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Domingo, 29 de agosto de 2010

CINE > LOS HéROES DE ACCIóN DE LOS ‘80 VUELVEN CON STALLONE

Piñas van, piñas vienen

El cool de los ‘90 se tragó a una especie que la década anterior había tomado el cine de Hollywood de los pies a la cabeza, desde sus mejores películas (Duro de matar, Terminator) hasta sus bajezas más irredentas (Fuerza Delta): el héroe de acción musculoso. Pero ahora, gracias a una pirueta y mucho sentido del humor de Sylvester Stallone, Los indestructibles los traen de vuelta, y juntan a Sly con Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger y un puñado de segundones que vimos hace décadas dar patadas y piñas a rolete. Radar los recuerda (a ellos y a los que tonta y orgullosamente no aceptaron estar en la película).

 Por Mariano Kairuz

Cuenta la leyenda que Sylvester Stallone escribió el guión de Rocky en tres días corridos, en una época en la que estaba tan muerto de hambre que había tenido que vender hasta a su perro.

La leyenda continúa seis años después: Stallone se va a las manos con el director de Rambo, Ted Kotcheff. Entre otras desavenencias, el “semental italiano” se negaba a filmar el final de la película basada en la novela Primera sangre tal como estaba escrito: con el suicidio del ex veterano de Vietnam cazado por policía y ejército. “Artísticamente estaba todo bien, emocionalmente todo mal”, explica Sly.

Luego, los años, las secuelas y los millones de dólares se apilaron sobre el recuerdo de aquellas dos grandes primeras películas hasta aplastarlo. Stallone había forjado su propia leyenda proletaria con sentimiento, pero si su boxeador y su soldado con la cabeza quemada eran carne de los ‘70, se volvieron respectivamente millonario y mercenario patriotero en los ‘80, apropiados por la consigna reaganiana guerrera y triunfalista.

Fue hace poco que Stallone encontró la manera de devolverle a Rocky algo de su humanidad perdida. Lo volteó, lo hizo besar la lona, le inventó un desafío como el de sus inicios. Lo puso de nuevo, con 60 años, arriba de un ring. Y funcionó.

Lo que no funcionó tan bien fue lo de volver a Rambo, pero los éxitos de ambas resurrecciones confluyeron hacia un experimento potencialmente más insolente: un regreso auténtico, no sólo nominal, a los ‘80. Co-guionada y dirigida por Stallone, Los indestructibles (traducción local de The Expendables, “Los sacrificables”) se monta sin pudor sobre unos de esos argumentos que parecía que ya nadie se animaría a escribir: el de un comando mercenario al que la CIA contrata para derrocar a un dictador latinoamericano. A quién se le ocurre.

Ochentosa también en su berretez sin culpa –nada de la sofisticación importada de John Woo–, Los indestructibles amontona iconos del cine de acción: un cameo de sus socios de Planet Hollywood, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger; un “heredero” (Jason Statham), un internacional (Jet Li), y varias pelotas de anabólicos como relleno (Terry Crews, Steve Austin, Randy Couture). También aprovecha al revivido Mickey Rourke y reencuentra a Stallone con Dolph “Drago” Lundgren 25 años después de Rocky IV y su guerra fría sobre el cuadrilátero. El truco –una reunión de Titanes en el ring, con mercenarios de guerra interpretados por mercenarios de la actuación– funcionó y hoy tiene a todo el mundo preguntándose dónde están los que no están: Van Damme, Seagal, Wesley Snipes, Vin Diesel, The Rock (y Chuck Norris, y esto sigue descendiendo).

El periodista ultraconservador Bill O’Reilly le preguntó a Sly si había una agenda política detrás de este regreso a un mundo que ya no existe, a lo que Rocky Rambo contestó que “ya quisiera ser yo así de inteligente: es sólo una de tiros y de volar cosas por los aires y pasarla bien”. Estrenada la semana pasada en Estados Unidos, Los indestructibles ya es un éxito enorme, y Stallone decidió enterrar su proyecto para Rambo V y avanzar con “su plan radical” para The Expendables 2, con más personajes (entre ellos, el luchador Hulk Hogan y Carl “Apollo Creed” Weathers).

