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Domingo, 17 de octubre de 2010

PERSONAJES > HOLLYWOOD DESAPROVECHA (OTRA VEZ) A KIM BASINGER

El día de la madre

Es un poco triste verla a Kim Basinger haciendo un personaje secundario en una película mediocre protagonizada por Zac Efron, la estrellita salida de la saga High School Musical. Nada en particular contra Efron, que no es ni la primera ni la última ni la peor de las estrellas fabricadas con cálculo milimétrico por agentes de Hollywood, ni en contra de que los iconos del cine de los ’80 sigan trabajando, un poco más desde el fondo. Es sólo que después del Oscar por Los Angeles al desnudo (una de esas películas de las que tampoco puede esperarse que aparezcan demasiadas por década) la rescatara a los 44, esa edad en la que los ex sex symbols ya crujen demasiado ante la mirada de los productores, convirtiéndola nada menos que en Veronica Lake, hubiera estado bien que alguien se diera cuenta de que ése no era sino el primer año del resto de la nueva vida de Kim.

Algo hubo, pero no lo suficiente en la segunda parte de su carrera. Básicamente, un papel de madre de Eminem en otra película de Curtis Hanson (8 Mile: calle de ilusiones), que en otros tiempos hubiera ido a parar a manos de una “actriz de carácter” como Gena Rowlands. Y un papel a su altura, como actriz y como mito viviente de los ’80, en Una mujer infiel (The Door in the Floor, 2004, sobre la novela de John Irving), en la que devolvió a la adolescencia a aquellos espectadores que sacaban pelos y granos en 1986 y los subsiguientes años de compulsiva revisión en VHS de 9 semanas y media (es decir, hasta que el reloj marcó 1990 y la película del striptease con Joe Cocker de fondo y la blusa blanca traslúcida más inolvidable de los últimos 30 años de cine empezó a envejecer vertiginosamente). En The Door in the Floor Kim era Marion, la mujer atrapada en un matrimonio rajado al medio por la tragedia; la bomba sexual madura que pide a gritos una oportunidad para seguir adelante a pesar de todo. Justo en ese momento caía en la casa el joven asistente de su marido, y ¿quién se olvida de la escena en la que apenas su ropa interior alineada sobre una cama se convierte en toda la inspiración que necesita el chico? También tuvo su momento Camino a la redención, de Guillermo Arriaga: la película era otro bodoque grave y de narrativa fracturada pero ella hacía de madre de Charlize Theron en lo que era, hay que decirlo, una idea de casting –demasiada belleza rubia superpuesta– inspirada, encandilante y hasta incendiaria.

Si se lo piensa un poco, si hace algo de memoria, los años de gloria de Kim Basinger fueron pocos, y nadie recuerda hoy sus tiempos de modelo o invitada de series de televisión, como si todo hubiera empezado recién en 1983 cuando fue la inesperada Bond Girl de Nunca digas nunca jamás y ayudó a promocionar la película con ocho páginas de desnudos en Playboy (un tipo de experiencia al que ya se había acercado en el telefilm Katie: Portrait of a Centerfold, en 1978). Después un apelotonamiento de cosas más malas que buenas, todo alrededor de 9 semanas y media: Cita a ciegas, Extraña pasión, Nadine, Mi novia es una extraterrestre y el primer Batman de Burton haciendo un personaje para el que hoy convocarían a una chica de por lo menos 12 años menos que los 42 que ella ostentaba en 1989. Para principios de los ’90, ya entraba junto a su marido Alec Baldwin en el terreno de la leyenda más trash, acusados de tener ínfulas de estrellitas (corría el rumor de que ella exigía que le lavaran el pelo sólo con Evian), de estar condenados a hacer sólo películas malas (se conocieron en Esa rubia debilidad; y a la remake de La fuga le aportaron como pareja, a falta de otra cosa, escenas de sexo en las que parecían decir “miren: esto es lo que hacemos en la vida real”), y de llevarse a las patadas en casa. Los años le jugaron a favor al gordo Baldwin, que con los kilos de más se volvió un gran comediante de quien nadie puede querer creer que haya tenido alguna vez un gramo de maldad.

Ahora, mientras Sharon Stone se sumerge en la televisión y los abismos del directo a video, Michelle Pfeiffer se guarda bastante para resucitar muy de vez en cuando e impactar con su belleza sobrenaturalmente preservada más allá de los 50, y Meg Ryan desaparece debajo del botox, a los 48 años, a Kim le toca hacer de madre de Zac Efron: prueba irrefutable de que Hollywood hoy puede ser el infierno de las rubias fatales de –apenas– 25 años atrás.

Más allá del cielo está en cartel por estos días.

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