de los casos produce una cría blanca con sólo un 3 por ciento aproximado de la así llamada “calidad”. Los otros tres tigres de la camada de Kenny no son considerados tigres blancos de calidad porque tienen piel amarilla, los ojos bizcos y rodillas vencidas.

Los expertos en conservación cuestionan la idea de que los tigres blancos son una especie extraña y en extinción. Sostienen, en cambio, que los zoológicos, criaderos y espectáculos han cruzado en exceso los tigres con fines de lucro, y citan casos en que algunos criaderos particulares y zoológicos vendieron tigres blancos de “calidad” por más de U$$ 600 mil. Las graves consecuencias de la endogamia y su exceso para la salud han derivado en abortos, nacimientos de crías muertas y una gran tasa de mortalidad entre las crías. El Plan de Supervivencia de las Especies ha condenado esa práctica. En los años recientes, ha habido una caída significativa de su valor en el mercado.

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