Más corazón que odio, a los 64 el héroe que se hizo de abajo en el Hollywood careta encontró una clave en su sentido del humor, su capacidad para mirar atrás y saber que buena parte de lo que hizo es horrible, y reciclarlo para el mercado de la nostalgia. El mismo humor que lo rescatará del desastre cuando vuelva a meter la pata, como lo hizo hace poco cuando se fue de Brasil –uno de los sets de The Expendables– debiéndole dinero a una productora y diciendo cosas como ésta: “Uno podría volar el país entero e igual le dirían: ‘Gracias, ahí tienen, llévense un mono’”. Testimonio del renacido Rocky al que cada tanto se le escapa una rambeteada, el actor-director-mercenario formuló la correspondiente disculpa pública: “Perdón”, dijo, el labio torcido, la jeta deforme y esas cejas descosidas. Y: “Sí, creo que ese fui yo tratando de hacerme el gracioso”.

Los Temerarios Joe de los ‘80, muñeco por muñeco:

SYLVESTER STALLONE

Su primera película fue como actor porno (en The Party at Kitty and Stud’s, 1970); hizo un papel mínimo en Bananas de Woody Allen y filmó con Corman y David Carradine (la gran Carrera mortal). Cuando creía que no iba a despegar nunca, Rocky fue Oscar a mejor película y nominación a mejor actor, y probó que no había sido un accidente dirigiendo La taberna del infierno (sobre tres hermanos italianos en el Hell’s Kitchen neoyorquino). Trató de venderse como el musculoso-que-piensa, coleccionando pintura moderna, paseando con Warhol, posando para Annie Leibovitz y hablando en las entrevistas sobre Edgar Allan Poe (la biopic que todavía sueña realizar). Fracasó violentamente como comediante (Para o mi mamá dispara) y los ‘90 se le pusieron duros (sí, El demoledor era graciosa, y El Juez de tan mala era buena). Para cuando llegó su oportunidad de reinventarse (el policía gordo y sordo de Tierra de policías, el villano en Mini Espías 2) ya era tarde. Pero a los 60 se levantó de sus cenizas, él solo, como Balboa. Los años le pasaron factura durante el rodaje de The Expendables: se rompió el cuello, le drenaron las rodillas, se agarró una bronquitis, pero dice con humor que así es como tiene que ser: “Cuando no me lastimo haciendo una película, la película es mala”.

STEVEN SEAGAL

El momento de este instructor de aikido, nacido en Michigan hace 58 años, duró poco. Empezó supuestamente como un favor a un famoso productor, ex alumno suyo, protagonizando el que hoy es un clásico catódico: Nico. Pero su primer verdadero blockbuster fue Alerta máxima, que era algo así como “Duro de matar en un barco”. Poco después sacó papada, peló la guitarra (y sus propias canciones country) y vocación de militante ambientalista e impregnó sus films de tiros con sus nuevas filosofías. Hace una década que sus películas (más de dos por año) van directo a video. Hace poco hizo un reality show en el que trabaja para el sheriff de una localidad de Louisiana post-Katrina. No está en Los indestructibles por diferencias con su productor, Avi Lerner.

BRUCE WILLIS

Cuando Duro de matar irrumpió en los cines en el ‘88, Willis no era un héroe de acción sino una gran promesa de la comedia norteamericana en la serie Luz de Luna, donde replicaba la velocidad y la gracia de los personajes de Howard Hawks de los ‘40. Y cuando parecía que el cambio de rumbo lo iba a echar a perder, la película resultó estar muchos pisos arriba del thriller del montón y se convirtió en una de las mejores de la década que llegaba a su fin: los tiros empezaban a ceder algún minuto para la observación inteligente. Al mismo tiempo que Reagan se despedía, los terroristas de Die Hard confirmaban su legado: no eran más que codiciosos ladrones de banco enmascarados de idealistas ponebombas de la vieja Europa. Nuestro héroe John McClane salvaba las papas (y su matrimonio), pero estaba claramente incómodo en la otra costa norteamericana, donde política y show business se dan la mano. Willis sacó chapa de estar para mucho más que películas de músculo trabajando con Tarantino, Shyamalan, Rodriguez, Hill, Besson; hizo algunos superéxitos horribles (Armageddon) y, ahora que su carrera está en baja, alterna producciones medianas con lejanas continuaciones de Duro de matar. Su cameo en The Expendables es un gesto de “estrellita”: debería haberla coprotagonizado mano a mano con Stallone.

