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Domingo, 23 de febrero de 2003

HISTORIETA

El hombre que sabía demasiado

Calcó a Superman y a Batman para la Columba. Ilustró la primera historieta de Oesterheld para Abril. Dirigió “McPerro”, legendario suplemento de comics de Billiken. Dibujó el insuperable “Misterix”. Fue concuñado de Alberto Breccia y el primer modelo vivo de Vito Nervio. Hoy, a los 80 años, la biografía de Eugenio Zoppi es la memoria viva de la historieta argentina.

POR LAUTARO ORTIZ
A los 80 años, lupa en mano, el dibujante Eugenio Zoppi se inclina para rastrear sus huellas en la historieta argentina. De a ratos se sorprende, sonríe y explica: “Todos hicimos un gran trabajo; le pusimos el alma al género”. La lente le muestra con claridad las vicisitudes de su aventura: horas y horas calcando las historias de Batman y Superman; la llegada a Misterix; el paso por Billiken, La Razón, El Gráfico... pero sobre todo las permanentes conversaciones con sus compañeros de oficio: Héctor Oesterheld –con quien compartió el primer trabajo del guionista–, Hugo Pratt –que dibujaba Sgt. Kirk mientras Zoppi dibujaba “Misterix” heredado de Campani– y su amigo y concuñado Alberto Breccia, para quien posó por primera vez como modelo del mítico Vito Nervio. Testigo y protagonista de la época dorada de las historias a cuadros, hoy Zoppi despunta el vicio en la tranquilidad de su departamento de la calle Bolívar: “Hacía años que no dibujaba, y ahora estoy trabajando sobre un cuento del periodista y escritor Teodoro Kantor que, al mismo tiempo, me permite explorar las facilidades de la computación”.

SUPERMAN, BATMAN
Y LA EDITORIAL AVENTURA
El gusto de Zoppi por la historieta comenzó en tiempos en que el género formaba parte de la distracción popular. “Cuando era pibe leía revistas como Purrete, Tit-bits, El Tony, Billiken y muchos folletines ingleses y norteamericanos. Me crié leyendo historias que terminaban con el ‘continuará’.” Flaco y adolescente, Zoppi contrajo el hábito de copiar en cualquier papel aquellos personajes con los que se identificaba, una costumbre que lo impulsó a crear sus propias tiras y ofrecerlas a las editoriales: “En 1945, la Columba, que editaba El Tony, me convocó para calcar las historias de Superman y Batman que venían de los Estados Unidos, a colores. El tema era que ellos las publicaban en blanco y negro. Ahí pasé mucho tiempo inclinado sobre un papel extremadamente transparente que me sirvió, en definitiva, para ablandar la mano. Pero en realidad el trabajo que me metió de lleno en el oficio fue el de Aventura. Primero me rechazaron una historieta, después me contrataron como retocador: tenía que armar y adaptar la tira al formato de nuestra publicación, respetando al dibujante original. Por aquel entonces había mucho trabajo y se pagaba bien”.

OESTERHELD Y
EDITORIAL ABRIL
La primera historieta de Zoppi se publicó en el periódico La Época. Tenía un título tan extenso que el propio dibujante lo pronuncia pausadamente: “En busca de los tesoros de la reina de Java”. Al mismo tiempo, el diario La Razón le sacaba un policial que, según él, “tenía un guión muy malo”. Más tarde, en los años cincuenta, Zoppi se acerca a la editorial Abril, que desde 1948 editaba la revista más popular de historietas en la Argentina, Misterix, nombre de un sabio inglés que inventa un traje que lo hace invulnerable y emite rayos atómicos gracias a una pila ubicada en la cintura. En Abril tomó contacto con tipos que estaban buscando algo nuevo: “Allí conocí a Héctor Oesterheld, que ya escribía cuentos para niños con el seudónimo de Sánchez Puyol. Un día, Cesare Civita, editor responsable de Abril, le encarga una historieta sabiendo que Héctor desconocía el género. Treinta años después me enteré de que ese primer trabajo que le pidieron a Héctor, me lo habían dado para ilustrar a mí”. Junto al novato guionista, Zoppi crea a los agentes Alan y Crazy, los personajes de “Cargamento Salvaje”. “Oesterheld me preguntaba todo pensando que yo tenía más experiencia que él, cuando en realidad yo sabía muy poquito. Recuerdo que charlamos, y al tiempo él ya había pescado el secreto. Era un tipo muy rápido, que le aportó a la historieta una gran temática y un desarrollo formal distinto. A tal punto que lo que sugería a partir de su ignorancia del género –siempre buscaba la manera de aclarar el texto– resultó tan bueno que la editorial tomó sus normas como base y exigió a sus guionistas que las siguieran. Oesterheld interrumpía la acción con un cuadro de puro texto que condensaba en pocas y precisas palabras todo lo que no se podía ilustrar, el mundo interior del personaje. Era parte de un método de trabajo que él había inventado. También trabajamos juntos en los 60 con un personaje que tuvo mucho éxito en Chile, Perseculio. La historieta tenía un tono humorístico y transcurría en la época de los hombres de la caverna.”

BILLIKEN
De su paso por esta revista para niños, en los años sesenta, Zoppi recuerda el suplemento de historietas “McPerro” que le tocó dirigir. “Allí tuve excelentes dibujantes que le dieron a la publicación un gran éxito.” Amén de algunos problemas gremiales, el suplemento dejó de salir porque “un viejo –el primer empleado de la revista– empezó a ver con malos ojos que los pibes sacaran el suplemento –tenía otro formato– y no leyeran la revista. No entendía que Billiken tenía olor a escuela y la historieta, en cambio, era pura diversión. Así que primero hicieron a ‘McPerro’ del mismo formato que la revista y después le fueron mezclando las páginas. Hasta que cerró”.