ARNOLD SCHWARZENEGGER

Alguien escribió hace poco que del triunvirato de héroes de acción consolidado en los ‘80, Stallone era el que tenía corazón, Willis el ídolo cool de la nueva era y Ahnold la máquina inoxidable. Hace 40 años, La Máquina ya era Mr. Universo, poco después Hércules en Nueva York, Conan, y hace 25 entraba en la historia con su cyborg del futuro. Sacó partido de sus limitaciones –ese rostro de piedra, ese acento– al demostrar que sí podía hacer comedia (Junior, Gemelos, Un detective en el kinder) y cuando se terminó la guerra fría (Comando, Infierno rojo) se mantuvo a la vanguardia de la ciencia ficción y la aventura (Mentiras verdaderas, El vengador del futuro). Más impresionante aún fue que, compartiendo techo y cama con una chica nada menos que de la familia Kennedy (Maria Shriver), ascendiera en el Partido Republicano hasta quedarse con la gobernación de California. Hoy al Governator le toca el mejor chiste de Los indestructibles, cuando Willis los convoca a él y a Stallone para encargarles una misión, y Arnold da a entender que no puede, que tiene otras cosas que hacer. “¿Qué le pasa?”, pregunta Willis. A lo que Sly responde, no tan en broma, claro: “Quiere ser presidente”.

CHUCK NORRIS

A los 70 años, el más vejete del grupo de los que no están pero podrían haber estado sigue ordeñando en formato telefilm su Walker Texas Ranger. Católico devoto, republicano y militante contra el casamiento gay, además de los dibujos animados con su nombre y los muñequitos articulados con su barbeta colorada, deja para bien o mal hitos como Desaparecido en acción, Invasión USA y Fuerza Delta.

DOLPH LUNDGREN

Es sueco, pero para todos será siempre el ruso Iván Drago que se enfrentaba con Rocky como quienes se jugaban en el ring la suerte “del mundo libre”. Filmando mandó a Stallone al hospital con un desgarro en el pecho que casi lo manda más lejos aún. Nadie lo sabe (y tal vez a nadie le importe) pero, además de luchador profesional, es ingeniero químico y políglota, debutó en cine con una de Bond, y después de Drago fue dos superhéroes (He-Man y The Punisher); actuó en Soldado universal, y en más de 30 películas de las que dirigió seis bien trash. En Los indestructibles lleva con gracia uno de los mejores personajes: Gunnar, el mercenario sin códigos que termina enfrentado a los suyos. Ahora dice que quiere dirigir su primera película sueca: un drama de época.

JEAN CLAUDE VAN DAMME

La estrella belga se inició en el cine de artes marciales (Aguila Negra, Kickboxer), picó alto en los ‘90 (Timecop, Soldado universal, y Operación cacería, de John Woo) y hasta dirigió una de aventuras bastante buena (The Quest, 1996), pero en la última década quedó relegado al séptimo círculo del videoclub. Hace un par de años quiso reinventarse con un golpe de autoconciencia haciendo de sí mismo en el film JCVD, pero se quedó a mitad de camino. Le dijo que no a Stallone y sus Expendables porque le parecía que su personaje no tenía suficiente “sustancia” (aunque se rumorea que lo que no le gustó fue tener que pelear y perder con Jet Li) y objetó el guión diciendo que “los mercenarios deberían estar salvando chicos en los barrios bajos de South Central”. Le dirán “El Musculoso de Bruselas”, pero sus argumentos huelen más bien a repollito hervido.

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