MISTERIX Y
LAS INFLUENCIAS
En la década del cuarenta, Zoppi era hincha del norteamericano Alex Raymond, el inventor de Flash Gordon y dibujante de El Agente Secreto X9 y Jim de la Selva. “Me gustaban las deformidades que hacía y todas las licencias estilísticas que se tomaba”, explica. La otra influencia fuerte de la época –además de Harold Foster, el dibujante de Tarzán– era la de Milton Caniff, que, con su tratamiento de la luz y de la sombra, pesaba sobre los dibujos de Pratt, Breccia y, sobre todo, del italiano Paul Campani, creador de Misterix. “Yo no tenía nada que ver con el estilo de Campani”, cuenta Zoppi, pero un día de 1955 me cruzó en la editorial Pratt y me dice: ‘¿Por qué no lo hacés vos?’. Pratt tenía otros planes; estaba trabajando su propio estilo. Inmediatamente me llama el director de la revista, Julio Portas, y me dice: ‘Intentalo’. Cuando tomé el trabajo de ilustrar Misterix, tuve necesariamente que pasarme de Raymond a la escuela de Caniff. Ese estilo me amaneró durante muchos años. Cuando dejé la revista, en 1962, no me lo podía sacar de encima.” De esa época Zoppi recuerda con afecto un personaje ideado por Oesterheld, el Capitán Wasser, que competía en talento con Misterix. “En mi carrera nunca tuve la oportunidad de tener un personaje argentino. Es mi gran frustración. Por eso le guardo mucho cariño a ese tipo desfachatado y simpático que tuvo tanto éxito entre los lectores.”

BRECCIA Y VITO NERVIO
La relación de Zoppi con Breccia fue mucho más que una amistad. Los unían dos hermanas: sus dos esposas. “El año 1948 fue muy importante para mí: me enamoré de la letrista de Aventura, que sería mi mujer a lo largo de 45 años, y además lo conocí a Alberto.” En la casa del suegro, durante los fines de semana, los concuñados charlaban sobre historietas. Un día, Breccia le plantea a Zoppi un problema de resolución de posturas con su personaje Vito Nervio, serie que Breccia había heredado en 1947 y que inicialmente había sido ilustrada por Emilio Cortinas. “Alberto, enemigo del dibujo académico, tenía muchos problemas de anatomía”, recuerda Zoppi. “Sus dibujos estaban llenos de defectos que él disimulaba. Entonces a mí se me ocurrió posar de cuerpo entero: mi delgadez iba bien con el personaje. Así que yo fui el primer modelo de Vito Nervio (después lo hicieron Di Benedetto y el dibujante Lalia). Ahí, Breccia comenzó a usar contrastes y a hacer un dibujo mucho más sencillo, dos cambios que se notan cuando entra a la historieta Alí, un negro ayudante de Nervio. Ahí arranca la mezcla entre las influencias de José Luis Salinas y Caniff, que Breccia fue cultivando hasta lograr su estilo único.”

IDEOLOGIA E HISTORIETA
Zoppi sostiene que las historietas siempre estuvieron al servicio de una ideología. Y recuerda que las primeras tiras norteamericanas llegaban al país junto con el servicio de las agencias denoticias. “Era toda una imposición”, dice. En la época de la Segunda Guerra, las historietas se entregan a las revistas y a los diarios en forma gratuita. “A partir de Oesterheld hay un cambio fundamental en el concepto del guión. Con él supimos que no todos los alemanes o los soldados japoneses eran malos. Héctor nos demostró que los uniformes y los bandos no hacen malos a todos. Y por otro lado rompió con ese héroe norteamericano tan individualista que era capaz, por ejemplo, de recuperar él solo una ciudad como Berlín. A partir de la visión de Oesterheld, la aventura se convirtió en otra cosa: sus protagonistas siempre fueron un conjunto de hombres, y nunca tuvieron esa omnipotencia tan norteamericana; siempre alguno se destacaba, pero la aventura latía a través del grupo. Tenía otro cariz: ¡incluso podía morir el protagonista! ¿Por qué no? Hasta Misterix, que tenía algo de superhombre, era en realidad un científico con rasgos de humanidad.”

JAPONESES
“Creo que la historieta japonesa arruinó un poco el gusto estético de los chicos. En un principio, las animaciones y las historietas eran muy pobres; parecía que no sabían dibujar. Con el tiempo, sin duda, mejoraron, y ahora utilizan efectos interesantes y muy bien logrados. Pero les falta algo; no sólo a la japonesas: a casi todas las modernas. Para mí no tienen alma; sirven sólo para divertir. Ninguna te hace pensar. Las aventuras de Oesterheld te divertían, pero al mismo tiempo algo te quedaba dando vueltas en la cabeza. Ésa fue la visión que impuso la historieta argentina, un aporte con el que nuestros guionistas tuvieron mucho que ver. Yo tengo muchas esperanzas puestas en los jóvenes, por ejemplo en los pibes de La Productora, que elaboran un producto de gran calidad.”
La lupa ha quedado a un costado de la mesa. Zoppi levanta la cabeza. El recorrido ha sido largo, y algunos recuerdos quedan flotando en el aire: el legendario periodista Osvaldo Ardizzone escribiendo los guiones de sus tiras en El Gráfico; las interminables noches realizando story boards en la agencia de publicidad Casares Grey; las ilustraciones que hizo para Walt Disney a través de la editorial Atlántida; el trabajo en la colección “Historia de la Humanidad”, dirigida por Daniel Mallo. “Pasaron tantas cosas –dice Zoppi–, que ni con la lupa se pueden rastrear.”

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